Neurología

Analizan el ADN para hallar el origen del autismo

El examen del exoma ayuda a la caracterización de nuevas enfermedades con síntomas neurológicos

Niña con ordenador y ADN
Niña con ordenador y ADNDreamstimeDreamstime

Adentrarse en la genética multiplica las posibilidades que tiene la investigación médica, una alternativa que resulta determinante en algunos tipos de patologías, como las neurológicas. Ejemplo de ello es que no todos los pacientes que muestran discapacidad intelectual, autismo o trastornos del lenguaje sufren la misma enfermedad; sin embargo, hasta hace una década se les agrupaba por esos síntomas. En la actualidad, y gracias a la posibilidad de realizar secuenciación exómica masiva en los pacientes (es decir, analizar los genes del ADN que codifican proteínas), se están observando patologías no descritas hasta ahora, que resultan infrecuentes, pero en las que conocer su causa podría ayudar a dar una solución en el futuro más cercano.

Y aquí el autismo es uno de los trastornos que más beneficios puede lograr, ya que este problema «era un cajón de sastre de diferentes patologías que cursaban con síntomas similares. Se observaba al autismo desde un punto de vista de manifestaciones clínicas (fenotípico). Ahora estamos viendo que detrás de estos síntomas existen diferentes tipos de enfermedades genéticas», explica el doctor Alberto Fernández Jaén, responsable de la Unidad de Neurología Infantil y de la Sección de Neurogenética del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, quien hace hincapié en que «el conocimiento de las causas genéticas del trastorno es un paso clave para el pronóstico y el avance en terapias dirigidas».

Uno de los secretos de este avance está en la secuenciación del genoma, que «consiste en conocer cada base o nucleótido que tenemos en todo nuestro ADN. El exoma es la parte del genoma que codifica proteínas. La mayor parte de las enfermedades o trastornos genéticos se debe a la alteración en el exoma. Gracias a las nuevas tecnologías, lideradas por empresas públicas o privadas internacionales, hoy podemos analizar en pocas semanas la secuencia de este ADN», explica Fernández Jaén, cuyo equipo está trabajando con profesionales de todo el mundo recopilando información de pacientes que reúnen características similares y de los que se sospecha que un gen concreto puede estar detrás de su afección. «Los trastornos genéticos que tratamos en consulta son muy infrecuentes. Afectan a menos de un niño por cada 50.000. Para conseguir caracterizar un caso y describir una nueva enfermedad resulta necesario recopilar varios casos con las mismas características y alteraciones genéticas. Para conseguirlo es necesario que muchos equipos en todo el mundo estén pendientes. Y este trabajo está dando sus frutos, ya que cada año nuestro equipo está detectando entre seis y siete enfermedades genéticas nuevas que no se conocían anteriormente», detalla.

El trabajo en red resulta esencial en este ámbito, de ahí que el equipo de Quirónsalud Madrid sea puntero a la hora de trabajar con muchos equipos nacionales e internacionales: «Junto con el Laboratorio de Formación y Función de la Sinapsis del Instituto de Ciencias Daegu Gyeongbuk de Corea del Sur, estamos estudiando el gen MDGA1; junto al Departamento de Medicina Nuclear de la Universidad de Montreal en Canadá, el gen ELMO3; junto al Departamento de Medicina Molecular de la Universidad de Oulu en Finlandia, el gen COL18A1; de manera conjunta con el Departamento de Neurofisiología de la Universidad de Maryland en Estados Unidos, el gen KCNMB2 y muchos otros equipos más con los que tenemos colaboraciones o consultamos sospechas de posibles casos», aclara Fernández Jaén.

Labor útil y necesaria

Este arduo es útil «e incluso habría que decir que necesario, en todo paciente en el que sospechemos una causa genética de la patología o problema que tiene. Cuando tratamos con niños, numerosas enfermedades tienen una clara base genética», advierte el especialista, quien concreta que «en países desarrollados, las causas más frecuentes de trastornos graves del desarrollo (discapacidad intelectual, autismo, trastornos del lenguaje...) o la propia epilepsia (entre otros), se deben sin duda la presencia de alteraciones genéticas subyacentes. Estas perturbaciones son identificables en algunos de estos procesos hasta en el 60-70% de los casos».

Desconocemos la función precisa de más del 50% de nuestros genes, por lo que su estudio resulta clave para diagnosticar y tratar con certeza al afectado. «En los últimos años se están tipificando más de 200 trastornos genéticos anualmente, de ahí que conocer su causa, pero particularmente en el autismo, permite establecer un adecuado consejo genético, estudiar qué pruebas son necesarias (y cuáles no), descartar hipótesis peregrinas y evitar tratamientos inapropiados o “pseudocientíficos”, así como valorar los tratamientos más eficaces según la etiología (y no tanto según la sintomatología)», concluye Fernández Jaén.

Identificar para tratar

Las alteraciones que cursan con autismo, discapacidad intelectual u otros trastornos del neurodesarrollo no se concentran en ninguna zona específica del genoma, por ello los expertos recomiendan a las familias que realicen una secuenciación exómica. «Se está realizando un esfuerzo tremendo para descubrir su origen y gracias a ello podremos obtener en el futuro tratamientos mucho más específicos y efectivos», asegura Fernández Jaén, quien destaca que «llevamos pocos años realizando la secuenciación exómica del paciente y sus padres. De hecho, todavía no es una prueba sistematizada, a pesar de su rentabilidad diagnóstica. Es importante conocer las causas para investigar las posibles opciones terapéuticas. Ahora nos encontramos en la fase de identificación, pero sin ella no llegaremos a la de los tratamientos específicos».