
Salud
«Solo tartamudeo, no es que esté nerviosa o me falten capacidades»
En el Día Internacional de la Tartamudez LA RAZÓN habla con Trini, que la sufre desde la infancia

Trini Leal tiene 32 años y es farmaceútica, trabaja como investigadora en un hospital y es uno de los rostros anónimos que llevan desde años enfrentándose a la tartamudez. Ella recuerda haber sufrido este trastorno “desde siempre”, y que fueron sus padres los que se dieron cuenta de que algo pasaba porque “había cosas que no decía, pero nunca pensaron que fuera tartamudez”. A los 8 años la llevaron a un logopeda, quien no diagnosticó bien lo que le ocurría y que les dijo que “de mayor ya se le quitaría”. Por ese motivo creció pensando que lo que tenía no era tartamudez, “que lo que me pasaba es que no hablaba bien y que si me esforzaba lo conseguiría”. Trini es una persona con tartamudez, un desorden del habla, que suele aparecer sobre todo en la infancia, entre los 2 y los 5 años, caracterizado por repeticiones, prolongaciones, bloqueos… En este último, que ella es el que más experimenta, las palabras no salen, produciéndose un silencio.
Precisamente en la etapa inicial lo más importante es un buen diagnóstico, la detección precoz de la afectación de la fluidez en el habla para llevar a cabo una intervención temprana, de este modo se puede romper con los mitos tradicionales de asociar la tartamudez con un “origen psicológico” o “traumático”, aconsejándose acudir a un logopeda especializado cuanto antes. De este modo se podrían minimizar los problemas de inclusión que sufren los niños con este trastorno, y que a menudo provoca burlas y bromas entre sus compañeros de colegio o amistades.
En el caso de Trini “en el colegio ningún docente hizo algo al respecto, todo el mundo me trataba como si no pasara nada, no se preguntaban por qué no participaba en clase”. Así, los años fueron pasando " y me fui volviendo cada vez más invisible", eludía comunicarse con los demás para evitar “incomodidad, risas, no saber cómo van a reaccionar..., tú sólo quieres hablar fluido, pero no lo consigues y te vas alejando de tus sueños, de tus metas. Al final, tú eres lo que la tartamudez te va dejando”.
Sin embargo, hubo un momento en el que todo cambió para ella. Un familiar le habló de la Fundación española de la tartamudez y cuando tenía 25 años se puso en contacto con ellos. Allí vio que no estaba sola, que había más personas con problemas de fluidez en el habla, que existe investigación en este campo y que contaba con logopedas para ayudarla: “empezó a ser el mayor cambio de mi vida”, afirma. “Pensaba que era la única, tienes sentimientos de culpa, vergüenza... Empiezas a entender que cuando tartamudeas solo tartamudeas, no es que esté nerviosa, o que no esté suficientemente preparada para un puesto laboral”.

En este momento hay métodos de diagnóstico que permiten diferenciar los errores normales de la fluidez en el habla de otros signos que indican una tartamudez, para la que existen diferentes tratamientos e intervenciones que, en el caso de los niños, puede ser directamente con ellos (intervención directa) o bien a través de sus padres (intervención indirecta). Lo más importante en esta etapa es restablecer la fluidez en el habla del niño antes de que las estructuras del lenguaje se consoliden con disfluencias. Sin embargo, el problema es diferente para los adultos, ya que la tartamudez no tiene cura, aunque la logopedia y la psicología puede proporcionar herramientas para convivir con este desorden y poder comunicarse de forma más fácil. Sin embargo, en los adultos es muy difícil recuperar por completo la fluidez. Por ese motivo es tan importante la intervención temprana.
Pese a los avances que se han producido en este campo y en la sociedad, quienes conviven con la tartamudez se lamentan de que aún “falta información”, se lamenta Trini. Durante muchos años se ha pensado que las personas con esta alteración “eran más inseguras, nerviosas, se asociaba con una carencia de ciertas cualidades”, pero nada más lejos de la realidad. “Ves caras raras, te terminan las palabras, apartan la vista..., a la sociedad le queda mucho por normalizar”, indica la farmacéutica sevillana. La gran mayoría de las veces esto “es fruto de esa falta de conocimiento, las personas no saben que solo hay que darnos un poquito más de tiempo”.
Uno de los aspectos en los que más se refleja este desconocimiento es en las entrevistas laborales. Trini sostiene que en la mayoría de ellas “ponen en duda nuestras capacidades, asocian la tartamudez con nerviosismo, inseguridad... Tenemos un obstáculo: piensan que no estás tan capacitado o que no vas a hacer bien el trabajo... pero todos nos ponemos nerviosos en una entrevista”. Por eso, no duda en reivindicar que las personas con tartamudez tenemos derecho a tener las mismas oportunidades que cualquier otra persona.
Lo que los demás podemos hacer frente a una persona que tartamudea es sencillo. Lo más importante es prestar atención a lo que dice y no a cómo lo dice, comportarse igual que con otro interlocutor, evitar comentarios del tipo “habla más despacio” o “no te pongas nervioso/a” (porque empeoran la situación), no ayudar a terminar las frases y mantener el contacto visual, sin burlarse o reírse de la situación.
En este sentido, Trini asegura que los errores que aún se siguen cometiendo respecto a la tartamudez “me dan fuerza para persistir en la divulgación en los colegios, en el mundo laboral, en la sociedad... y que hay mucho por hacer”. “Es un trabajo incansable pensando en los que vienen detrás, porque nosotros ya no podemos deshacer el camino. Es esencial que los niños de hoy no tengan las dificultades que hemos tenido nosotros, y es en la escuela donde los profesores tienen que atender y comprender nuestra situación. Las personas con tartamudez tenemos las mismas capacidades que cualquier otra persona y así deben desarrollarse desde niños”.
La pandemia, una dificultad más
La llegada de la epidemia de Covid ha traído también consecuencias para las personas que tartamudean. En un principio, debido al confinamiento a consecuencia del estado de alarma, supuso para muchos cierto alivio al estar en casa y disminuir el contacto social. Ahora la situación ha cambiado. El uso obligatorio de mascarilla ha añadido una dificultad más, “porque solo se nos ven los ojos”. De este modo, las necesidades de las personas que tartamudean son más difíciles de entender por el interlocutor. En las reuniones telemáticas la comunicación es más exigente, “porque el lenguaje corporal desaparece”, y hay que “adaptarse a un nuevo escenario, con la dificultad que esto conlleva”.
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