Editorial

El supremacismo insolidario de siempre

La gente, más allá de los territorios, merece justicia, equidad y un acuerdo de todos en financiación y no más privilegios ilegítimos a través del atajo de la bilateralidad.

Ni concordia ni reencuentro ni retorno al redil de la legalidad. Tanta amnistía para nada, convertida en la gran estafa y la honda corrupción del sanchismo. En realidad, el separatismo catalán ha negado siempre la mayor de ese cuento chino en que se ha convertido el relato oficialista de La Moncloa. Y los primeros compases tras el plácet del Congreso a la proposición de ley han evidenciado que ni ERC ni Junts se han movido un milímetro en su discurso y sus fines conocidos, sino más bien al contrario. La debilidad en política, la cobardía institucional, la escala de valores gaseosa, convierten al sujeto, en este caso el presidente, en lo más parecido a un muñeco de trapo al que los chantajistas explotan desde su posición de fuerza. La última cita con el prófugo en Suiza, con el referéndum de autodeterminación sobre la mesa, y la demanda de la independencia fiscal y económica que supone la estrafalaria ocurrencia del cupo planteada por Pere Aragonés, han dejado en evidencia la mentira que Moncloa ha fabricado para «vender» un suerte de redención independentista. Nada más lejos de la realidad, insistimos. Pere Aragonés, presidente de la Generalitat, ni se ha molestado en edulcorar su nueva comanda a Moncloa, sino que la ha formulado con la displicencia y la prepotencia de quien se sabe en manifiesta ventaja, reforzado por la letanía de capitulaciones del sanchismo con los indultos, la malversación y ahora la amnistía. El espantajo del cupo, sin embargo, ha tenido como virtud que ha desvestido la faz de este secesionismo rancio, excluyente e insolidario que penamos en España desde hace décadas, y que parecía en franca decadencia hasta que el PSOE decidió reanimarlo por intereses bastardos de poder. La propuesta de financiación singular que Aragonés pretendió detallar ayer en Madrid, que recupera el viejo órdago de Artur Mas, es un ataque, otro más, a la prosperidad y el bienestar del conjunto de los ciudadanos del Estado bajo el principio «trumpista/secesionista» del Cataluña para los catalanes en la enésima manifestación de deslealtad. Un cuento de la lechera que simplifica grotescamente la aritmética distributiva de ese arcano impostado que son las balanzas fiscales que describen al Principado como un territorio expoliado por el resto de la nación. Por supuesto, todo esto es la dantesca tramoya de Junts y ERC para atizar el victimismo con que zafarse de su fiasco económico que condujo a la quiebra de la que fue la locomotora económica de España. Recordar hoy que Cataluña ha podido «sobrevivir» financieramente gracias al soporte de la deuda contraída por todos los españoles es retratar las penurias de una comunidad empobrecida y degradada por su clase dirigente, poderosa en medios, pero incompetente, incapaz, corrupta y culpable. Con la condonación de su pasivo en marcha, el cupo ilegal es una posibilidad cierta. La gente, más allá de los territorios, merece justicia, equidad y un acuerdo de todos en financiación y no más privilegios ilegítimos a través del atajo de la bilateralidad.