La opinión de Antonio Pelayo
El Jubileo de los pobres
"Reconociendo que Dios es nuestra primera y única esperanza nosotros podemos pasar de la esperanza efímera a la duradera", asegura León XIV
«Los pobres son la gran riqueza de la Iglesia». Con esta frase, Madre Teresa de Calcuta convenció a Juan Pablo II para que, dentro de los muros vaticanos, se abriera la casa «Don de María» donde sus hijas, las Misioneras de la Caridad atienden cada día a montones de menesterosos que llaman a su puerta. Años después, el 19 de noviembre de 2017, el Papa Francisco instituyó la primera Jornada Mundial de los Pobres. Ese domingo, la Basílica de San Pedro ofrecía un aspecto muy distinto del habitual; la ocupaban centenares de pordioseros que, ayudados por organizaciones caritativas, se «endomingaron» lo mejor que pudieron. Finalizada la Eucaristía el Pontífice argentino compartió una comida con 1.300 menesterosos en el Aula Pablo VI. Desde entonces hasta hoy, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de los Pobres que, en este Año Santo, se une al Jubileo de los Pobres. Su celebración comenzó el viernes con una Vigilia de la Misericordia en la Basílica vaticana y será clausurado hoy con una celebración eucarística presidida por León XIV. Se prevé la asistencia de unos quince mil peregrinos llegados de todo el mundo.
En el mensaje que hizo púbico Bergoglio para la celebración de 2021 de la Jornada de los Pobres denunciaba «un mercado que ignorando los principios éticos crea condiciones inhumanas que se abaten sobre personas que viven en condiciones precarias ». Es una realidad que ha confirmado en España el reciente informe de Caritas.
En su mensaje para este Jubileo de los Pobres Robert F. Prevost recuerda que “el pobre puede ser testigo de una esperanza fuerte y fiable precisamente porque es profesada en unas condiciones de vida precarias. Reconociendo que Dios es nuestra primera y única esperanza también nosotros podemos pasar de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera”.