Conferencia Episcopal
El cardenal Omella: «Que nadie dude de que estamos con el Papa»
El arzobispo de Barcelona se despide como presidente de los obispos
El cardenal Juan José Omella cierra sus cuatro años como presidente de la Conferencia Episcopal con un recado a los obispos: comunión entre ellos y con el Papa. Fue el eje vertebral de su discurso de despedida en la Asamblea Plenaria que arrancó ayer, horas antes de que sus hermanos de mitra y báculo se enfrascaran en las votaciones para decidir a sus sucesor al frente de la Iglesia española. Lo subrayó varias veces en su intervención leída, pero lo enfatizó aún más en las únicas palabras que dejó a la improvisación: «Esta Conferencia Episcopal está y quiere estar con el pastor que es el Papa, lo remarco para que nadie lo dude».
«Caminemos sin prisa, siempre unidos, cohesionados mirando hacia adelante», sentenció el también arzobispo de Barcelona. Sus constantes apelaciones a la unidad podrían dar alas a interpretar que se trata de un valor en riesgo en el seno eclesial. Lo cierto es que en el cuatrienio que deja atrás ha tenido que sortear no pocas cuestiones complejas que han generado disparidad de posturas entre los obispos españoles, como la lacra de los abusos –con algún que otro negacionista– o la relación con Moncloa, pues hay quienes buscan evitar confrontación con posturas marcadamente ideológicas y los que levantarían un muro para resolver los conflictos políticos. Para Omella, urge «una mirada reflexiva de la realidad, animando a trabajar juntos para construir, entre todos, una sociedad más libre, más justa, más en paz».
Pero si algo parece avistar el purpurado es cierta preocupación porque se perciba algún tipo de distanciamiento de los obispos españoles con respecto a Francisco y sus reformas. Aunque como colectivo han expresado de forma reiterada su fidelidad al Papa, en la práctica una minoría de prelados ha rechazado públicamente «Fiducia supplicans» el documento que abre la puerta a las bendiciones a parejas divorciadas y homosexuales. Además, en los días previos a la Plenaria trascendía a los medios de comunicación el coloquio virtual de un grupo de sacerdotes que dicen rezar «para que el Papa se vaya al cielo cuanto antes».
Evitando cualquier rapapolvos público, el cardenal de Barcelona se refirió al proceder sobre uno de los asuntos que suponen un encargo directo del Papa Francisco y razón de ser de la cumbre que llevó a Roma el pasado noviembre a todos los obispos españoles. «En nuestra misión de servicio a las Iglesias que peregrinan en España, siempre cum Petro et sub Petro, no se nos oculta la gravedad de la hora presente de proceder con generosidad y resolución colegial a la reforma de nuestros Seminarios».
La manera de afrontar estos y otros asuntos es la que podría estar sobre la mente de los pastores a la hora de elegir al nuevo presidente de los obispos, una incógnita que se resolverá hoy en torno a las diez de la mañana. Omella dibujó el estilo a seguir. «Las funciones del obispo no se deben reducir a una tarea meramente organizativa», advirtió, que presentó al pastor como aquel que ha de ser «promotor y animador de una espiritualidad de comunión» con un «absoluto desprendimiento de nuestros propios intereses y estrategias». Mientras Omella pronunciaba su discurso, a las puertas de la sede de la Conferencia Episcopal estaban apostados una veintena de víctimas de abusos sexuales de la Iglesia. Pertenecientes a tres colectivos diferentes, aglutinaron sus demandas en cuatro palabras: «Reconocimiento, reparación, indemnización y acompañamiento».
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