Pandemia
2020: Un año para olvidar
Es hora de poner fin a este desastre causado por la pandemia y por los que la han gestionado
No es fácil resumir en 500 palabras lo ocurrido en el peor año sanitario del último siglo sin caer en tópicos ni ahondar en pesimismos. Digamos, para empezar, que casi todo lo que podía salir mal ha ocurrido: 2020 nos sorprendió con un patógeno nuevo de la familia de los coronavirus al que médicos e investigadores jamás se habían enfrentado. Es cierto que podría haber sido peor: si en un lugar del Sars-CoV-2 hubiera irrumpido de la misma manera un virus de características similares al que provoca el ébola, posiblemente ninguno de los que estamos aquí podría haberlo contado, pero no debemos desdeñar por ello la letalidad de este agente altamente peligroso y mentiroso, capaz de camuflar sus principales síntomas con los del virus Influenza, el que provoca la gripe.
Alrededor de 80.000 personas han podido perder la vida en España en este ejercicio maldito por la enfermedad que causa este agente, la Covid-19, más de 30.000 de ellas ocultadas, por cierto, por las estadísticas oficiales del Ministerio de Sanidad, lo que habla bien a las claras del daño potencial de este patógeno al que sólo una vacuna eficaz o un medicamento efectivo podrán ponerle freno, así como de la impericia y la nula credibilidad del departamento que dirige Salvador Illa, el mismo que pronosticó allá por febrero que en España habría como mucho “uno o dos casos diagnosticados”.
Si el análisis del virus constituye aún un reto para los investigadores, otro arcano es intentar desentrañar cómo es posible que los mismos gestores de un país que encabeza con las cifras no adulteradas el ranking de mortalidad por millón de habitantes de todo el planeta, sigan llevando las riendas de la pandemia. Más aún cuando se ha constatado que en los meses transcurridos desde su estallido los responsables, con Illa a la cabeza, han sesgado sus actuaciones por un sectarismo inexplicable, han comprado materiales con sobreprecios injustificables y han rehuido a los expertos que realmente saben de virología, epidemiología, Salud Pública o Medicina Clínica. Se podría concluir como corolario que el impacto de la Covid en nuestro país es fiel reflejo de los que tenían que controlar la enfermedad: un auténtico desastre.
¿Y ahora qué? Ahora queda esperar y confiar. Confiar en que la vacuna fabricada por la industria farmacéutica surta efecto, se alcanza la inmunidad de grupo y pueda reanudarse la actividad sanitaria ordinaria y la económica. El Sistema Nacional de Salud (SNS) ha quedado tocado y la siguiente bomba de relojería será la atención de centenares de miles de enfermos no Covid que han pasado a engrosar las listas de espera diagnóstica o quirúrgica, especialmente a raíz del gran confinamiento del mes de marzo. La Sanidad pública está hecha pedazos, sin recursos y extenuada. Además de la finalización de la pandemia, el gran deseo para 2021 es que los mismos que han contribuido a sepultarla con su inoperancia sean relevados por un equipo competente. Es la hora de que Pedro Sánchez lo busque. En las filas socialistas hay sanitarios de verdadero peso que seguro que son capaces de arreglar el entuerto causado por Illa y sus afines.
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