La opinión de Paloma Pedrero

Animales y naturaleza

Por fin, y ya en toda España, los circos no podrán emplear animales silvestres en cautividad, según establece la Ley de Bienestar animal

Paloma Pedrero
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Dos noticias me alegran estos últimos días santos. Por fin, y ya en toda España, los circos no podrán emplear animales silvestres en cautividad, según establece la Ley de Bienestar animal. Nos vamos humanizando, al menos en cuestión de sensibilidad hacia el hábitat y sus seres vivientes. En realidad, a mí lo que más me gustaba cuando de pequeña me llevaban al circo era eso, los tigres, osos, elefantes, chimpancés y los perros saltarines.

Me gustaban porque me inspiraban ternura y admiración. No era consciente entonces de que esos pobres animales vivían fuera de su espacio natural, de que estaban presos y adiestrados por la dura mano del hombre irracional. La ignorancia es buena para no sufrir, pero muy mala para no hacer daño. Yo misma en la infancia llevaba a casa pollitos pintados, conejos, gatitos enfermos que me encontraba… Mi pobre madre los cuidaba hasta que morían. Recuerdo que una pollita se convirtió en gallina y ponía hasta huevos, ¡criatura! Mi conversión definitiva vino cuando mi hijo adolescente trajo sin yo saberlo, claro, una ratita ocre y la guardó en el cajón de su mesilla. Cuando la descubrí, menudo susto, le compramos jaula y aparejos. Vivió dos años entre nosotros y la quisimos, era entrañable. Cuando se fue me juré no tener jamás a un animal enjaulado.

La segunda noticia alegre y animalista es que el 80 por ciento de las familias consideran a su perro parte de ella y lo llevan de vacaciones, atravesando las dificultades de encontrar hoteles y transportes. El resto, salvo excepciones, les deja en buenas manos. Y es que, ¿cómo vamos a disfrutar la vida sin nuestro cachorro? No, no son niños, pero son lo más parecido a la inocencia y amor intacto.

Los humanos nos hemos creído superiores a todo, hemos construido enormes y bellas catedrales, pirámides, murallas… Admirable sí. Sin embargo, por fin estamos aprendiendo que humillar a la naturaleza y sus habitantes nos está matando. Y que ellos son, somos, la mayor belleza del mundo.