Reportaje
Los alumnos ya no copian, ahora usan ChatGPT: "Te hace los deberes en minutos"
La irrupción de este robot de Inteligencia Artificial en la comunidad educativa tiene asustados a los profesores y fascinados a los alumnos
Si le preguntas a bocajarro, el ChatGPT te dice que lo siente, que «como modelo de lenguaje, no puedo hacer los deberes por ti, aunque puedo ayudarte a entender los conceptos que se abordan y ofrecerte una guía para que los resuelvas por ti mismo». Acto seguido, cuando le pides 400 palabras sobre, pongamos por caso, la evolución de la sociedad patriarcal en España desde los 70, te clava un texto de estilo académico en apenas unos minutos. Es una herramienta fácil, planteada como un chat cualquiera, que desde hace pocos meses está alucinando a la comunidad educativa. Los profesores, entre impresionados y horrorizados, le dan vueltas a cómo van a evaluar a unos alumnos que están maravillados con un robot de Inteligencia Artificial (IA) que les ahorra tiempo y esfuerzo.
Antonio (nombre ficticio) estudia segundo de Bachillerato en un centro privado de Madrid. Cuenta que conoce esta aplicación desde hace unos seis meses y que la usa «para hacer trabajos del colegio, sobre todo los de letras». «Le puedes pedir de todo, un tema de 200 palabras o de mil, que te resuma un libro, que te haga un trabajo de mates o un código para un programa. Es increíble, puede hacer cosas complejísimas. Lo usamos todos».
ChatGPT fue lanzado de forma gratuita en noviembre del año pasado por la empresa OpenAI. Esta tercera versión, ideada por la ingeniera estadounidense Mina Murati, es la que ha marcado la diferencia. Es capaz de mantener una conversación inteligente, entiende y responde de una manera coherente y puede elaborar con éxito desde tesis de fin de carrera a ideas para videojuegos innovadores. En realidad, abarca de manera competente cualquier tarea que esté relacionada con el lenguaje.
Antonio asegura que la «gran mayoría» de sus compañeros la usa de forma habitual y dice que «los profesores lo saben, lo que no tienen claro es cómo detectarlo porque es prácticamente imposible de rastrear». En su caso, y para asegurarse de que no le cazan, copia el texto que le ha regalado el chat y lo mete en QuillBot, otra aplicación que reescribe el documento para evitar acusaciones de plagio. La única pega que le ve es que «por el momento tiene limitado el contenido a 2021, todo lo que ha pasado después no lo incluye en las respuestas». Y lo mejor es todo el tiempo que le ahorra: «En vez de tardar dos horas en escribir un ensayo, con ChatGPT lo tienes listo en menos de un cuarto de hora». Este estudiante de 17 años, que el curso próximo estudiará Filosofía en la Universidad, cree que lo seguirá usando allí, sobre todo «para trabajos tediosos que me quitan tiempo valioso que puedo emplear en otras cosas que me resulten más interesantes».
Daniel Arias Aranda es uno de esos profesores con los que se encontrará Antonio cuando deje el colegio. Catedrático de Organización de Empresas en la Universidad de Granada, es muy consciente del enorme reto que les plantea este robot de IA, que lo va a poner todo patas arriba. «Ya estamos viendo cómo muchos alumnos lo usan para la elaboración de trabajos desde hace un par de meses. Lo conocen cada vez mejor por la enorme difusión que ha tenido en las redes sociales». Es tal la explosión de esta herramienta que Daniel participará a finales de mes en un congreso en Salamanca que va a tratar de dar una respuesta a tan disruptivo fenómeno.
La pregunta del millón para este catedrático es "cómo evaluar trabajos de alumnos que sabes de antemano que están hechos por IA". Para salir de dudas, se lo ha preguntado al propio robot: «ChatGPT te dice que la mejor manera es la vía oral. Que el estudiante presente el trabajo y le preguntes sobre ello. El problema es que eso no lo puedes hacer cuando tienes un centenar de alumnos porque tardarías ¡25 horas!».
La complejidad del asunto es evidente porque «tampoco lo puedes prohibir, ya que sería como ponerle puertas al campo, pero si solo corriges lo que te presentan lo que estás valorando es lo bien que lo hace el chat, no el alumno». Según Daniel, la avalancha de ensayos elaborados por IA la van a ver a partir del mes de mayo, cuando se presenten los trabajos de fin de master, de grado, las tesinas... Si algo tiene claro es que, de cara al curso que viene, van a tener que pergeñar algo para contrarrestarlo porque «afecta a toda la vida universitaria».
El pánico entre la comunidad educativa se ha desatado a escala internacional. Una de la primeras instituciones en reaccionar fue el Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York, que bloqueó el ChatGPT de sus dispositivos escolares. Pero la preocupación no se limita a los deberes o ensayos universitarios. También es un dispositivo que puede ser empleado para copiar en un examen, ya que las respuestas son inmediatas y correctas casi al 100%. Lo cierto es que, al menos de momento, no se ha inventado ninguna aplicación que detecte la mano del robot. Ya hay universidades españolas que han puesto a sus departamentos de Tecnología a la tarea de estudiar al «enemigo» para ver cómo se le puede plantar cara. Según Daniel, «está claro que hay que ponerle coto, aunque aún no sabemos cómo. Entre los profesores lo hablamos muchísimo y los chavales están todo el día con el tema también. Es una herramienta, el problema es que piensa por ti. La tecnología le va pegando bocados a la inteligencia y el pensamiento humanos. Nos roba la capacidad de razonar».
Carlos, estudiante universitario de un grado tecnológico, también reconoce que en su clase lo usan constantemente. «Es como darle un caramelo a un niño, es imposible sustraerse a la tentación. La gran mayoría de mis compañeros la han usado desde octubre. Yo me enteré de que existía por el boca a boca. Te ahorra una cantidad de tiempo alucinante, pero no es solo eso. Es que te ofrece ideas originales, te sirve para superar obstáculos cuando estás atascado programando... En general, te ayuda muchísimo». Él no considera que esta herramienta vaya a terminar con el proceso de aprendizaje, solo lo va a transformar. «Los que tienen miedo al cambio siempre se echan las manos a la cabeza por todo, pero la verdad es que las cosas evolucionan. Los estudiantes ya no van a aprender todo de memoria, por ejemplo, porque los datos ya están ahí al alcance de todos en Internet».
Como le dijo el robot al catedrático de Granada, Carlos piensa que la evaluación será a partir de ahora mucho más oral. «Claro que los profesores saben que lo usamos. Nos dicen que lo más probable es que los ejercicios de calificación irán más orientados a valorar nuestra visión. De hecho, cada día nos piden más nuestra opinión personal sobre el trabajo que les entregamos. Si alguien se ha limitado a copiar y a pegar el tema se nota mucho porque no tiene ni idea de lo que está hablando». Está seguro, como todos los que han participado en este reportaje, de que es «imposible de rastrear porque el chat se va actualizando constantemente y el algoritmo funciona de manera distinta cada vez. Es como esta conversación que estamos manteniendo tú y yo. No es posible que se reproduzca exactamente porque refleja nuestra subjetividad».
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