Crisis Atención Primaria
¿Quieren las élites médicas que la sanidad evolucione?
En una España en blanco y negro, los médicos eran una figura “santificada”. Ahora, el respeto y el reconocimiento social se ganan día a día con nuestro trabajo como sanitarios, no por tener un título colgado en la pared
Las enfermeras y enfermeros no queremos ser médicos. Decidimos estudiar Enfermería porque queremos prestar los mejores cuidados a los pacientes, por la cercanía y el contacto directo con las personas que tienen un problema de salud, porque a la vez podemos hacer una gran labor de educación para la prevención de enfermedades, por la humanidad que implica nuestro trabajo y por un millón de razones más. Insisto, no queremos ser médicos.
Ambos profesionales trabajamos en el seno de equipos multidisciplinares, cada uno con sus competencias, con sus especialidades y con sus conocimientos aplicados en conjunto en beneficio de los pacientes y la sociedad.
Estos días, algunas élites de la profesión hermana, la Medicina, parecen molestas con el desarrollo -tras casi veinte años de trabajo, negociación y vaivenes- de la prescripción de algunos fármacos por parte de las enfermeras. Ellos insisten en que se denomine “indicación, uso y autorización de dispensación”. No vamos a discutir por un tema semántico porque los ciudadanos y los profesionales saben de lo que hablamos.
Las enfermeras españolas llevan décadas trabajando con medicamentos sujetos a prescripción médica sin seguridad jurídica. Puede ser en la noche de un hospital, o cuando se pautan las dosis de anticoagulantes, o cuando se indica o recomienda una vacuna.
Entre los médicos de Atención Primaria, no es infrecuente que consulten a la enfermera sobre apósitos o productos para curas de heridas o quemaduras -y algunos incorporan algún medicamento- conscientes de que son terrenos donde nuestra profesión tiene gran experiencia y conocimientos. O qué decir del papel de la enfermería en el manejo de la cronicidad (diabetes, hipertensión...).
La prescripción enfermeras está regulada y aprobada, se están desarrollando unas guías - algunas ya han visto la luz- que recogen las pautas para esa indicación de medicamentos. Básicamente delimitan y concretan las actuaciones enfermeras. Esos documentos están pactados y validados tras muchas horas de trabajo con médicos y otros profesionales bajo el paraguas del Ministerio de Sanidad.
En la comisión creada específicamente para la elaboración de las guías hay representantes de la Organización Médica Colegial (OMC). Por eso no salimos de nuestro asombro cuando, una vez ya están aprobadas y publicadas las guías de diabetes, hipertensión o quemaduras, algunos de los líderes de la profesión médica recurran los textos como si fueran una catástrofe para el sistema sanitario, como una afrenta gravísima. Quizá están pensando en otros intereses que no son los de los pacientes.
Desde que la prescripción se aprobó en Andalucía, comunidad pionera en este terreno, se estima que se ha generado un ahorro de cerca de cuatro millones de euros a las arcas públicas. Las consultas se han agilizado. Los médicos se quejan de estar desbordados. No lo niego, es un mal endémico. En España hacen falta más de 90.000 enfermeras sólo para igualarnos a la media europea.
Dicho sea de paso, en países muy avanzados como Reino Unido las enfermeras llevan muchísimo tiempo prescribiendo medicamentos con unos resultados muy satisfactorios. A veces parece que desde un sector de la Medicina se fomenta la involución de la Sanidad.
Hace mucho tiempo que las enfermeras dejaron de ser una profesión subordinada a otra para ser una profesión autónoma y complementaria. Esa es la realidad. Debemos trabajar juntos, algo que entiende perfectamente un porcentaje elevadísimo de los médicos. En una España en blanco y negro, los médicos eran una figura “venerada” y “santificada”. Ahora el respeto y el reconocimiento social se ganan día a día con nuestro trabajo como sanitarios en hospitales, centros de salud, empresas o colegios, no por tener un título colgado en la pared. Lo hemos visto durante la pandemia.
A mediados de los años ochenta, los líderes de los colegios de médicos también se opusieron a la creación de las consultas de Enfermería, algo ahora establecido con normalidad. Entonces montaron casi una guerra. Sus reticencias ante la prescripción enfermera sólo perjudican a la sociedad en un momento en el que el sistema sanitario atraviesa dificultades.
A la OMC les diría que si tan seguros están de lo lesiva que es esta evolución y modernización de la sanidad ofrezcan a los ciudadanos razones de peso en su contra, apoyadas en datos, y no se enroquen en argumentos corporativistas porque lo importante son los pacientes y la Sanidad pública y universal. Nosotros lo tenemos claro.
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