JMJ de Río

En la casa del Papa

Los casi 3.000 habitantes de Marktl am Inn, el pueblo natal de Benedicto XVI, orgullosos de su vecino más ilustre

La que será su nueva residencia en el Vaticano
La que será su nueva residencia en el Vaticanolarazon

El reloj parece haber retrocedido en Marktl am Inn al menos ocho años. Ayer por la tarde, la placita donde se asoma la casa en la que nació Joseph Ratzinger, el 16 de abril de 1927 a las 4:15, rebosaba de periodistas. Una escena que raramente se ve en un lugar de poco más de 27 km2 de extensión y habitado por poco menos de tres mil almas, que no tendrían nada excepcional que contar salvo su honesto y duro trabajo cotidiano. Sin embargo, esas tres mil personas son vecinos del Papa Benedicto XVI. El 19 de abril de 2005, por primera vez, y por este motivo, tuvieron el honor de formar parte de una crónica, de estar bajo los focos de decenas y decenas de periodistas y televisiones que nunca antes habían visto. «Me parece haber vuelto a ese día», se confía el señor Guido, un ingeniero de Pestum, que emigró a Alemania hace 40 años. Ahora que se ha jubilado se dedica a acompañar a los turistas que vienen hasta aquí a visitar la casa donde nació el Papa. «Me acuerdo –cuenta– de la invasión que sufrimos a las pocas horas del anuncio en plaza San Pedro. Estaban todos atónitos con lo sucedido y nadie podía imaginar ni de lejos lo que habría de llegar después. Así es; hoy me da la sensación de haber vuelto a aquellos días».

Guido, y como él todos los habitantes de Marktl am Inn, ha visto la noticia en televisión. «Hemos bajado a la plaza sorprendidos –sigue– y ha comenzado el boca a boca. He visto gestos de incredulidad pero poco a poco el estupor ha dado lugar a un elocuente sentimiento de orgullo por la personalidad tan profunda del Papa. Porque él es y será nuestro Papa, también para mí, que soy hijo adoptivo de esta tierra».

Cuando la delegación del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios llegó a la ciudad bávara para visitar el lugar de nacimiento de Ratzinger [...], al contrario de lo que se esperaba, se encontraron con personas serenas y una acogida calurosa a tan respetables huéspedes. Su única preocupación fue evitarles el acoso de los periodistas. No decían nada más que: «Estamos con nuestro Papa [...]».

Fue en las habitaciones en las que vivió el Pontífice los dos primeros años donde los acompañantes se dejaron llevar por los recuerdos. La casa ahora es un museo dedicado a Benedicto XVI. Numerosas fotografías inmortalizan instantes de una vida sencilla, marcada por la fe. Justo delante de esas fotos salen a la luz algunos detalles significativos. La imagen de la confirmación del pequeño Joseph se convierte en la oportunidad para recordar lo que una monja había contado sobre ese día. El joven Ratzinger, impactado con la majestuosidad de las vestiduras del obispo, se giró hacia la religiosa que tenía al lado y, tirando lentamente de sus hábitos para llamar su atención, le susurró: «Yo también quiero ser obispo algún día».

Frente a una pequeña vitrina que contiene dos pequeños cálices, una señora entrada en años, de piernas inestables pero de memoria lúcida, revela que eran regalos que «los padres de Joseph y Georg hacían a sus hijos para acostumbrarles a entender que sólo en la Eucaristía encontrarían fuerza para seguir adelante». Y debe de haber sido esa fuerza, constantemente alimentada, la que ha dado hoy a «nuestro Papa» [...] la capacidad para realizar con serenidad un gesto tan grande». Un gesto «coherente, como lo ha sido cada instante de su vida, marcada por una espiritualidad que trasciende en cada gesto. El suyo ha sido un gran acto que nos llena de admiración y respeto», subraya el obispo de Passau, monseñor Wilhelm Schraml.

El silencio que envuelve la pequeña ciudad bávara se rompe sólo con los equipos televisivos alemanes, que buscan imágenes para regalar a un público que es fácil imaginar pegado el televisor. Todas las cadenas, nacionales e internacionales, han retransmitido ininterrumpidamente «noticias de la noticia» e imágenes de archivo alternadas con otras en directo.

Los autocares se preparan para salir de Altötting –en cuyo santuario mariano se ha celebrado [...] la 21ª Jornada Mundial del Enfermo–. Mientras, las luces de la iglesia parroquial de St Oswald, que se apagaron tras la salida de los últimos visitantes de la pila bautismal del pequeño Joseph, al que bautizaron el mismo día de su nacimiento, se encienden de repente. Y muchas pequeñas formas atraviesan con cuentagotas la gran puerta [...]. Realmente han aceptado con orgullo la elección de «su» Papa, pero ahora saben que tienen que rezar por él. Y más que antes.