Investigación
Descubierto el gen que provoca el sobrepeso
Se trata de una modificación que inhibe el gen SMIM1, que participa, también, en la formación de las células de la sangre
La obesidad va por barrios. Mejor dicho, por tipologías de sangre. La experiencia clínica demuestra que existen diferentes tipos de relaciones personales con la tendencia a engordar. Pero no se conoce muy bien por qué ocurre. ¿Qué hace que algunas personas sean casi inmunes al aumento de peso, coman lo que coman, y otras tienen grandes dificultades para mantener su figura a pesar de someterse a dietas y tratamientos?
Una investigación conocida a través de su publicación en la revista «Med» parece haber dado, al menos, con una de las claves: y se encuentra en el torrente sanguíneo: científicos de la Universidad de Exeter (Reino Unido) han descubierto una variante genética que hace que las personas que la portan tengan mayor tendencia al sobrepeso y su metabolismo consuma menos energía que el resto de los mortales. En concreto se trata de una modificación que inhibe el gen SMIM1, un gen que participa, entre otras cosas, en la formación de las células de la sangre.
El SMIM1 es un recién llegado al mundo de la ciencia. De hecho solo se conoce desde 2014. Su hallazgo ocurrió por sorpresa cuando se investigaba la sangre de personas que habían padecido una reacción adversa a una transfusión. Existe una porción pequeña de la población que tiene un alto riesgo de morir por incompatibilidad ante una transfusión sanguínea. Son conocidos como Vel negativos. Solo una de cada 5.000 personas nacidas corresponde a este fenotipo.
Hace 10 años se descubrió que estas personas carecen de dos copias del gen SMIM.
La nueva investigación sugiere ahora que esas mismas personas son más propensas a la obesidad. Los individuos carentes de ambas copias del gen presentan también otros efectos secundarios como altos niveles de colesterol en sangre, disfunciones del tejido adiposo, encimas hepáticas descontroladas y menores niveles de hormonas tiroideas.
Los autores del estudio, que incluye expertos de las universidades de Cambridge, Lund y Copenhague, creen que el hallazgo podría abrir la puerta a algún tipo de terapia futura contra la obesidad.
Esta condición ha triplicado su incidencia en la población en los últimos 50 años. Se cree que en 2030 más de 1.000 millones de personas en todo el mundo serán obesas. La llamada «epidemia del siglo XXI», no solo es un problema médico para muchas personas sino que supone un grave impacto económico y social. Un estudio publicado en 2022 en el «British Medical Journal» estableció que el coste sanitario y por pérdida de productividad de las enfermedades relacionadas con el sobrepeso se acerca al 2 por 100 del producto interior bruto global.
En realidad, aún se tiene un conocimiento muy somero de las razones por las que cada vez más personas sufren una tendencia marcada al sobrepeso. A grandes rasgos la obesidad es la consecuencia del desequilibrio entre la energía que se ingiere y la que se gasta. Pero en se balance hay demasiados y muy complejos factores: la dieta, el ejercicio físico, costumbres culturales, enfermedades, fenotipos…
En algunos casos (una minoría de los pacientes) las razones de su tendencia están en los genes. «Cuando eso ocurre, estamos ante la oportunidad de encontrar medicamentos que puedan mitigar el efecto de esos genes en el organismo», explica el autor principal de esta investigación, Mattia Fontoni. El equipo de trabajo implicado ha analizado los genes de casi 500.000 personas con información obtenida del banco genético Biobank de Reino Unido. De entre todas ellas localizaron a 104 individuos portadores de variantes genéticas que inactivan el SMIM1. Además, estas cohortes se compararon con personas Vel-negativas.
Mayor peso según género
Al agrupar los resultados han hallado que los portadores de esos genes inhibidos tienden a pesar 4,6 kilos más (en el caso de las mujeres) y 2,4 (en los hombres).
Hasta ahora se creía que el SMIM1 solamente era un componente más de la información genética que es necesaria para que el cuerpo fabrique células sanguíneas.
En concreto, está implicado en la formación de las membranas celulares. Pero con este nuevo hallazgo, esa minúscula porción de nuestra información genética como humanos adquiere una relevancia inesperada. De repente, se ha convertido en un actor importante en el metabolismo.
En palabras del investigador de Copenhague Ole Pedersen, «nuestro equipo esté realmente ilusionado con los siguientes pasos del trabajo. Queremos averiguar si el conocimiento de este gen puede ayudar a encontrar soluciones concretas contra la obesidad».
Las posibles aplicaciones futuras pasan por entender mejor qué efecto produce el SMIM1 en el equilibrio energético y qué moléculas de laboratorio pueden imitarlo o inhibirlo. De ese modo quizás se pudiera encontrar terapias aplicables a la población general y no solo a los pocos pacientes de obesidad genética.
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