Y volvieron cantando

Voto gallego con réplicas

La última palabra será mañana para una sabiduría gallega que ni puede ni debe quedarse en casa

Lo que mañana decidan los gallegos en su cita con las urnas se cual sea el resultado y hablemos de pequeño seísmo o terremoto, no va a eximir a la política nacional de los efectos y consecuencias de sus réplicas. Galicia se juega mucho más de lo que se ha venido vendiendo en esta campaña electoral, donde ha vuelvo a colarse el argumentario de las cuestiones no precisamente regionales, pero también se juega mucho España, porque de lo que mañana arrojen las urnas va a depender y mucho la robustez de la clave de bóveda constitucional.

La disyuntiva no es otra que la que sitúa a los gallegos entre la continuidad de una gestión demostradamente eficaz premiada con sucesivas mayorías absolutas –única llave para el gobierno del centro derecha– o un cambio radical que, de entrada, supondría todo un espaldarazo en favor de Pedro Sánchez, para quien los primeros meses de legislatura están suponiendo un verdadero y auténtico calcinamiento propiciado por la defensa a ultranza de la amnistía a la medida de un prófugo de la justicia que ha conseguido proyectar algo más que su sombra sobre los tres poderes del Estado. Pero además del balón de oxigeno al PSOE y al Gobierno, la suma de una mayoría en torno al soberanismo en Galicia apunta hacia una más seria consecuencia relacionada con ese cambio en la concepción del orden constitucional, sobre todo porque estaríamos hablando de la consolidación de una España periférica en la que tres de las cuatro comunidades llamadas históricas se situarían bajo el eje de Esquerra Republicana en Cataluña, Bildu en el País Vasco y el BNG en Galicia, formaciones ya de por sí coaligadas en una candidatura a los comicios europeos y no precisamente comprometidas con la integridad territorial del estado y la defensa de la carta magna. Un eje cuya hoja de ruta –y esto tal vez sea lo más inquietante– está asumida por el propio partido socialista como elemento indispensable para mantenerse en el poder.

La campaña gallega no ha tenido un perfil alto, –está por demostrarse a quiénes puede beneficiar o perjudicar– arrancó con el asunto de las «bolitas playeras» con recorrido limitado bordeando algunos ridículos y se ha intentado con la amnistía interpretando a la carta a Núñez Feijóo, pero la última palabra será mañana para una sabiduría gallega que ni puede ni debe quedarse en casa. Demasiado en juego.