Cirugía

El calvario de la dismorfofobia

Las personas que padecen este trastorno tienen una imagen deformada de sí mismos

Sahar Taban bromeó con que se había hecho 50 operaciones para parecerse a Angelina Jolie
Sahar Taban bromeó con que se había hecho 50 operaciones para parecerse a Angelina Jolielarazon

Viven preocupados por defectos inexistentes y en un constante martirio psicológico por pequeñas imperfecciones, apenas visibles.

Se sienten mal en su cuerpo. Se ven feos. Viven preocupados por defectos inexistentes y en un constante martirio psicológico por pequeñas imperfecciones, apenas visibles. Son presas del estrés, del desánimo y los sentimientos depresivos, lo que les lleva sentimientos de vergüenza, culpa o soledad. Suelen aislarse y evitar situaciones que les provocan ansiedad o malestar psicológico, causando un deterioro psicosocial, laboral y afectivo.

Este perfil de un paciente con dismorfofobia, elaborado por el cirujano estético Jordi Mir, refleja un auténtico suplicio, más allá de la obsesión por pasarse las horas mirándose al espejo, compartiendo selfies y sometiéndose a tratamientos estéticos de toda índole. Las personas que padecen trastorno dismórfico corporal nunca se ven bien. No les basta pasar por el quirófano, ni una ni las que sean necesarias. Su problema no tiene arreglo en manos del mejor de los cirujanos, puesto que, tal como explica Mir desde Clínicas Dorsia, nunca están contentos con el resultado obtenido y suelen demandar a sus doctores por lo que ellos consideran mala praxis profesional.

“Son personas que buscan su bienestar a través de la intervención quirúrgica. Ante la respuesta negativa de un cirujano, buscarán otro cirujano para obtener aquella intervención tan deseada. No son conscientes de su patología, niegan su problemática y creen que intervención tras intervención se sentirán mejor y no es así, al contrario, cronifican su problema”. Con estas palabras explica de forma rotunda el cirujano catalán el motivo por el que nunca se debe intervenir a una persona con esta patología, que no es otra que un problema mental, que debe ser tratado por un psicólogo o psiquiatra.

¿Tiene cura? La respuesta no es sencilla puesto que cada caso presenta unas características muy particulares. Lo que si se logra con la ayuda terapéutica adecuada es reducir de manera considerable los niveles de malestar. Lo asegura la psicóloga Pilar Conde, que ha comprobado como los pacientes tratados cada vez se preocupan menos por esta o aquella arruga, preguntan en menos ocasiones por su apariencia física o reducen su tiempo frente al espejo.

Más allá de los beneficios del tratamiento, la directora técnica de Clínicas Origen incide en la importancia de la prevención en esta sociedad en la que el culto a la imagen ocupa un lugar privilegiado. La adolescencia y el inicio de la edad adulta son épocas críticas en aquellas personas, independientemente del sexo, autoexigentes y cuya autoestima depende en un elevado porcentaje de su aspecto físico.

Especial atención hay que dedicar, añade la experta, a aquellos momentos de la vida en los que un hecho importante pueda desencadenar una crisis de autoestima: rupturas, despidos o cambios físicos.

Dos son los consejos que la psicóloga deja para que podamos ayudar a quienes tienen problemas con su imagen, llegando a padecer trastorno dismórfico corporal.

Predicar con el ejemplo, como reza el dicho tradicional: ser referentes , buenos modelos como padres, parejas o amigos. Priorizar sobre el valor de las personas, más allá de la apariencia o el físico.

Cerciorarnos de que la persona quiere salir del bucle. Si continúa preguntándonos qué tal le vemos y quejándose de sus imperfecciones y no seguimos diciéndole que está bien, en la línea de reforzar las cuestiones que le reaseguran, podría sentirse mucho peor.

Finalmente, tanto desde el sector de la cirugía como desde el de la psicología se hace un llamamiento a la responsabilidad para no continuar reforzando este tipo de conductas que llegan incluso a producir personajes a los que se considera dentro de la tipología del “famoso”. El ken humano, con más de 51 intervenciones quirúrgicas en su haber es un ejemplo. Otro, el último, entre la realidad y la broma macabra, la joven iraní que quería parecerse a Angelina Jolie y que, supuestamente se había puesto otras tantas veces en manos de los profesionales de la cirugía estética.