Biblioteca Harley-Davidson

¡Repámpanos!

Si fuera por ansia de protagonismo, vaya aquí mi modesta contribución para remediarlo: creo que he conseguido mencionarla treinta veces entreverada en una de cada diez palabras. No puede pedir más

Está claro que estamos apampados y no nos damos cuenta de la injusta falta de atención que estamos dedicando a nuestra despampanante secretaria de estado de Igualdad. No digo que debamos perder el tiempo en pamplinas de regalarle pamelas para que mejore su imagen, pero su gusto por aparecer junto a sus compañeras (con lápiz de labios a juego para marcar la atención) nos pone en la pista de que esas pamemas son más importantes de lo que parece y que, si capamos sus ansias en ese sentido, solo aumentaremos el crispamiento de esas superficiales coreografías de bacantes furiosas que cada día son más frecuentes. Los hombres copamos los titulares, nos aupamos a los puestos de gobierno y ella quiere su ración de protagonismo en el mapamundi.

Afortunadamente, tras siglos de hacer el papamoscas, los varones por fin nos inculpamos de esas desviaciones y, en cuanto sepamos cómo no estar más desorientados que un tupamaro en la Pampa, la mejora será irreversible. En los tiempos actuales, dopamos a las criaturas, nos rapamos, decimos Pamplona con sobaos en la boca y hacemos tantas extravagancias que topamos siempre al final con que nos constipamos moralmente. En medio de ese campamento de intenciones, no está de más, con piedad y buena voluntad, intentar solucionar ese desharrapamiento que siente nuestra secretaria de estado. Desea ser archipámpano de gobierno, pero no puede evitar el solapamiento que se da entre sus excentricidades privadas y su representatividad pública. El palpamiento de las propias vestiduras es en estos casos imprescindible si no se quiere caer en un popamiento hacia la sociedad y sentirse como Eva cuando hubo de recurrir al pámpano para cubrir sus vergüenzas. ¿Por qué entró en ese pimpampum que es la política pública? Si fuera por ansia de protagonismo, vaya aquí mi modesta contribución para remediarlo: creo que he conseguido mencionarla treinta veces entreverada en una de cada diez palabras. No puede pedir más. ¿Qué Pam? ¿Nos emancipamos?