Salud mental
Mario Alonso Puig, doctor, sobre los dos errores que cometemos: "La palabra tiene la capacidad de sanar o de enfermar"
La equidistancia entre el pensamiento y la palabra no siempre se estima de la forma correcta. Es por eso que nuestras decisiones nos llevan a situaciones adversas
La mente humana es un lugar lleno de matices y misterios que descubrimos con el paso de los años. Y esta constante no cesa con la edad pues el camino de la vida siempre nos lleva por nuevos lugares nunca antes explorados. Es así como las personalidades mutan con el fin de los inviernos, con las hojas del otoño y con las cálidas bienvenidas del verano. Sin embargo, en nuestra mente también desarrollamos un efecto de bola de nieve en el que se acumulan los problemas, los traumas, y estos nos llevan a la irremediable situación de afrontarlos en un momento u otro. Pues si estos se ignoran es cuando se alinean en nuestro interior creando una coraza difícilmente expugnable.
Y todo reside finalmente en el pensamiento. Que, a su vez, se comunica con la palabra por medio del subconsciente y, en algunos casos, alejados del raciocinio, de nuestra razón, la verdad que nosotros concebimos. De esta suerte, aquello que decimos muchas veces no guarda una relación estricta con lo que sentimos. Sino que se produce como una consecuencia en esencia de aquello que hemos interiorizado sin saber ni conocer realmente la posibilidad de exteriorizarlo. Por eso la psique humana también hay que trabajarla, el control de las emociones, de los sentimientos, solo será efectivo si se llega a la práctica del mismo, al meollo de la cuestión.
En este sentido, Mario Alonso Puig, médico especialista en Cirugía por la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, ha expuesto sus pareceres sobre la relación que guarda el pensamiento con la palabra. Y ha expuesto los dos errores fundamentales que todo ser humano, sin ser consciente de ello en la gran parte de casos, comete en sus relaciones, tanto internas como externas. Porque el poder de la palabra también nos afecta a nosotros, las palabras que recitamos son fruto del pensamiento pasado y condicionan el pesar futuro. Este mismo ejemplo también se aplica a la persona a la que van dirigidas las palabras, pues supone un ciclo lógico y natural.
El gran error discurre en el pensamiento
Puig asegura que el poder del estado anímico nace de estas dos variables que se retroalimentan y exponen los dos fallos principales que cometemos. "Primero, pensar que lo que pensamos no tiene consecuencias, y, segundo, que lo que decimos tampoco tiene tanta importancia", asegura el especialista. Al final del día, el pensamiento es lo que modela la percepción y en este flujo de palabras e ideas, en primera instancia nace un pesar que debe ser resuelto. A continuación este se complementa de las palabras que recibimos y da la bienvenida a otra nueva reflexión condicionada por el poder de las mismas y con el mismo objeto: buscar otra palabra.
"Sabemos perfectamente que lo que pensamos afecta directamente a lo que sentimos y lo que sentimos afecta a lo que sucede en nuestro cuerpo", indica Puig. Muchas veces se tiende a equiparar el pensamiento al sentimiento, aunque realmente el segundo es el resultado del primero. El sentir reside en el poso que dejan las experiencias de nuestros actos y de los ajenos. Las ideas derivadas de conversaciones con nosotros mismos y con los individuos cercanos. Y la reflexión de todas aquellas palabras que han calado en nuestra mente dan paso al sentimiento, al propio.
El poder de la palabra. ¿sanar o enfermar?
"Sabemos que la palabra tiene la capacidad de sanar o de enfermar", exclama el doctor. Es importante ser conscientes por tanto de que un pensamiento negativo que habita en nuestra cabeza puede llegar a ser traducido en palabras aunque de forma involuntaria. Y estas palabras invocan la esencia de esta idea adversa en otro subconsciente. Por lo tanto, tal y como dilucida Puig, es fundamental "darnos cuenta de que tenemos ese poder de influir, y con el poder va siempre la responsabilidad". El silencio a veces ayuda más que unas letras unidas y eso es lo que realmente debemos conocer. El saber qué decir y cómo, pero sobre todo el cuándo, el tiempo donde tus palabras son necesitadas.