
Entrevista
«El reto es que todos los pacientes con ictus lleguen a tiempo al tratamiento»
Entrevista al doctor Jordi Blasco, coordinador asistencial de la Unidad de Neurorradiología Intervencionista del Hospital Clínic de Barcelona

El ictus es una de las principales causas de muerte y la primera de discapacidad adquirida en adultos. En los últimos años, los avances en diagnóstico y tratamiento han transformado por completo su pronóstico, de ahí que la rapidez y la coordinación sean claves para salvar neuronas… y vidas.
¿Cómo sabemos si alguien tiene un ictus y qué hay que hacer?
El ictus suele aparecer de forma brusca. Los síntomas más frecuentes son la caída de un lado de la cara, la pérdida de fuerza en un brazo o una pierna y las dificultades para hablar o entender. A veces también se manifiesta con una pérdida súbita de visión o un dolor de cabeza muy intenso y diferente a los habituales. Ante cualquiera de estos signos, lo más importante es actuar sin dudar: llamar de inmediato al 112. No hay que esperar a que se pase ni acudir por cuenta propia. Cada minuto cuenta; cuanto antes llegue el paciente al hospital, mayores serán las probabilidades de recuperación completa. El tiempo es cerebro.
¿Qué sucede cuando un paciente entra en un «Código Ictus»?
En buena parte de España existe una red muy bien estructurada. Cuando el servicio de emergencias sospecha un ictus, activa el protocolo y el hospital recibe el aviso antes de la llegada del paciente. Nada más ingresar, se realiza un TAC para confirmar el diagnóstico y distinguir si se trata de una obstrucción o una hemorragia. Si hay un coágulo, se inicia tratamiento con medicación y, en los casos en que la arteria afectada es grande, se activa al equipo de neurorradiología intervencionista para realizar una trombectomía mecánica. Esta técnica ha revolucionado la atención al ictus y puede cambiar el pronóstico de un paciente.
¿Cuál es el papel del neurorradiólogo intervencionista?
Nuestra labor consiste en acceder al interior de las arterias cerebrales mediante un catéter muy fino que se introduce desde la ingle o la muñeca. Guiados por rayos X, alcanzamos el punto donde se encuentra el trombo y lo extraemos, restaurando el flujo sanguíneo. Hace apenas una década esto no era posible: los tratamientos se limitaban a fármacos cuya eficacia era limitada. Hoy, gracias a la trombectomía, podemos devolver la independencia a muchos pacientes que antes quedaban con secuelas graves. La trombectomía ha cambiado la historia del ictus.
¿Cuáles son los principales avances recientes?
El mayor avance ha sido consolidar la trombectomía como tratamiento estándar. También la neuroimagen avanzada, que permite seleccionar mejor a los pacientes, y la telemedicina, que conecta en tiempo real a hospitales comarcales con centros de referencia. Pero no todo son avances tecnológicos: los protocolos de coordinación y la organización del sistema sanitario han sido igual de determinantes. Hoy sabemos que el éxito no depende solo del procedimiento técnico, sino del trabajo en red y la rapidez de toda la cadena asistencial.
¿Cuáles son los principales retos que aún existen en España?
El primero sigue siendo el tiempo: muchos pacientes todavía llegan tarde. Necesitamos reforzar la educación sanitaria para reconocer los síntomas y actuar con urgencia. El segundo es la equidad territorial. No todas las zonas tienen acceso inmediato a centros con capacidad para realizar trombectomías, y eso crea desigualdades inaceptables. Y el tercero es mantener equipos disponibles las 24 horas del día. La atención al ictus requiere profesionales especializados –neurorradiólogos, neurólogos, anestesistas, enfermería– coordinados y entrenados. Sostener esa estructura exige recursos, planificación y compromiso institucional.
¿Qué importancia tienen los protocolos y la coordinación?
Son esenciales. Un buen protocolo garantiza que desde el primer minuto todo funcione de forma sincronizada. Cada eslabón cuenta. La coordinación ahorra minutos, y cada minuto ganado puede significar que un paciente vuelva a caminar o hablar. En el ictus no hay margen para la improvisación.
¿Y la educación ciudadana?
Un papel decisivo. La población debe conocer las señales de alarma y reaccionar sin demora. La regla FAST, en inglés –cara caída, brazo débil, habla alterada, tiempo de actuar–, es la herramienta más eficaz. Campañas repetidas y mensajes claros pueden marcar la diferencia. Cuando una persona reconoce los síntomas y llama al 112, ya está salvando neuronas. El mejor tratamiento empieza fuera del hospital, cuando alguien decide actuar a tiempo.
¿Cómo vislumbra el futuro?
La inteligencia artificial ya está ayudando a analizar las imágenes en segundos, identificando oclusiones y calculando el tejido cerebral recuperable. También veremos dispositivos de trombectomía más eficaces y menos agresivos, y sistemas de monitorización remota y rehabilitación digital que acompañarán al paciente en casa. El futuro pasa por combinar innovación tecnológica con una organización más ágil y equitativa.
¿Qué ha significado el tratamiento del ictus en su día a día?
Ha sido una transformación absoluta, tanto a nivel profesional como humano. Cada guardia, cada aviso de código ictus, sigue siendo una carrera contrarreloj en la que sabes que de tus decisiones depende la vida y la autonomía de una persona. La posibilidad de ver a un paciente que llega sin poder hablar ni moverse y horas después está consciente, hablando con su familia, es una de las experiencias más gratificantes que puede tener un médico. También implica una enorme responsabilidad y trabajo en equipo. Nada de esto sería posible sin la coordinación de los profesionales implicados, desde el personal de emergencias hasta enfermería, neurología, anestesia o radiología. El tratamiento del ictus nos ha cambiado la manera de entender la urgencia, el tiempo y el valor de cada minuto.
¿Un mensaje final?
Que el ictus sí tiene tratamiento si se actúa a tiempo. Ante la duda, hay que llamar siempre al 112. La rapidez salva cerebro y la coordinación salva vidas. Detrás de cada caso de éxito hay un enorme esfuerzo colectivo. El ictus no siempre se puede prevenir, pero sí se puede tratar mejor si se llega a tiempo.
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