
La opinión de Antonio Pelayo
Ayuno y oración
Este Papa, como su predecesor Francisco, no cesa de lanzar llamamientos para que cese esa espiral de violencia

El fragor de las armas, el estruendo de los bombardeos, las ruinas y destrucciones, las muertes de inocentes no sólo ocurren en Ucrania y en Palestina. Según datos oficiales, actualmente están activos en el mundo cincuenta conflictos bélicos con un saldo diario de centenares de víctimas.
Las causas de esa trágica situación son múltiples y muy complejas pero si hubiera que señalar las más principales concretaría dos de ellas: la crueldad y el orgullo de algunos dirigentes políticos y los grandes fabricantes de armas que manejan cifras astronómicas en sus negocios.
Este Papa, como su predecesor Francisco, no cesa de lanzar llamamientos para que cese esa espiral de violencia. Lo hizo en su primer discurso el día de su elección pidiendo una «paz desarmada y desarmante» y repite esta petición casi a diario.
Últimamente ha dado un paso más y declaró el pasado viernes 22 de agosto como «jornada de ayuno y oración suplicando al Señor que nos conceda paz y justicia y que enjuague las lágrimas de los que sufren a causa de los conflictos armados en curso».
No existen cifras sobre cuántas personas en el mundo, católicos, cristianos, creyentes y no creyentes hemos respondido positivamente a esa petición ayunando y rezando para que en el planeta reine la paz. Muchos más, sin duda, de lo que algunos piensan porque, sin recurrir a campañas de propaganda o a recursos publicitarios, la voz del Papa se abre camino en la opinión y en la vida de personas de buena voluntad que aún siguen existiendo en nuestra tierra. Y todas son conscientes de que contra la guerra la Iglesia esgrime una arma no política ni económica sino solamente espiritual: la oración.
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