Agencia Espacial Europea

La señal cósmica que pesa la materia perdida del Universo

Un gran misterio de la cosmología ha salido a la luz. Nunca se había detectado la fuente exacta de la emisión de las Ráfagas Rápidas de Radio

El Australian Telescope Compact Array ha determinado la ubicación de la ráfaga
El Australian Telescope Compact Array ha determinado la ubicación de la ráfagalarazon

En el Universo pasan algunas cosas muy despacio. El lento devenir de una estrella como el Sol dura miles de millones de años. Ahora, más de 5.000 millones de años después de su nacimiento, nuestra estrella apenas se encuentra en la juventud de su vida.

Pero otras cosas ocurren muy, muy deprisa. Uno de los fenómenos más misteriosos que ocurren en el cosmos son las Ráfagas de Rápidas de Radio (FRB), destellos increíblemente intensos pero increíblemente fugaces que generan ondas de radio procedentes de cualquier logar del cosmos. Es como si aparecieran y desaparecieran sin previo aviso en puntos aleatorios del cielo. Sabemos que existen estas ráfagas por la huella que su emisión deja en la materia que atraviesa. Pero son tan fugaces que no se puede conocer de dónde proceden: sólo duran unos milisegundos. Imagine que alguien le dispara bolitas de papel, pero nunca puede ver de dónde proceden. Sólo es capaz de notar el impacto de la bolitas sobre su nuca pero, por muy rápido que se de la vuelta, el atacante se ha escondido antes de poder verle la cara. Así son los FRB. Emisiones poderosísimas procedentes, sin duda, de sucesos muy violentos del cosmos, pero de los que no conocíamos su origen: ¿Es lejano o cercano? ¿Qué los provoca? ¿Cada cuánto ocurren?

Pero ahora, por primera vez, la ciencia ha podido ponerle cara al fenómeno. Al menos a uno de ellos. Un equipo de astrónomos de la instalación de radiotelescopios Parkes de Australia ha detectado el FRB 150418 y ha descubierto que procede de los confines del cosmos. En realidad lo detectaron el 18 de abril de 2015, pero sólo ahora se ha podido publicar en la revista «Nature» el resultado de la investigación que revela uno de los mayores misterios de la cosmología.

Aquella noche de abril, los técnicos del observatorio australiano detectaron la emisión extraña y lanzaron una alerta internacional inmediatamente. En cuestión de horas telescopios de todo el mundo escudriñaban el cielo en busca de alguna pista. En menos de 24 horas, el Observatorio Astronómico Nacional de Japón, usando el telescopio Subaru de Hawái, fue capaz de localizar el punto exacto desde el que se produjo la emisión: una galaxia elíptica situada a 6.000 millones de años luz de la Tierra.

Se trataba de un hito histórico, nunca antes se había podido detectar la fuente exacta de la emisión de un FRB.

Es probable que al lector poco interesado en la materia astronómica la noticia le parezca poco relevante. Sí, de acuerdo, hemos detectado el punto exacto en el que se produce una sacudida cósmica descomunal. ¿Y qué? ¿Qué importancia tiene el hallazgo? Decir que mucha sería demasiado modesto. Realmente este descubrimiento puede ayudar a resolver una de las mayores incógnitas que aún quedan por saldar en nuestro conocimiento del espacio. Veamos.

El modelo actual de explicación de cosmos predice que sólo el 5% de la materia del universo es materia visible. Planetas, estrellas, galaxias, nubes de polvo y gas, neutrones, protones, radiación... Todo lo que habitualmente pensamos que compone el espacio sólo ocupa el 5% del cosmos. Un 25% es energía oscura (un tipo de energía indetectable). El 70% restante es materia oscura, algún tipo de material desconocido que no corresponde a nada de lo que tenemos constancia que exista y que no puede ser medido ni detectado. ¿Por qué lo sabemos? Realmente solo lo intuimos. El modo en el que se comportan las galaxias, cómo giran, la velocidad a la que se mueven... no se compadece con la cantidad de materia que vemos. Debe haber algo más. Una gran cantidad de masa que tira de ellas. Es como si en la mesa de billar viéramos que las bolas chocan contra algo invisible.

Cuando un FRB atraviesa una gran distancia, su emisión se dispersa. Lo hace porque atraviesa materia. Si somos capaces de medir la distancia de la Tierra a un FRB y detectar su posición exacta, podremos verificar la cantidad de materia que ha atravesado. Las ondas de radio pasan por esa materia y se ven alteradas por ella. Otro ejemplo: es como si alguien al gritar, se pone un velo invisible en la boca: ¿Verdad que su voz sonará distinta aunque no veamos el velo?

Detectar FRB es un paso definitivo para conocer la materia real que hay en el cosmos. La materia visible solo podemos «verla» con telescopios ópticos. La invisible, el 70%, podríamos también «oírla» con los FRB en el futuro . De ser así, esta nueva técnica podría arrojar la última gran respuesta a los misterios de la astronomía de este siglo. Primero detectamos el bosón de Higgs, luego descubrimos la existencia de las ondas gravitacionales y quizá ahora podamos conocer de qué esta hecha la materia oscura.