
Entrevista
Día Mundial: «Los ictus en adultos jóvenes se han incrementado en los últimos años»
"En gente ‘‘sana’’, hay conductas o factores de riesgo no reconocidos o que minimizamos", explica a la sección "10 preguntas" el doctor José Carlos Fernández Ferro, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos

1. El miércoles se celebra el Día Mundial del Ictus. Una fecha en la que siempre se señala que la hipertensión, el colesterol o el tabaco, entre otros, son factores de riesgo cardiovascular que pueden favorecer un ictus. Pero también hay ictus en niños, adolescentes y adultos sanos y activos. ¿En qué porcentaje?
Es cierto que los diagnósticos en estas edades han aumentado en los últimos años, sobre todo entre los 30 y los 55. Las cifras publicadas varían mucho según la región del mundo. En una revisión publicada en 2021 se cifraba la incidencia de nuevos casos de ictus arteriales en menores en 1 a 7 casos por cada 100.000 individuos (en adultos la incidencia está en unos 200 casos por cada 100.000) y la de hemorragias cerebrales en 1-2 casos por cada 100.000 individuos (en adultos: 40 casos por cada 100.000).
2. ¿Por qué la gente sana o sin esos factores de riesgo sufre accidentes cerebrovasculares?
En 2022 se publicaron los datos de un registro mundial de ictus en pacientes de entre 18 y 50 años (en su mayoría de países con rentas elevadas), y hasta el 73% de los pacientes tenía al menos un factor de riesgo tradicional (el tabaquismo y la hipertensión, los más frecuentes) y el 40% tenía dos o más factores de riesgo clásicos. Incluso en gente aparentemente sana, hay conductas o factores de riesgo no reconocidos o que minimizamos. De forma genérica, sabemos que los determinantes socioeconómicos como la renta o los años de escolarización se relacionan inversamente con el riesgo de cualquier forma de enfermedad vascular. Es decir, un mayor grado de escolarización o una renta per cápita más elevada expone a un menor riesgo de sufrir un ictus o un infarto. Como es evidente, la escuela no protege, se trata de un marcador de riesgo indirecto: ir significa estar expuesto a unos hábitos de vida, dieta y cultura de salud, protectores.
3. ¿Y en niños?
Las causas de ictus en niños son distintas. Aquí predominan lo que llamamos causas «raras», derivadas de problemas arteriales o de cardiopatías congénitas.
4. ¿Los aumentos repentinos de la presión arterial también pueden aumentar el riesgo de sufrir un ictus?
La hipertensión arterial es, sin duda, el factor de riesgo vascular más dañino para las arterias del cerebro. Sin embargo, parece que lo más peligroso no está en los aumentos puntuales de las cifras de presión arterial, sino en el daño sobre el endotelio (la capa de las arterias en contacto directo con el torrente sanguíneo) acumulado a lo largo de años.
5. ¿A qué se debe la vulnerabilidad del cerebro?
Su vulnerabilidad a la hipertensión se explica porque el cerebro tiene una gran densidad de arterias de muy pequeño tamaño (a las que llamamos en conjunto «pequeño vaso cerebral») que son especialmente sensibles al daño por hipertensión. Este daño de pequeño vaso está muy relacionado con algunas hemorragias cerebrales o con el deterioro cognitivo.
6. ¿A qué pueden deberse estos incrementos?
Los incrementos bruscos de la tensión arterial pueden tener muchas causas, algunas de ellas son muy habituales y fisiológicas como los cambios emocionales o el miedo. Hay que saber que el cerebro, en condiciones de normalidad, tiene una serie de mecanismos para compensar las variaciones bruscas de las cifras de presión arterial en el resto del organismo. Si todo va bien, el cerebro se autorregula.
7. ¿Todos corremos el riesgo de sufrir un derrame cerebral y no sólo las personas mayores o sedentarias?
Hay dos términos que usamos de forma similar y que conviene aclarar: hay ictus isquémicos (un trombo bloquea una arteria y la región que depende de esta arteria se queda sin sangre), e ictus hemorrágicos (una arteria se rompe, y parte de la sangre que portaba se vierte al parénquima cerebral, donde produce daño por toxicidad y por compresión). Todos estamos de alguna forma expuestos a sufrir un ictus, pero este riesgo es mayor conforme nos hacemos mayores, y se puede evitar o retrasar considerablemente si mantenemos una vida sana, activa cognitivamente, socialmente rica y libre de tóxicos.
8. Por cierto, ¿en qué medida han aumentado los ictus entre personas sanas?
Si consideramos personas sanas a aquellas libres de factores de riesgo vascular, entonces estamos hablando de ictus por causas «raras» o poco habituales. Este segmento no debería verse especialmente aumentado. El incremento de los ictus por debajo de 55 años sigue relacionado con el acúmulo de factores de riesgo vascular.
9. En el caso de personas sanas y activas, ¿qué pueden hacer para reducir el riesgo de sufrir un ictus?
Nada en particular en este caso. Quizás no pensar en ello demasiado es un buen consejo porque salvo por las causas raras, la mayoría de los ictus están relacionados con estilo de vida.
10. ¿Cómo identificar un ictus en un menor?
Los síntomas incluyen algunos similares a los de los adultos: asimetría de la cara, dificultades para la expresión o comprensión del lenguaje (o un lenguaje arrastrado) y problemas con la fuerza o la sensibilidad de un lado del cuerpo o el otro. Lo que cambia para nosotros son las escalas que debemos aplicar, o cómo aplicarlas. Afortunadamente, en la Comunidad de Madrid hay un anillo de atención al ictus de causa pediátrica (Código Ictus Pediátrico) que funciona 24/7/365 en tres hospitales –el de adultos está disponible en 12 hospitales, entre ellos los universitarios Rey Juan Carlos y Fundación Jiménez Díaz– en el que participan pediatras y neurólogos.
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