Coronavirus

Oriol Mitjà, el científico rebelde que planta cara a Fernando Simón

Este catalán ha llegado hasta la BBC después de arrasar en las redes pidiendo la dimisión en bloque del comité de seguridad del coronavirus

Según avanzan los días, el tiempo parece diluirse en el calendario, especialmente cuando hay que trabajar contrarreloj para frenar en seco este dislate de la naturaleza. A Oriol Mitjà, controvertido científico catalán que lidera un ensayo clínico con fármacos ya existentes para reducir la capacidad de transmisión del Covid-19, poco le importa el día o la hora que indica el reloj, porque ha dejado de ser esa referencia que marca su ritmo.

Atiende a LA RAZÓN de madrugada y se excusa: «Disculpa que vayamos tan mal de tiempo». Su salida a escena en esta crisis, su soltura al pedir dimisiones en bloque y su colisión con parte de la comunidad científica no dejan indiferente a nadie. Por eso, queremos saber más de este hombre que, sin haber cumplido aún los 40, se ha ganado un puesto relevante en esta batalla con una propuesta científica que resume así: «Básicamente es un fármaco llamado hidroxicloroquina que se administra a contactos de casos positivos para prevenir que desarrollen la infección. Es una estrategia preventiva que disminuirá la transmisión de SARS Cov2».

Pero lo que realmente levanta la polémica no es el contenido de su proyecto, sino ese punto de histrionismo que le lleva a estar permanentemente en primera línea en la contienda contra el virus. Aireó en su día su independentismo y ahora ha acabado esclavo de sus palabras. Recuperamos uno de sus últimos tuits: «Ni es una extensión del conflicto político ni estoy adherido a ningún partido. Soy investigador, trabajo con las premisas de excelencia y constancia. Dedico mi vida a la defensa del derecho a la salud de todas las personas, sobre todo las más pobres».

Tanta justificación viene a cuento por los comentarios que llegan a su cuenta de Twitter. Se le acusa de usar el látigo con el Gobierno y guante de seda con la gestión del Covid-19 en Cataluña. Héroe para los independentistas y villano para una buena parte de la comunidad científica que no ve razón para tanta exposición. El caso es que a Mitjà le está costando estos días hacer entender que sus críticas al gobierno por la gestión nada tienen que ver con su ideología: «Amo a España. Mi trabajo trasciende el debate identitario», insiste. No quiere broncas políticas y dice que intentó contenerse hasta pasada la crisis, pero es incapaz de callar.

Habla directo y sin medias tintas al pedir públicamente la dimisión en bloque del comité de seguridad que dirige la estrategia contra el coronavirus en nuestro país, empezando por la del propio Fernando Simón por su «incorrecta gestión». Habla de negligencia, de ceguera a la hora de valorar el riesgo y de medidas cuyo resultado es el mismo que si se tratara el cáncer con paracetamol. No entiende que el confinamiento no sea ya total, a excepción de trabajadores en servicios básicos y alimentación. «Imágenes de los transportes públicos llenos muestran que nuestros responsables siguen sin entender la gravedad del asunto». En su opinión, deberían haberse cerrado ya y las fronteras.

No a los médicos jubilados

Y su última petición va por los médicos jubilados, a quienes aconseja que no se reincorporen para ayudar con el Covid-19 en primera línea de atención de pacientes ni en las oficinas: «Sois personas en franja de edad vulnerable. La recomendación es quedarse en casa», proclama en su cuenta de Twitter.

Una revuelta más contra el ministro de Sanidad, Salvador Illa, que esta semana ha echado mano de 14.000 profesionales retirados para cubrir necesidades y aliviar así la saturación de los hospitales. Sus palabras para LA RAZÓN nos hacen sentir el vértigo del Covid-19. «La epidemia en España, según todos los indicios de modelos matemáticos, se va a seguir incrementando. En concreto, me preocupa la saturación del sistema sanitario. La evolución del número de pacientes que requerirán hospitalización en unidades de cuidados intensivos (UCI) por Covid-19 en tres escenarios, según el tipo de intervención que se aplique, indica que con las medidas actuales el sistema se saturará a finales de marzo. Necesitamos hacer un confinamiento mucho más intenso para poder superar la crisis».

