V de viernes

El rearme dispara las emisiones

La industria de la guerra emite el 5,5% del CO2, más del doble que la aviación comercial

Los gobiernos occidentales están más que preocupados por la contaminación de la agricultura, la ganadería y la pesca, pero a muy pocos de ellos vemos concienciados sobre la realidad de los negativos efectos medioambientales de la industria de la guerra. Nadie exige a la OTAN que deje de emplear tóxicos, químicos, metales pesados y tantos otros elementos habituales en el armamento. Y menos aún a Rusia o China.

Centrándonos en Europa, se constata que la UE exige todo tipo de eco-sacrificios, lo que está bien, pero nunca a sí misma. De manera que vemos como los dirigentes occidentales piden restringir el consumo de carne, gravar los combustibles de la aviación, impedir el uso de aviones para trayectos cortos, y sin embargo ellos comen carnes de primera, viajan en jets o permiten excepciones a la regla del carbono-cero cuando se trata de la industria militar. No se dice casi nunca, pero la huella de carbono de los ejércitos es el 5,5% de la global. Se trata de un porcentaje aproximado, porque las emisiones militares quedaron fuera del Protocolo de Kyoto y del Acuerdo de París. Alegando motivos de seguridad, ningún país detalla cuánto contaminan sus tanques y cañones, pese a lo cual es conocido que los ejércitos polucionan más que todos los aviones y barcos de mercancía juntos. Las emisiones de la industria militar europea equivalen a 14 millones de coches. Un F35 USA consume 5.600 litros combustible/ hora, equivalente a 1.900 automóviles. Un estudio de la Universidad de Brown concluyó que el Ejército americano emitió 1.212 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero durante los 20 años de invasión en Afganistán, equivalente a lo que emitió Austria en ese mismo tiempo. Ni que decir tiene que la magnitud contaminadora de la maquinaria de guerra de Rusia o China es similar o mucho peor.

La OTAN se ha comprometido a dejar sus emisiones en cero en el año 2050, pero no está claro como lo va a hacer, teniendo en cuenta que entre 2021 y 2023 aumentó sus emisiones de dióxido de carbono en un 11% y que el presupuesto militar de los aliados se está incrementando. El rearme dispara las emisiones. Chinos y rusos ni tan siquiera se plantean una moratoria, y no digamos Corea del Norte o Irán. Pese a todo, partidos como el Verde alemán, apoyan la carrera armamentística actual, lo que no deja de ser contradictorio.

La ONU está investigando el impacto ecológico de la guerra de Israel contra Hamas en Gaza, que habría provocado un aumento de la contaminación de la tierra y el agua, incluida la liberación de materiales peligrosos. Al menos 100.000 metros cúbicos de aguas residuales se vierten diariamente a la tierra o al mar, por lo que se han provocado altas concentraciones de clorofila y materia orgánica en la costa, así como de escombros y desechos peligrosos, estimados en 22,9 millones de toneladas.