
Muerte del Papa Francisco
200.000 euros: el último regalo del Papa... a los presos
El Jueves Santo, como solía hacer todos los años, se desplazó hasta una cárcel de Roma y tuvo un encuentro con 70 reclusos

Su estado delicado de salud y la falta de fuerzas físicas no fueron un impedimento para que Francisco pasara sus últimos días… siendo él, un Papa que rompió jerarquías, que predicó con el ejemplo desde el principio (y hasta el final), y que no dudó en defender o en ponerse del lado de quienes, habitualmente, no cuentan con mucha compañía. El pasado Jueves Santo, al igual que ya hizo en el año 2018, Francisco acudió a la cárcel de Regina Coeli, en el céntrico barrio romano de Trastevere. Lo hizo sin cánula para garantizar el flujo de oxígeno vital pero presentando signos evidentes de debilidad y hablando bajito, con mucho esfuerzo.
«Cada vez que entro en un lugar como este me pregunto por qué ellos y no yo», reflexionó ante los micrófonos. Siempre bromista, en esta ocasión también hubo espacio para el desenfado y la risa, concretamente cuando contestó «estoy sentado» mientras sonreía a una reportera que le preguntó cómo estaba.
Las visitas de Francisco a centros penitenciarios fueron algo habitual a lo largo de su papado, y muchas de ellas han coincidido con la celebración de Jueves Santo, una festividad que el Pontífice argentino ha pasado siempre fuera del Vaticano y cerca de colectivos desfavorecidos. En esta última ocasión, se reunió en privado durante media hora con 70 presos, trabajadores de la cárcel y miembros de la dirección. Les entregó un rosario bendecido, saludó uno a uno a los presentes, rezaron juntos y les dedicó unas palabras. A diferencia de años anteriores, y como consecuencia de sus problemas de movilidad, este año Francisco no realizó el tradicional lavado de pies, que conmemora el gesto de Cristo hacia sus apóstoles. «A mí me gusta hacer todos los años lo que Jesús hizo el Jueves Santo, el lavado de pies, en la cárcel. Este año no puedo hacerlo pero sí puedo y quiero estar cerca de vosotros. Rezo por vosotros y por vuestras familias», les dijo, según apuntaron fuentes desde el Vaticano.
Muchas visitas a cárceles
El año pasado, en la misma fecha, acudió a una cárcel de mujeres, también ubicada en Roma y, desde su silla de ruedas, lavó los pies de las reclusas. «Todos tenemos pequeños o grandes fracasos, todos tenemos una historia, pero el Señor nos espera siempre con los brazos abiertos y no se cansa nunca de perdonar», dijo en aquella ocasión. En 2023 el lugar elegido fue un centro de menores recluidos: el mismo sitio en el que pasó su primer Jueves Santo como pontífice. Y es que el afán por estar cerca de los más desfavorecidos ha sido algo constante a lo largo de estos doce años. En 2015, en una visita a un centro penitenciario de Filadelfia, Francisco insistió en que Jesús «nos enseña a ver el mundo a través de sus ojos, ojos que no se escandalizan por el polvo recogido en el camino, pero que quiere limpiar, sanar y restaurar. Él nos pide crear nuevas oportunidades: para los reclusos, para sus familias, para las autoridades penitenciarias, y para la sociedad en su conjunto». Según defendió, «no nos pregunta dónde hemos estado, no nos pregunta acerca de lo que hemos hecho. Jesús lava los pies de la gente y les da vida». A esto, añadió que era doloroso ver «sistemas penitenciarios que no se ocupan de cuidar de las heridas, para calmar el dolor, para ofrecer nuevas posibilidades».
Una última donación
Fuera de las focos mediáticos y cerca de quienes siempre estuvo cerca, Francisco se despidió de la Tierra haciendo una última donación que ahora ha salido a la luz: 200.000 euros salieron de su cuenta con el objetivo de mejorar las condiciones y recursos de los reclusos. «Era todo lo que tenía en su cuenta personal», declaró en el medio italiano «Repubblica» el obispo delegado en las cárceles, Monseñor Benoni Ambarus, conocido como Don Ben.Este habría tenido una conversación con Francisco sobre la falta de fondos para asistir a los presos, tras la cual el argentino le dijo: «No te preocupes, tengo algo en mi cuenta».
Se desprendió de sus bienes y se deshizo de lo económico para irse como llegó, sindo fiel y leal a unos principios que han marcado precedente en la Iglesia y un recuerdo imborrable en la sociedad.
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