¿Qué valor tiene su opinión? Licenciado en Medicina por la Universidad de Barcelona, se especializó en Medicina Interna y Enfermedades Infecciosas. A pesar de su juventud, tiene un largo recorrido en la investigación para el control de enfermedades tropicales que afectan, sobre todo, a grupos de población sin recursos y con poco acceso a la higiene y a la sanidad, como el pian. Cuando en 2010 llegó a la isla de Lihir, en Papúa Nueva Guinea, observó que la mitad de la población infantil estaba aquejada de esta enfermedad, que, de no tratarse, deforma los huesos y borra literalmente el rostro de los afectados. Acudió como infectólogo para cubrir una plaza urgente de asistencia hospitalaria, pero al ver el panorama consideró que esta remota región le estaba asignando un apasionante desafío: dar con un remedio más barato y fácil de suministrar que las inyecciones de penicilina con las que se estaba tratando el pian. Y decidió buscar sin tregua.

El pian es algo así como la sífilis infantil por su naturaleza, aunque el contagio se produce piel con piel, no por vía sexual. En 2012 descubrió que una única dosis de azitromicina, un viejo antibiótico utilizado para tratar ciertas infecciones bacterianas, elimina la enfermedad del organismo de forma rápida e indolora y previene su contagio. La ONU le nombró asesor en 2012. Fue Premio Princesa de Gerona en 2013 y por la Paz de Naciones Unidas en 2017. A principios de años se incorporó al centro de investigación Can-Ruti del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, donde ha iniciado una nueva línea de trabajo en el área de enfermedades de transmisión sexual. Ahora está al frente de un ensayo para rebajar la infectividad del coronavirus junto al doctor Bonaventura Clotet, suegro, por cierto, de la actriz Natalia Sánchez.

Según nos relata, de su larga etapa africana (más de diez años) ha aprendido mucho sobre el efecto de las estrategias de control sobre las enfermedades infecciosas. «Creo que muchas de esas lecciones son relevantes para la crisis actual y por eso me siento cómodo intentado ayudar al país a salir adelante, aunque a veces lo haga siendo crítico. Personalmente, llevo toda mi vida dedicada a la salud y al bienestar de los demás y así sigo». Lo que resulta improbable, o al menos despierta recelo, es que en esta ocasión pueda llegar a tiempo con una investigación que comenzó el martes pasado. Así lo han declarado algunos de sus colegas, como el doctor Amando Martín Zurro, editor de la revista «Atención Primaria».

Estudio con 3.000 personas

En el estudio participarán unas 3.000 personas. A lo largo de esta semana el equipo de Mitjà ha reclutado a 195 pacientes positivos en Covid-19 de la Conca d`Òdena y de la zona norte de Barcelona, dos focos epidemiológicos, y también a 15 personas de contacto para cada uno de ellos. Durante quince días se le está administrando un medicamento antirretroviral diferente a cada grupo.

Los positivos por coronavirus reciben un inhibidor de proteasa con la intención «de reducir al máximo el número de días que el paciente es infeccioso y no propague involuntariamente la enfermedad», según detalla. A los contactos se les administra hidroxicloriquina, una medicación que anteriormente se había aplicado para tratar enfermedades como la malaria, el lupus o la artritis. Mitjà ha pasado los tres últimos meses estudiando y evaluando ciertos parámetros, como la dinámica de la transmisión del virus, el modo de contagio o el efecto de las diferentes medidas de control.

«Esperamos tener los resultados preliminares en tres o cuatro semanas», asegura. Quizá sea la falta de mesura lo que despierta en él tanta suspicacia, si bien hay que reconocer que esa vanidad, aunque resulte perversa dados los acontecimientos, bien atemperada puede resultar útil para salir adelante en el complicado mundo de la investigación. Si a estos titanes les temblase la mano ejecutora, a los ciudadanos nos temblaría el ánimo.

¿Qué ha fallado?

Oriol Mitjà sospecha que se actuó con ingenuidad ante las primeras alarmas. Ha habido una docena de epidemias en los últimos doce años, pero la globalización provoca que la expansión de los virus sea cada vez más rápida. El mensaje de calma inicial impidió entender cuál era la situación y emprender una planificación adecuada. «La próxima vez tendremos que estar más alerta y hacer caso a los primeros indicios que den los bioinformáticos», señala.

Aunque dice que no se equivocó, sino que sus declaraciones se sacaron de contexto, él mismo comparó la enfermedad con una gripe estacional, si bien es verdad que fue de los pocos que advirtió de que el Mobile no debía celebrarse por la probabilidad de contagio importado.