Espacio

Esto pasará cuando muera el sol

Nuestra estrella expulsará su piel en forma de nube de polvo y gas brillante dentro de 10.000 millones de años, según la Universidad de Manchester

Esto pasará cuando muera el sol
Esto pasará cuando muera el sollarazon

Nuestra estrella expulsará su piel en forma de nube de polvo y gas brillante dentro de 10.000 millones de años, según la Universidad de Manchester.

El Sol no va a estar allí arriba siempre. Es una estrella y tiene su ciclo de vida: nace, crece, envejece y muere. Parece que existe un consenso científico bastante unánime en determinar que el astro rey es una estrella más o menos mediana en la mitad de su vida. Eso quiere decir que aún le quedan unos 10.000 millones de años de combustible. Así es que la buena noticia es que ni usted ni yo estaremos aquí cuando el astro que nos da la vida dé su petardazo final. De hecho, es muy probable que la vida misma en el planeta Tierra se extinga antes que el propio Sol. ¡Quién sabe qué testigos contemplarán el fatídico acontecimiento! Aun así, los astrónomos se empeñan en indagar sobre cómo será ese momento, qué ocurrirá realmente durante el triste canto de cisne solar. Y un equipo de científicos internacionales, liderados por el astrónomo de la Universidad de Manchester Albert Zijlstra, acaba de acercarse algo más al misterio de ese final. Según su tesis, publicada ayer en la revista Nature Astronomy, la que ahora vemos como una estrella amarilla brillante que daña nuestra vista terminará convertida en un anillo luminoso de gas y polvo. Algo que se conoce como nebulosa planetaria. Será una especie de bruma circular apenas perceptible.

El 90 por 100 de las estrellas activas acaban sus vidas de esta guisa. De hecho, convertirse en nebulosa es una suerte de destino de transición desde el estado de estrella gigante roja y una estrella enana blanca moribunda. Se cree que nuestro Sol se convertirá en gigante roja... el paso previo al estado etéreo que Zijlstra ha propuesto. La idea es provocadora porque, hasta ahora, los científicos no estaban seguros de que nuestro astro tuviera suficiente masa para seguir este proceso que sigue la mayoría de las estrellas conocidas. Pero vayamos por partes. El modo en el que muere un astro depende de su tamaño. El que amanece cada mañana al otro lado de nuestras ventanas es un astro enano de tipo G (digamos que mediano para lo que suele llevar en el cosmos). Dentro de unos 6.000 millones de años, el Sol habrá consumido todo su combustible interno que fundamentalmente es el hidrógeno del núcleo que le permite brillar. En ese momento, su horno necesitará helio para seguir brillando y el Sol empezará a crecer de tamaño. De hecho, crecerá hasta más de 100 veces el área que hoy ocupa. Eso quiere decir que arrasará la mayoría de los planetas que hoy lo rodean. Si existe vida en la Tierra para entonces, desaparecerá de un plumazo. Aunque es probable que nuestro núcleo rocoso sea suficientemente resistente para aguantar la radiación y el calor. La Tierra quedará reducida a una bola inerte de mineral caliente girando alrededor de un astro moribundo. Este es el trazo gordo que los astrónomos han dibujado de los posibles acontecimientos. Pero más allá de este panorama general, la astronomía no ha sabido afinar más. ¿Será realmente una gigante roja moribunda? ¿Cuántos miles de millones de años tardará en desaparecer?

Para responder a estas preguntas, el equipo de astrónomos que ahora ha presentado sus resultados ha diseñado un modelo informático que imita a una estrella. Con él han simulado la densidad y el brillo de la capa exterior del astro en diferentes momentos de su evolución. Cuando una estrella muere, empieza a eyectar gas y polvo al espacio, como si se deshiciera de su piel. En algunos casos esta capa exterior supone más de la mitad del tamaño del astro. De ese modo se expone a la vista su núcleo que es el que se ha quedado sin combustible.

Con este modelo, los astrónomos han podido descubrir que, una vez la capa exterior ha sido expulsada, el núcleo interno empieza a calentarse a una velocidad tres veces superior a la que hasta ahora se había considerado. De manera que es tres veces más fácil provocar una nebulosa de gas alrededor (más calor, significa más energía).

Con este dato se ha demostrado que incluso una estrella pequeña como el Sol será capaz de generar nebulosas en el futuro, algo que hasta ahora se había puesto en duda. Se pensaba que las estrellas más pequeñas correrían un destino diferente.

En otras palabras. La ciencia hasta el día de hoy pensaba que el Sol no tendría empaque suficiente para morir con una bella explosión nebulosa y que quedaría reducido de manera triste a una pobre enana sin calor y brillo. Pero el nuevo modelo sitúa a nuestro astro justo en la frontera del tamaño necesario para que las nebulosas de canto de cisne aparezcan. Lo cual tampoco tranquiliza mucho. El final del astro es inevitable y sus consecuencias para la estabilidad de los planetas que le rodean igualmente dramáticas. Para colmo tampoco habrá bicho viviente capaz de observar el bello espectáculo de las nebulosas. Pero, eso sí, se ha resuelto un problema científico que llevaba un cuarto de siglo trayendo de cabeza a los astrónomos: ¿Puede una estrella como la nuestra expulsar su piel en forma de nube de polvo y gas brillante? La respuesta teórica es «sí». Dentro de 10.000 millones de años, la confirmación.