El derbi de Champions

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Mantenían secuestradas en Alzira (Valencia) a seis mujeres. El hijo de una de ellas vivía encerrado dentro de una habitación en una casa distinta a aquella en la que su madre ejercía la prostitución
Con tan solo ocho años, ya sabe lo que es pasar miedo y soledad. Las dos cosas a la vez en la angostura de una habitación oscura, sin ventilación, con unas cuantas sillas viejas desvencijadas, muebles sobrantes y una almohadón en el suelo, que debía ser la única «comodidad» con la que contaba el niño para dormir.
Eso es lo que las bandas de proxenetas entienden por «cuidaremos a tu hijo», cuando convencen a una mujer, en este caso, en Rumanía, para que venga a España a «hacer dinero».
De educación, no hablamos, y en cuanto a alimentación, un plato de comida, un poco de agua y que coma cuando quiera.
Turnu Magurele es un municipio rumano con mayoría de población de etnia gitana. De allí provienen la madre y el hijo. Posiblemente, la vida del menor en Rumanía no era mucho mejor que la que ha tenido hasta ahora en España. No parece haber sido escolarizado y tampoco sabía muy bien lo que era un policía. Pero el abrazo del primer agente que llegó hasta él le tranquilizó. Los abrazos han sido muy caros en su corta vida. Su madre no vivía con él y no le dejaban verlo más que en contadas ocasiones.
El niño tampoco participaba del entorno social de la casa que habitaba, pues el resto de sus moradores no le permitían salir apenas de la habitación, ni tenían la más mínima consideración a su corta edad.
Las condiciones higiénicas eran lamentables. El pequeño también desconoce qué es un proxeneta y no entiende lo que es la prostitución, pero ya ha sido rehén de una banda que utilizaba al chiquillo como principal argumento para que su madre vendiera su cuerpo por horas y ellos obtuvieran el arriendo. De ella y de hasta cinco mujeres más, que eran coaccionadas, violentadas, violadas y agredidas constantemente por una banda de desalmados, compuesta por cuatro personas.
Tres fueron detenidas, el otro, el cabecilla, huyó a Rumanía. Pero la prioridad era salvar al niño. «Si no hubiera estado el chiquillo hubiéramos esperado más para detenerlos a todos, pero la prioridad era el nene, como dicen en Valencia». Quien ello explica es el inspector jefe Nieto, jefe del Centro de Inteligencia de la Policía Nacional.
La madre del pequeño acababa de sufrir la enésima paliza por parte del jefe de la banda, paliza con violación incluida, y en esta ocasión las lesiones eran evidentes por todo su cuerpo.
Quizá fue la gota que colmó el vaso y armó de valor a la mujer para escapar de los captores en un descuido, y acudir hasta una comisaría de la Policía para denunciar su brutal cautiverio.
Le ayudó un cliente al que, tras un servicio, accedió a sacarla en su coche del polígono industrial donde la controlaban sus secuestradores.
Con el corazón en un puño, la mujer prestó declaración sabiendo que las represalias, en esta ocasión, las podía cobrar su hijo en forma de paliza o algo peor.
La Policía tenía que actuar con rapidez y así se hizo. Inmediatamente se dispuso un operativo en el que participaron agentes de la Unidad Territorial Operativa de Extranjería y Fronteras, de la Brigada Central contra la Trata de Seres Humanos, de los Goes con base en Valencia y agentes de la Comisaría de Alzira. También se contaba con la colaboración del Agregado de Interior de Rumanía en España.
Mientras los Goes entraban en el piso, otros agentes sacaban de la calle a las cinco compañeras de las denunciantes que, con el miedo en el cuerpo, ratificaron la declaración de la madre.
Los captores no opusieron resistencia al verse sorprendidos por la Policía en su misma guarida, y tampoco trataron de ocultar al niño.
Cuando el primer agente entró en la habitación, el chaval estaba sentado en un silla, esperando nada. Quizá la costumbre de oír golpes y gritos hizo que no le extrañara el revuelo de esa agitada noche.
Vestía una camiseta de tirantes y un pantalón corto, y agitaba sus pies descalzos que aún no le llegan al suelo.
Estaba sucio, como la habitación donde pasaba sus días y sus noches y no debía tener más ropa, porque los agentes lo sacaron de la casa tapado con una manta.
Madre e hijo se fundieron en un abrazo en la comisaría, de esos de película, esta vez con final feliz.
El niño está siendo atendido por los servicios sociales de la Comunitat Valenciana, y los del Ayuntamiento de Alzira, que ha prestado toda su ayuda. De momento, han despertado de la pesadilla.
El daño de las series televisivas
Es posible que las cinco mujeres que liberó la Policía en esta operación a finales del mes de julio supieran a qué venían a España. Pero no sabían el cómo. El inspector jefe Nieto, al frente de la operación, explica que la mafias de trata de mujeres saben muy bien lo que tienen que vender y juegan con la necesidad. «Series como "Sin tetas no hay paraíso"han hecho mucho daño porque esa es la imagen que las mafias venden de la prostitución. Altísimo nivel, con quien quieras y cómo quieras. Mucho dinero, mucho champán y mucha fiesta». Y luego acaban en un polígono industrial explotadas y constantemente agredidas. Por ello, la Policía ha puesto en marcha el Plan contra la Trata de Seres Humanos con un teléfono gratuito totalmente anónimo para las víctimas pero también para clientes que vean algo raro o sospechoso 900 10 50 90. Y una dirección de correo electrónico trata@policia.es.
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