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Entrevista

Agustín Laje: «Muchos jóvenes buscan lo que la familia ofrece: sentido, raíces y pertenencia»

En el 27 Congreso Católicos y Vida Pública, el directivo de Fundación Faro habla del asedio a esta institución, clave en la sociedad

Agustín Laje, durante el 27 Congreso Católicos y Vida Pública cedida

En el contexto del 27 Congreso Católicos y Vida Pública, que se ha celebrado estos días en Madrid, Agustín Laje profundiza en su diagnóstico sobre la familia y su estado en la actualidad. En esta entrevista explica las claves necesarias para fortalecer la esperanza ante el actual panorama desafiante que enfrenta la familia, núcleo y base tradicional de la sociedad.

¿Qué le hace afirmar que la familia está bajo presión hoy?

En 1977, el sociólogo Christopher Lasch publicó el libro Haven in a Heartless World: The Family Besieged, en el que se desarrolla que la familia había sido sumida en una profunda crisis, no solo por obra de fuerzas sociales espontáneas, sino como consecuencia de una planificación política que deliberadamente buscaba su destrucción. Curiosamente, la expresión «The Family Besieged» («La familia sitiada» o, mejor, «La familia bajo asedio»), fue traducida en la edición española como «Reflexiones sobre la familia contemporánea», lo que no se acerca a la intención y contenido de la obra.

Los mecanismos de asedio que desvela Lasch han crecido en el siglo XXI. Esta presión se refleja en la alarmante caída de la tasa de fecundidad, la escalada abortista, el incremento de los divorcios, la caída de los matrimonios y el avance de políticas estatales contra la potestad educativa de los padres, entre otros.

¿Qué políticas, discursos o tendencias le parecen más determinantes en ese asedio?

Hay una serie de ideologías que, habiendo ganado mucho poder durante este siglo, han servido para asediar a la familia.

En primer lugar, el feminismo radical. Durante la segunda mitad del siglo XX se rebeló contra la familia por considerarla una estructura «patriarcal». Todos esos discursos fueron retomados y radicalizados en los últimos años, y se avanzó una ideología sexual en la que hombre y mujeres, muy lejos de la complementariedad, estaban sujetos a un conflicto perpetuo que solo podía cesar con una revolución política y sexual que destruyera «el mundo de los hombres», dentro del cual la familia era un dispositivo de opresión.

Otra ideología es la de género. Este concepto fue esencial para deconstruir la realidad del sexo. De repente, la identidad sexual, determinada material y biológicamente, cedía a una identidad de género que se autodetermina por medio de la propia percepción.

El concepto de género, que comenzó apuntando a variables sociales y culturales asociadas a la vida sexual, terminó curvándose sobre sí mismo y no queriendo decir otra cosa más que la autopercepción. Si lo que constituye al hombre como hombre y a la mujer como mujer no es más que una autopercepción, entonces hombre o mujer no significan absolutamente nada.

Para una institución como la familia, definida sobre la base de la diferencia y la complementariedad sexual, la ideología de género representa un asedio directo a sus fundamentos antropológicos.

En tercer lugar, la agenda abortista, que avanzó en países donde jamás se pensó que se terminaría legalizando. Los ejemplos más notables están en Hispanoamérica, en los que se aprovechó la pandemia para imponer esas legislaciones, o bien se logró por el activismo judicial y el litigio estratégico.

¿Dónde se libra hoy la batalla: en la escuela, en los medios o en las redes?

Todos estos ámbitos son fundamentales. Si tuviera que escoger uno solo, diría que la escuela, porque es donde los padres tienen menos poder o control. Lo cierto es que en nombre de la «educación sexual» se avanzó todo un programa de ingeniería social y adoctrinamiento contra los niños, con el objeto de inculcarles las ideologías que anteriormente repasé.

El lema del congreso es «Tú, Esperanza». ¿Dónde encuentra motivos para el optimismo?

Tengo esperanza porque la verdad no desaparece aunque sea negada. Las ideologías pueden distorsionar el lenguaje, manipular la educación o colonizar las instituciones, pero no pueden cambiar la naturaleza humana. Ninguna revolución cultural ha logrado abolir el hecho esencial de que hombre y mujer se complementan, que la vida es un bien en sí mismo y que la familia es el primer ámbito de amor, de educación y de libertad.

En segundo lugar, tengo esperanza porque hay reacción, especialmente entre los jóvenes. Muchos advierten que las promesas de liberación del feminismo radical o de la ideología de género han producido vacío, soledad y desarraigo. Esa generación busca ahora sentido, raíces y pertenencia: justo lo que la familia ofrece.

¿Qué se puede hacer en la familia, más allá del discurso, para protegerse de las amenazas?

Estar atentos a lo que ocurre con sus hijos. Que hablen con ellos y les cuenten lo que aprenden en el colegio. También es importante saber qué consumen en redes: muchos investigadores apuntan que la ideología de género hace estragos en la psicología del menor a través de las redes sociales.

Pero esto solo no es suficiente. Lo más importante es que los padres de familia tengan el control de la educación moral y política de sus hijos. Que se recuperen momentos de conversación familiar para hablar de cultura, de actualidad, de lo que pasa en la sociedad. Les diría que sean ellos mismos los que les enseñen a sus hijos sobre las ideologías mencionadas y sus efectos.

¿Cómo actúa ante quienes lo acusan de no contemplar la diversidad familiar actual?

Cuando se habla de diversidad familiar, a menudo se incluyen vínculos que no tienen posibilidad de procreación ni responden a la complementariedad entre varón y mujer. Ahí está el punto: si se elimina la capacidad generativa, se habla de algo distinto a la familia.

La familia no se define solo por el afecto, sino por la unión entre los sexos que hace posible la transmisión de la vida y la educación de los hijos. Es decir, la familia no es cualquier forma de convivencia, sino la estructura que une amor, diferencia y fecundidad en un mismo acto.