Mascotas
¿Cuáles son las únicas órdenes que realmente necesita aprender tu perro?
No se trata de que aprenda a dar la patita o a hacerse el muerto, sino de que aprenda a comportarse adecuadamente con otros perros y personas
El entrenamiento canino es crucial para el equilibrio mental y físico del perro. Un perro sin educar es un perro que se mueve -casi por completo- por instinto. Es un perro que será incapaz de adaptarse a nuestro mundo y que, al no saber qué es lo que se espera de él, se muy sentirá frustrado. Es más, después de las camadas no deseadas y de la falta de recursos económicos, el motivo que suelen dar los dueños para el abandono del animal son los problemas de comportamiento que este arrastra.
Tenemos una responsabilidad enorme con la educación de nuestro perro. Y si bien es cierto que nunca es tarde para aprender, el trabajo y el esfuerzo que requiere el entrenamiento de un perro adulto es muy superior al que necesita un cachorro. Por eso es muy importante empezar a adiestrar al animal cuando todavía es joven. Un buen momento para empezar con el adiestramiento es en torno a los seis y los ocho meses de edad.
No se trata de que aprenda a dar la patita o a hacerse el muerto. Las órdenes y actitudes que realmente le abrirán camino en su vida son aquellas que garantizarán que interactúa adecuadamente con otros perros y aprende a moverse dentro de la sociedad humana sin convertirse en una amenaza para otros o para sí mismo.
Sienta
Esta orden es -probablemente- la más básicas y la más necesaria. Y al ser la más sencilla de enseñar y de aprender, es la mejor opción para comenzar el adiestramiento al animal. Es una orden que será muy útil cuando vayamos al veterinario, cuando queramos que se quede quieto al cruzar la calle o cuando se está entusiasmando demasiado al saludar a otros.
El primer paso es llamar su atención. Y para esto, sólo tenemos que hacer notar que tenemos un premio en nuestra mano. Una vez que hemos conseguido esto, el objetivo se centrará en que el animal entienda qué es lo que queremos de él, en este caso, que se siente. Para conseguir transmitir nuestro deseo, lo que tenemos hacer es ponernos frente a él y levantar la mano poco a poco. Lo más probable es que él siga el premio con los ojos y con la nariz. Cuando la mano esté sobre él, el animal se verá obligado a sentarse. Y es en ese momento cuando diremos “sienta”. Al decirlo, le daremos el premio.
Con un poco de tiempo, cuando el animal escuche “sienta”, sabrá qué es lo que tiene que hacer. Si las primeras veces no conseguimos que el perro se siente simplemente levantando la mano, también podremos ayudarle empujando suavemente en el lomo. Pero no tendremos que hacerlo durante mucho tiempo porque lo pillará de inmediato.
Quieto
Esta orden está muy relacionada con la anterior. Es necesaria para que el perro desarrolle autocontrol y para que nosotros aprendamos a confiar en él. Pero, sobre todo, es esencial que aprenda esta orden para que podamos evitar muchas situaciones de peligro. Para conseguir que aprenda esta orden debemos tentarle. Es decir, debemos poner a su alcance algo que le atraiga mucho (suele ser una golosina) y conseguir que no se lance directamente a por ello.
Hay que comenzar con la orden de “sienta”, dejar el premio en el suelo y esperar a ver su reacción. Cuando deje de estar sentado y empiece a caminar hacia la golosina, debemos decir “NO” y volver a decirle que se siente. Cuando consigamos que el perro nos mire a nosotros y no al premio, diremos “ya” y animaremos al perro a coger lo que tanto ansiaba. Es un ejercicio que convendría repetir a diario... y la hora de la comida es el momento perfecto.
Ven
Si el perro está suelto, debemos tener la confianza y la certeza de que si le decimos al perro que vuelva, este volverá a nuestro lado de inmediato. Al igual que ocurre con lo de no tirar de la correa, esto no es algo natural para él. En su estado natural, un perro va a donde quiere y cuando quiere... por lo que no podemos esperar que lo aprenda y lo practique automáticamente.
Para que aprenda qué queremos de él, debemos empezar a ejercitarlo cuando todavía tiene la correa puesta. Nos alejaremos un poco y diremos la palabra “ven” mientras tiramos suavemente de la correa hacia nosotros. Cuando llegue hasta nosotros, le daremos un premio.
Una vez que sintamos que ha aprendido esto, es el momento de hacerlo sin la correa. Y para tener éxito en esta parte, el truco estará en tener un premio que le guste mucho en el bolsillo... porque si la chuche no le llama mucho la atención, no prescindirá de olfatear y jugar solo porque se lo estamos pidiendo nosotros. Es decir, el beneficio de venir con nosotros debe superar a los beneficios de quedarse jugando por su cuenta.
Debemos empezar con distancias cortas, pero con el tiempo podremos ir aumentando la dificultad. El objetivo al que debemos aspirar es que vuelva con nosotros siempre que le llamamos... incluso si tiene delante a otros perros jugando o si tiene un conejo al que perseguir. Si conseguimos que esto ocurra podremos librarle de muchas situaciones de peligro.
No obstante, es un comportamiento que no mantendrá de forma permanente, incluso cuando el perro sea mayor y entienda qué es lo que le estamos pidiendo, debemos seguir haciendo que le compense venir con nosotros, por eso siempre que paseemos con él, deberíamos tener premios en el bolsillo.
