Sin Perdón
Sánchez no podrá amansar al tigre
«Es absurdo hablar de dictadura, porque el término preciso es autoritarismo democrático»
Centenares de miles de personas salieron este sábado a la calle en Madrid para protestar contra la amnistía. Los organizadores las cifraron en un millón y la delegación del Gobierno en 170.000. En cualquier caso, es mucha gente. Es cierto que resultan indiferentes dentro del plan maestro de Sánchez, porque considera que el tiempo juega a su favor. Al fin y al cabo, tiene cuatro años por delante, que es lo único que le interesa. Ha perdido numerosas comunidades autónomas y municipios consagrando una hegemonía del centro derecha que será de largo recorrido. El problema de jugar a corto plazo, como hace habitualmente, es que consigue sus objetivos personales, pero el horizonte es bastante oscuro para el PSOE. En esta ocasión le ha funcionado el comodín de Vox, porque el poderoso aparato mediático socialista ha insistido hasta la extenuación en los peligros de la ultraderecha, pero llega un momento en que la sociedad pierde el miedo. No es un tigre, porque los auténticos los tiene Sánchez a su alrededor. Los depredadores son los independentistas, los comunistas, los antisistema y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA.
El futuro dependerá de que el centro derecha se enfrente sin desfallecer al sanchismo. Es lo que hizo en 1993 y 2008. No tiene otra alternativa. Cualquier pacto o acuerdo sería letal. El presidente del Gobierno ha demostrado que no es un político fiable y que las mentiras son solo cambios de opinión. Es absurdo hablar de dictadura, porque el término preciso es autoritarismo democrático. Es decir, es la imposición sistemática del rodillo parlamentario, la colonización de la Administración dinamitando el principio de mérito y capacidad para sustituirlo por el clientelismo partidista y, finalmente, destruir el principio de separación de poderes. El exministro Castells defendía en La Vanguardia la peregrina interpretación de la izquierda política y mediática sobre la vieja formulación de Montesquieu. Como no soy sociólogo no tengo porque dudar de su pericia en esta materia, pero sus conocimientos sobre la Teoría del Estado y el Derecho Constitucional producen vergüenza ajena. No me sorprende, porque vivimos tiempos de una superficialidad sobrecogedora.
No es casual que utilicen el término soberanía popular. La democracia no son sólo votos, sino que es participación, respeto de la diversidad, consenso y deliberación. Es la utilización de controles y equilibrios o pesos y contrapesos que es el sistema que vela por la separación de poderes que define al Estado de Derecho cuyos fundamentos desconoce el profesor Castells. Son los «cheks and balances» del modelo constitucional estadounidense. El sanchismo ha demostrado, desgraciadamente, que este esquema de equilibrios institucionales no le gusta, porque todo tiene que estar sometido a la arbitrariedad de una mayoría gubernamental. Por eso, estableciendo que se mantienen los elementos formales de la Democracia se opta por el radicalismo y el populismo de corte autoritario. No solo es incorrecto, sino un innecesario exceso dialéctico utilizar otros términos que no hacen más que ayudarle en su estrategia frentista.
Sánchez cree que tiene asegurado el futuro gracias a los votos que consiga en Cataluña y el País Vasco, así como manteniendo al PSOE en el resto de España como un partido que ha perdido la voluntad de ser la primera fuerza como lo fue en los tiempos de González. Ha optado por el frentismo, la radicalización, el populismo y la crispación. Lo hace intentando domesticar a los tigres. Este tipo de estrategias, como sucedió en el período 2008-2011, acaban fracasando. Kennedy dijo en 1961 que «en el pasado, aquellos que locamente buscaron el poder cabalgando a lomos de un tigre acabaron dentro de él». En su caso, ha elegido una cuadriga de tigres. El modelo que gusta a Sánchez es Óscar Puente, que es el candidato que podría designar en el futuro como su sucesor. Me lo comentaban hace unos días y me reí, pero empiezo a pensar que es la evolución lógica del sanchismo. Es el más descarnado discurso del odio.
Aznar y Rajoy ganaron cuando entendieron que con los herederos del socialismo de Largo Caballero no es posible alcanzar pactos de Estado. Lo sucedido con la Abogacía General del Estado, la Fiscalía General del Estado, el Consejo de Estado y el Tribunal de Cuentas es una muestra muy clara de que es una lucha sin cuartel para defender la democracia y la separación de poderes. La alternativa es caminar hacia un modelo donde no funcionen los controles y equilibrios. La oposición solo será parte del decorado al servicio del autoritarismo democrático. Los populistas y los defensores del uso alternativo del Derecho están convencidos de que sus decisiones son las mejores para el pueblo. No creen que su comportamiento sea incorrecto y encuentran excusas para justificar lo que hacen. En el terreno jurídico, siempre hay personajes como Conde-Pumpido capaces de fundamentar los cambios de opinión de Sánchez y hacerlos constitucionales. Por supuesto, en caso de necesidad se puede acudir, como se ha hecho ahora, a un prestigioso despacho de abogados francés, con una gran tasa de éxitos ante la Justicia de la UE, para que ajuste el texto de la proposición de ley orgánica de amnistía.
El PP tiene que centrarse en hacer una oposición dura e implacable, así como en dar la batalla en Cataluña y el País Vasco. No puede, en ninguna circunstancia, ayudar al PSOE o gratis al PNV. Es bueno recordar que cualquier pacto es una debilidad que utilizarán en su contra. No puede ser el tonto útil que pague los festines de sus enemigos. Debe tener presente a Sánchez, Óscar Puente y Patxi López como ejemplos de la ingratitud y la deslealtad.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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