Apuntes

Lo de vivir en La Moncloa debe ser fantástico

Tampoco es que su paso por el Gobierno de la nación haya sido como para tirar cohetes

A ver, señor presidente. Entre el 14 de septiembre de 2021 y el 20 de julio de 2023, a tres días de las elecciones generales, usted negó hasta en cuatro ocasiones que la amnistía y el referéndum de autodeterminación que reclaman los nacionalistas catalanes tuvieran encaje constitucional. Es más, llegó a describir la demanda como una imposición, alejada de cualquier diálogo. Es cierto que en vísperas electorales se mostró menos rotundo, pero el sentido inequívoco de sus palabras y la displicencia con la que despachó cualquier aproximación al concepto político del «indulto condicionado», podría habernos hecho creer que, en efecto, el candidato socialista a la presidencia del gobierno estaba en contra de la concesión de tal medida de gracia o, al menos, que la consideraba inaceptable por inconstitucional.

Hay que insistir en que eso ocurrió a tres días de las elecciones y a solo dos de la jornada de reflexión, y parece legítimo preguntarse si no habrá sorprendido en su buena fe a algunos de sus votantes, confiados en su palabra. Probablemente no serán muchos, que aquí el personal vota mayormente con el hígado, pero a tenor del follón que se ha montado entre sus propias filas, –por cierto, con un Alfonso Guerra excelso–, cabe suponer que habría algunos socialistas que se hubieran quedado en casa.

Por otra parte, no solo ha pillado a contrapié a varios de sus ministros, como Iceta o Marlaska, que fueron tan categóricos a la hora de rechazar la amnistía que va a ser muy instructivo observar el juego de malabares para cambiar de opinión, sino que hay un montón de gente, casi la mitad de los españoles, que no se lo perdonarán nunca.

Entiendo que debe ser fantástico vivir en La Moncloa y disponer a su antojo de los recursos del Estado. Que la sensación de gozar de mansiones y paisajes exclusivos, que no podría permitirse con un sueldo mediano de abogado, ni siquiera con el que cobra actualmente, sea una tentación irrefrenable, pero si lo piensa bien, usted, señor presidente, que ha hecho de las «puertas giratorias» una de las bellas artes, puede tener un buen pasar para el resto de su vida sin necesidad de entregar atada de pies y manos la democracia española a un tipo impresentable como Carles Puigdemont.

Y, además, ¿quién le dice que, con un gesto teñido de sentido de estado y patriotismo –déjeselo a los chicos que le llevan la propaganda– y unas manitas más de tortas sobre el rostro de Abascal, no pueda mejorar sus resultados en una repetición electoral? Porque le están tomando la medida, señor presidente, y ya hasta en Podemos, hundidos y tal, se atreven a condicionar sus votos si no les entrega un ministerio. Y, luego, permita usted la reflexión, tampoco es que su paso por el Gobierno de la nación haya sido para tirar cohetes.

Y no será por falta de presupuesto. Piense que tiene que volver a gobernar con Yolanda Díaz, que cuando habla sube el pan y es la autora de una ley laboral que ha convertido la expresión «contrato indefinido» en una charada. O con las obsesiones pseudoecologistas de Teresa Ribera, que le ha metido mano al trasvase Tajo-Segura mientras nos convertimos en el mayor importador de gas ruso de toda Europa. O en el lío de las leyes de la vivienda, en un país donde la máxima aspiración de mucha gente es alquilar una habitación. Pues eso. Búsquese un buen consejo de administración y a disfrutar de la vida. Usted y nosotros.