Suelta
Esta orden puede parecer un poco innecesaria para un recién iniciado, pero cualquiera que conviva con un perro sabe por qué es tan importante. Los perros son animales muy curiosos y se meterán en la boca casi cualquier cosa que encuentran... incluso cuando sea mala para él. Por eso, debemos enseñarle que conseguirá algo aún mejor si ignora el otro objeto.
Para enseñarle esto, la mejor forma es coger un premio con cada una de las manos y cerrarlas. Le mostraremos uno de los puños y diremos “suelta”. El perro tratará de conseguir el premio de todas las formas que se le ocurran... lo olerá, se sentará, ladrará, nos dará la pata, (...). Pero nosotros ignoraremos cualquiera de estos comportamientos.
Y una vez que el animal pierda interés, le daremos la golosina que tenemos en la otra mano. Habrá que repetirlo muchas veces hasta que el perro se aleje de la primera mano diciendo simplemente “suelta”. Pero una vez que lo haya aprendido, no lo olvidará. Con el tiempo, podremos dejar una golosina en el suelo y seremos capaces de pararlo cuando vaya a cogerla.
Las actitudes esenciales que tu perro debe aprender:
Más importante si cabe que las órdenes, son las actitudes, los límites y las conductas que el animal debe asimilar. El perro puede saber cómo sentarse y como permanecer quieto, pero si no confiamos en que se comportará con respeto y amabilidad con otros perros o personas, nunca podremos estar totalmente relajados a su lado. A continuación, abordamos tres de estas actitudes que serán muy importantes en su desarrollo:
Una correcta sociabilización
La socialización de un perro es el proceso a través del cual aprende a relacionarse con otros perros y con otras personas. Y, además, también debe aprender a sentirse cómodo y seguro frente a cualquier situación novedosa. Para que haya una buena sociabilización, las interacciones deben ser frecuentes, positivas y voluntarias. Y para cumplir con estos tres requisitos, la palabra que debemos tener en mente es “juego”.
Y es que, el perro es un animal emocional y no racional. Eso significa que su estado de ánimo lo es todo. Por eso, desde que salimos de casa hasta que volvemos del paseo, debemos procurar que esté siempre alegre y relajado. Porque si conseguimos que el perro disfrute de una interacción, será mucho más probable que se enfrente a una situación parecida con una buena predisposición.
No obstante, hay situaciones que al perro le darán miedo o que harán que empiece a ladrar de forma constante y machacona, (...). Y nosotros deberíamos aprender a identificarlas y a acercarnos a ellas. La mejor manera de conseguir que pierda esos miedos y esas obsesiones es llamar su atención con algo que le guste antes de que colocarlo en esa situación, por ejemplo, con una golosina. Si conseguimos que el perro esté atento a la golosina en vez de a esa circunstancia que le altera, podremos ir acercándonos poco a poco a ella y hacer que el perro lo asocie a buenas sensaciones. Nunca debemos acercarle contra su voluntad, porque así podríamos provocar que apareciesen traumas... que luego son muy difíciles de superar.
Las reglas de tu hogar
Lo más importante en el proceso de entrenamiento de un perro es el compromiso de todos los miembros de la familia. Todos deben pasar tiempo con el animal, deben ser firmes y deben trabajar juntos para que el animal sepa qué está permitido y qué está vetado. Por ejemplo, si un miembro de la familia permite que el perro se suba al sofá, y otro hace lo contrario; quién lo pagará realmente será el perro... porque se sentirá frustrado al no saber cómo actuar en cada momento.
Si el perro aprende las normas básicas de convivencia que imperan en el hogar cuando todavía es joven, la relación con nuestro perro en el largo plazo será mucho menos conflictiva y mucho más relajada. Porque ese comportamiento que podía resultar tierno cuando era pequeño, como mordisquear las zapatillas, dejará de serlo cuando tenga unos años más.
Caminar junto a su dueño
El paseo es la forma que un perro tiene de relacionarse con el mundo. Un perro que no pasea es un perro desequilibrado, que irremediablemente desarrollará malos comportamientos. Sin embargo, pasear con un perro que tira de la correa puede convertirse en una experiencia tremendamente frustrante, sobre todo si se trata de un perro grande y difícil de controlar. Por lo que es muy importante que aprendamos a caminar juntos lo antes posible.
Además, los perros son unos seres muy sensitivos. Así que, si nosotros nos sentimos frustrados... el perro también se sentirá así automáticamente. Y como ya hemos dicho en el punto anterior, lo que estamos buscando es que el animal se mantenga -casi permanentemente- en un estado de ánimo alegre y calmado. El hecho de que el perro tire de la correa no es un mal comportamiento, es algo que hace por instinto porque en su mundo natural no hay tal cosa como una correa.
Por eso, corregirlo a base de castigos puede llegar a ser contraproducente. Debemos entrenarle en positivo, es decir, con premios y no con castigos. Una buena alternativa es llevar golosinas con nosotros y premiarle cuando consiga permanecer a nuestro lado durante un rato. Poco a poco, podremos ir espaciando las ‘chuches’ y sustituyéndolas por gestos de afecto. Con constancia, disciplina y paciencia, habremos conseguido que deje de tirar y podremos disfrutar tranquilamente de nuestros paseos.
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