Psicología

¿Por qué recordamos mejor lo que escribimos a mano?

Aunque cada vez dependemos más de pantallas y teclados, la ciencia demuestra que el gesto de escribir a mano activa regiones del cerebro que fortalecen la memoria y la comprensión

¿Por qué recordamos mejor lo que escribimos a mano?
¿Por qué recordamos mejor lo que escribimos a mano?Freepik

Hay algo casi íntimo en el acto de escribir a mano. La presión del bolígrafo sobre el papel, el trazo y el dolor de mano que se queda después de escribir una página entera. Ahora que en la sociedad actual parece que las pantallas táctiles y teclados que dictan nuestro ritmo diario, ese gesto analógico parece una rareza. Sin embargo, los investigadores coinciden en que escribir podría ser una de las claves para aprender y recordar mejor.

En los últimos años, diversos estudios han confirmado que la forma en que escribimos influye directamente en nuestra capacidad para retener información. Y no se trata solo de una cuestión de nostalgia: cuando escribimos a mano, el cerebro trabaja de un modo más complejo que cuando tecleamos. No es solo una diferencia de formato, sino de actividad cerebral.

¿Por qué el cerebro recuerda mejor lo que escribimos a mano?

Escribir a mano implica la coordinación de más de 30 músculos y 15 articulaciones. Cada letra requiere un trazo distinto, una secuencia de movimientos que activa regiones cerebrales vinculadas a la motricidad fina, la memoria visual y el lenguaje. Según una investigación de la Universidad de Tokio, publicada en Frontiers in Behavioral Neuroscience, los participantes que tomaban apuntes a mano recordaban la información de manera más precisa y durante más tiempo que aquellos que lo hacían con un teclado o en una tableta sin lápiz digital.

La explicación, afirman los autores, se encuentra en la “cognición corporizada”, una teoría según la cual el pensamiento, la emoción y el movimiento están interconectados. Cuando escribimos con la mano, el cerebro no solo procesa el contenido de las palabras, sino también la sensación física del trazo, el espacio entre las líneas, la presión del lápiz o el movimiento de la muñeca. Todo eso crea una red de estímulos que facilita el recuerdo.

Al escribir con un teclado, los movimientos son uniformes y repetitivos: pulsar la “A” o la “Z” requiere el mismo gesto. Esto reduce la variedad de estímulos motores y, por tanto, la actividad neuronal. El cerebro recibe menos información sensorial y tiende a retener peor lo que se escribe.

Un estudio de la Universidad de Princeton, dirigido por Pam Mueller, demostró que los estudiantes que tomaban notas a mano comprendían mejor los conceptos que aquellos que lo hacían con ordenador. Los segundos solían transcribir palabra por palabra, mientras que los primeros procesaban la información, la reformulaban y sintetizaban, una actividad cognitiva más exigente, y por tanto, más eficaz para el aprendizaje.

Eso no significa que los dispositivos digitales sean enemigos del aprendizaje. Los investigadores señalan que lo importante no es el papel, sino el movimiento. Escribir con un lápiz digital o con un stylus sobre una tableta genera patrones de actividad cerebral similares a los de la escritura tradicional. En otras palabras, sentir el trazo es lo que importa.

La neurocientífica Audrey van der Meer, de la Universidad de Stavanger (Noruega), lleva más de una década estudiando cómo la escritura manual activa distintas zonas del cerebro. En sus experimentos con estudiantes equipados con sensores de electroencefalografía, observó que quienes escribían a mano mostraban una mayor conectividad neural entre las áreas sensoriomotoras y las asociadas al lenguaje y la memoria. Esa activación más amplia se traducía, días después, en una mejor retención de la información aprendida.

La relación entre lo táctil y la memoria se extiende a la lectura. Aunque la investigación en este campo es más limitada, varios estudios sugieren que leer en papel facilita la comprensión profunda. La razón parece ser, de nuevo, corporal: el cerebro recuerda mejor cuando puede asociar la información a un soporte físico, a una ubicación visual en la página o incluso al peso del libro.

Más allá de la tecnología, los expertos apuntan a una diferencia de ritmo. Escribir a mano obliga a frenar, a procesar cada palabra antes de plasmarla. Esa lentitud introduce una pausa que ayuda a reflexionar y, por tanto, a recordar. Teclear, en cambio, invita a la inmediatez, a la reproducción literal. En esa velocidad, el pensamiento tiende a volverse más superficial. En la era de la multitarea y los mensajes instantáneos, constantes y breves, conviene recordar que escribir a mano no sea un gesto anacrónico, sino una forma de resistir al olvido.