Tribuna
Salvador Illa, los turrones deberán esperar
El nuevo escenario que maneja Junts, al lograr la Presidencia del Parlament, es el control de los tempos que pasan por ofrecer a Illa el primer intento de investidura que hoy por hoy parece condenado al fracaso
Carles Puigdemont lo volverá a intentar. Tendrá una segunda oportunidad en otoño que es cuando deberían celebrarse nuevos comicios de acuerdo con el calendario que va a manejar el posconvergente Josep Rull, nuevo president del Parlament de Cataluña gracias a los votos de ERC y la CUP. Los republicanos desecharon además la posibilidad que les sirvió en bandeja el PSC de presidir la Cámara catalana, lo cual ya es muy indicativo de hacia qué lado sopla la brisa. El canto de sirena de los de Illa fue desatendido en favor de un candidato que, sin duda, va a ejercer una presidencia instrumental.
Junts (Puigdemont) desea a toda costa que se disuelva el Parlament y se convoquen nuevas elecciones. Y todo indica que se va a llevar el gato al agua mientras Salvador Illa deberá seguir en compás de espera con un Parlament presidido por Junts y un Govern en funciones presidido por ERC (Pere Aragonès) por lo menos hasta final de año. Igual el actual inquilino hasta se come los turrones de Navidad porque unas nuevas elecciones no son garantía de desatasco ni mucho menos de una resolución rápida de nada. Esto es, si no cambia la actual correlación de fuerzas entre bloques, lo de Cataluña se puede asemejar a la ingobernable Italia de los mejores tiempos. Y no solo por la brevedad de sus gobiernos, si no por la dificultad de conciliar mayorías de investidura.
Puigdemont ha aparcado la rocambolesca propuesta de ser investido a través de un acuerdo con el PSOE, algo sobre lo que insistía bajo pena de hacer caer a Pedro Sánchez. Lo que necesariamente conllevaría una moción de censura que daría la Presidencia al PP condicionada a la inmediata convocatoria electoral. Una hipótesis que ya plantearon los de Puigdemont tras su salida intempestiva del Govern de Aragonès. Ni se salieron con la suya entonces, ni tiene visos de salirse con la suya ahora, ni tan siquiera de concretar la amenaza.
Sin embargo sorprende la seguridad que ha transmitido Salvador Illa, en público y en particular en privado, sobre la certeza de ser presidente de la Generalitat tras las elecciones de mayo y su claro pero insuficiente triunfo. O alguien le dio falsas esperanzas o sus cálculos pecaron de un optimismo que no se sustenta ni en los hechos ni en la predisposición de ERC de votarle la investidura. Tal vez creyó que ERC sería presa del terror ante una segunda convocatoria electoral. Pero parece que la dirección de ERC, a estas alturas, prefiere ir a elecciones antes que votar a un Illa que no ha hecho propuesta seductora alguna que pudiera abrir una brecha.
Por si fuera poco, Illa no se plantea la opción de repetir la jugada a tres de Barcelona cuando Collboni logró en 2019 el apoyo de Valls-Ciudadanos y en 2023 el del PP. Entre otras cuestiones porque también debería entrar Vox en la operación. Por lo menos regalando la abstención para que este pudiera resultar elegido por mayoría simple.
El nuevo escenario que maneja Junts, al lograr la Presidencia del Parlament, es el control de los tempos que pasan por ofrecer a Illa el primer intento de investidura que hoy por hoy parece condenado al fracaso. Aunque esa es una cuestión que comprende finalmente a los militantes de ERC que, a la postre, son los que decidirán. La Ejecutiva republicana se sacude así la presión. Por lo demás, si Illa insiste en ser «generoso» en el reparto del botín en vez de concretar una oferta programática, el grueso de los militantes no tiene incentivo alguno que los seduzca para que voten a favor de su investidura.
Y luego vendría el plato fuerte aunque tampoco salgan las cuentas: la investidura de Puigdemont. De acuerdo con lo dicho, éste asistiría presencialmente a la investidura. Y aunque es cierto que lo ha prometido en infinidad de ocasiones para luego desvanecer esa vuelta, una mentirijilla que no parece pasarle factura, en esta ocasión está ya en vigor la Ley de amnistía. Es un escenario inédito. Y su entorno no deja de decir que esta vez no se va a echar atrás por mucho que el juez Llarena no haya retirado la orden de detención. Dejar pasar a Illa primero también le supone ganar dos meses de margen. O eso decía el renovado eurodiputado Toni Comín para quien es prioritario evitar cualquier riesgo de detención. Lo importante es «nuestra seguridad» ha dicho a menudo. Veremos qué ocurre finalmente.
También es posible que Toni Comín, y con el acta de eurodiputado bajo el brazo, vea las cosas de otro modo y no tenga prisa alguna en volver y comprometer su privilegiada situación.
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