Investigación científica

Dan Gilbert: «La naturaleza nos ha creado para buscar la felicidad»

Este psicólogo de Harvard, ha dedicado su carrera a estudiar la felicidad.

Dan Gilbert, ayer, en el CaixaForum de Madrid, donde impartió su conferencia
Dan Gilbert, ayer, en el CaixaForum de Madrid, donde impartió su conferencialarazon

Este psicólogo de Harvard, ha dedicado su carrera a estudiar la felicidad.

Las ventas de sus libros han alcanzado la categoría de «best-seller» y las visitas de sus charlas en Youtube se cuentan por millones. No es de extrañar, si tenemos en cuenta que Dan Gilbert ha consagrado varios decenios de su carrera a buscar el Santo Grial no ya de nuestra era, sino de cualquier era: la felicidad. Profesor de Psicología de la Universidad de Harvard, Gilbert estuvo ayer en Madrid, invitado por Obra Social La Caixa para pronunciar la conferencia «La felicidad: lo que tu madre no te contó» en CaixaForum. Eso sí, que nadie se engañe. Como buen tesoro, la felicidad no se obtiene por alquimia. Gilbert va con la verdad por delante: «No voy a decir cómo ser feliz, sino por qué no sabemos que podemos ser felices».

Pero, ¿qué es eso que no nos contaron nuestras madres sobre la felicidad? «Las madres atesoran mucha sabiduría sobre lo que es la felicidad», explica. «Y en algunas cosas tienen razón, y en otras no», añade. Y su principal error, tanto el de ellas como el del resto del género humano, es que «hemos subestimado nuestra capacidad de resilencia: podemos cambiar nuestra visión del mundo cuando nos ocurren cosas malas».

Y es que, tanto si nos empeñamos en ser felices como infelices, contamos con un poderoso aliado: nuestro cerebro. «La mente nos desinforma. El cerebro nos da información equivocada sobre lo felices o infelices que seremos en el futuro». Gilbert pone un ejemplo «extremo». «Si le preguntamos a alguien ‘‘¿cómo de feliz serías si te quedaras ciego?’’, la mayoría diría: ‘‘¡Pero qué dices! ¡Sería terrible!’’. Sin embargo, sabemos que hay personas ciegas que han sido y que son felices. Pensamos que quedarse ciego será terrible y que ganar la lotería será maravilloso. Pero no tiene por qué ser así», explica. Y he aquí otra cosa que no nos contaron de pequeños: tenemos un sistema inmune psicológico que determina nuestra visión de las cosas. «Todos lo tenemos, pero muchos no lo saben. Es el sistema que nos permite ver lo bueno cuando las cosas van mal. Y no sabemos que nos podemos adaptar, cuando somos tremendamente adaptables». Con ese sistema ocurre como con el sistema inmunológico «tradicional»: «Algunos, como mi mujer, no se resfrían nunca. Y yo, me resfrío cada dos por tres. Hay quien se adapta a las peores tragedias y hay quien se deprime a la mínima». Sin embargo, según Gilbert, «la mayoría «pertenecemos al primer grupo: un 75% de la población que ha pasado por las peores tragedias es feliz a los dos años... el mismo porcentaje de población que reacciona positivamente a un virus». Porque, al final, «la naturaleza no nos ha creado para ser felices siempre, sino para buscar siempre la felicidad».

Pero, ¿qué sabemos, en términos biológicos, de la felicidad? Como dice Gilbert, que la responsable es una sustancia, la dopamina, que fluye en el sistema de recompensa de nuestro cerebro, el sistema límbico, y, concretamente, en el lóbulo frontal. En esa zona se concentran nuestros pensamientos sobre el futuro. Y éso se produce a diario. Sin ir más lejos, cuando nos preguntamos cada mañana: ¿seré feliz hoy en el trabajo? «Ningún otro animal tiene esta capacidad. Los monos también tienen un lóbulo frontal, pero no tan desarrollado». Y hasta aquí se puede leer. «Los científicos dicen que la dopamina ‘‘desempeña’’ un papel importante en la felicidad. Y cuando dicen ‘‘desempeña’’, quieren decir que no tienen ni idea. El estudio del cerebro es muy reciente».

Consciente de que la «industria de la felicidad» es lucrativa, Gilbert reivindica a aquellos autores que plasman en sus libros los recovecos de la felicidad... «siempre que se basen en datos científicos. ¿Qué opiniones son las correctas y cuáles no? Precisamente, en eso consiste la ciencia. Me opongo a todo lo que no sea científico».