Ciencias humanas

La vida es fruto de la casualidad

Demuestran que pudo haber millones de formas posibles de evolución de los seres vivos. Sólo una nos condujo donde estamos.

La vida es fruto de la casualidad
La vida es fruto de la casualidadlarazon

Demuestran que pudo haber millones de formas posibles de evolución de los seres vivos. Sólo una nos condujo donde estamos.

Un equipo de científicos de la Universidad de Chicago ha imitado la evolución de la vida en un tubo de ensayo. Como resultado de su investigación se ha demostrado que los que hoy habitamos el planeta, seamos seres humanos, grillos o lechugas, somos el producto de una increíble casualidad. De hecho, podrían haberse producido millones de posibles evoluciones distintas y ninguna de ellas habría terminado conduciendo a la vida tal como hoy la conocemos.

El título de esta noticia en realidad no es fácil de seleccionar. «¿Somos producto de una casualidad cósmica?» Ése sería un buen título y responde al contenido de la investigación. Pero no menos sorprendente es que hallamos sido capaces de imitar la evolución en un laboratorio, así que el titular «Imitan por primera vez la historia de la vida en un tubo de ensayo», tampoco está mal. Pero quizá sorprendería más titular por la otra cara de la noticia: «Descubren millones de evoluciones posibles». ¡Estremecedor! . En realidad las tres ideas son ciertas, espectaculares y novedosas. Por eso la investigación de la Universidad de Chicago es tan importante.

El estudio ha sido publicado en la revista «Nature» por un estudiante universitario, Tyler Starr y su supervisor de tesis, el profesor Joseph Thornton. Se trata de la primera vez que se logra reconstruir proteínas ancestrales para trazar sus mutaciones. Es como si se pudieran ver todas las copias que se han hecho de un mismo cuadro y analizar el perfil de sus autores a partir de las pequeñas variaciones en el pulso y el trazo.

Mirando miles de proteínas posibles se puede comparar el camino que siguieron las que hoy forman la vida durante toda su evolución y hacerse una idea de los millones de posibles cambios que no se produjeron y que podrían haberse producido dando origen a otros tipos de vida.

El escritor y científico Richard Dawkins dejó escrito hace décadas un bellísimo párrafo que anticipaba el impacto de la noticia de hoy: « Vamos a morir. Y eso es lo que nos hace afortunados. La mayor parte de los seres humanos posibles nunca van a morir porque nunca van a haber nacido. El número de seres humanos en potencia que podrían haber estado aquí y ahora en mi lugar y, sin embargo nunca van a ver la luz del día, es mayor que el número de granos de arena en el desierto de Arabia». Sin duda, entre todos esos fantasmas no nacidos hay poetas más grandes que Keats y científicos más grandes que Newton. Sabemos esto porque sabemos que el número de posibles seres humanos permitido por nuestro ADN excede con mucho el número de personas reales. Efectivamente, el número de posibles seres que pudieron nacer fruto de las mutaciones de un gen y no lo hicieron excede en billones al de los seres que finalmente aparecieron en la faz de la Tierra. Para comprobarlo, el equipo de Chicago ha comenzando aislando una proteína que hace 500 millones de años apareció y que empezó a cumplir una función vital para los seres vivos, entre ellos los humanos de hoy. Esa proteína participa en la formación de receptores hormonales de esteroides, es decir, en el modo en el que las hormonas modifican el comportamiento de un organismo. Después estudiaron todas las posibles mutaciones que podría haber tenido esa proteína sin que se afectara su capacidad de realizar esa misma función. Descubrieron 800 formas distintas de la misma proteína que cumplirían esa función igual que la existente o incluso mejor. Es decir, cada proteína de la naturaleza tiene cientos de posibles versiones que funcionarían igual de bien. ¿Por qué entonces la evolución eligió una en concreto?

Tradicionalmente se ha pensado que si la vida es como es, que el ADN que hoy portamos es de una determinada manera, es porque se trata de la mejor opción posible para sobrevivir. Pero este experimento demuestra que existen millones de opciones igual de buenas. De manera que al final debemos convenir que no somos tanto el producto de una mejora continuada de la especie bajo el cincel de la evolución. Que quizás la suerte, tuvo mucho que ver en el camino elegido por la vida. Si estamos aquí es porque nos tocó una especie de extraña lotería biológica.