Manos Unidas

"La misión te da la bofetada si te crees una salvadora"

La religiosa sevillana Valle Chías ejerce en Haití de embajadora de Manos Unidas, la ONG de desarrollo de la Iglesia que hoy celebra su jornada anual

La religiosa española Valle Chías, que ejerce en Haití de embajadora de Manos Unidas
La religiosa española Valle Chías, que ejerce en Haití de embajadora de Manos UnidasCedida

Valle dispone del billete de vuelta listo para dentro de unos días, pero no las tiene todas consigo de que pueda usarlo. Es lo que tiene ser misionera en el país más pobre de América, que atraviesa por su enorme crisis sociopolítica que le impide, una vez más, levantar cabeza. Tanto es así que en los últimos meses cooperantes, religiosos y los propios haitianos están huyendo ante una violencia que parece imparable. Como la pobreza. "Al terror de las bandas armadas, se suman ahora las protestas de la población para que se vaya el presidente Ariel Henry, que nunca ha sido votado, y al que se le acusa en algunos sectores de estar detrás del anterior presidente", lamenta esta religiosa de Jesús-María y médico de 35 años que lleva cuatro en el país.

Estos días, Valle Chías se encuentra con su familia en Sevilla, precisamente como altavoz de denuncia de lo que sucede en Haití a través de Manos Unidas, la ONG para el desarrollo de la Iglesia católica, empeñada en acabar con el hambre en cada rincón del planeta. Y es que hoy se celebra la jornada nacional de esta plataforma social que surgió hace más de 65 años para acabar con el hambre que hoy afecta a más de 735 millones de personas en el mundo. Y subiendo. Este año, bajo el lema "El Efecto Ser Humano", se busca concienciar de la capacidad que tiene cada persona para dar un vuelco al cambio climático con su solidaridad y gestos cotidianos frente al despilfarro y el consumismo.

Valle sabe de primera mano que cada euro que se confía a esta ONG llega a su destino. En su caso, en forma de agua. La entidad eclesial ha financiado la canalización desde un acuífero y la instalación de ocho fuentes para varias poblaciones desérticas del noroeste de Haití que han beneficiado a 4.000 personas que ahora al menos pueden acceder al agua potable a tan solo quince minutos de su casa. «Ha sido un proyecto duro en muchos aspectos, primero por la falta de personal cualificado para la elaboración técnica, la construcción y la dificultad para encontrar los materiales». Además, Manos Unidas les ayudó en la compra de un vehículo para montar una clínica móvil. "Soy la principal beneficiaria porque salgo prácticamente a diario", expone la única doctora presente en la región montañosa de Jean Rabel.

De su maridaje con Manos Unidas destaca su apuesta por el acompañamiento, escucha, orientación y su profesionalidad: "Se empeñan en que los proyectos salgan de la propia comunidad y que no vengan dados de fuera". Lo cierto es que esta plataforma social de la Iglesia nunca se ha centrado en una ayuda limosnera sino en un 'ten con ten' con la contraparte, a los que consideran socios locales, para que ellos tomen las riendas de su presente para reconstruir su futuro.

"Cuando sufren una catástrofe natural como una riada que arrasa con todo y al día siguiente los ves yendo de nuevo al campo, no deja de impactarte, porque se levantan una y otra vez de todas las desgracias que les acechan. Tienen una fortaleza y una capacidad de pelear por la vida que no lo he visto antes", expone Valle sobre la resiliencia del haitiano. "¿Van a quedarse de brazos cruzados esperando a morirse? Por supuesto que no", subraya.

Con este panorama de fondo, a la misionera no le revuelve demasiado lo que puedan pensar los negacionistas de la injusticia climática: "Que lo sigan negando, pero está claro que está pasando algo. Yo siempre he vivido desde pequeña con restricciones de agua en Sevilla, pero sabía que podíamos guardarla en un cubo y que cuando volvía a abrir el grifo, salía agua. En Haití si no hay agua, no hay agua de verdad, no hay comida, hay enfermedad y hay muerte, así de directo". Y advierte justo después: "La burbuja en la que vivimos los países del Norte no va a ser eterna, porque nosotros también estamos sufriendo las consecuencias directas del cambio climático por las sequías y estamos viendo que ya ni los trasvases nos salvan. Pero además también vemos los ecos indirectos, que son las migraciones de quienes huyen por culpa del clima". Es más, deja caer que "Jesús no invitó a nadie a cerrar el grifo porque entonces no existía, pero sí puso en el centro el amor al prójimo y ese amor pasa hoy por responsabilizarnos de la vida de los otros y eso implica el cuidado de la Casa común".

Su lugar en el mundo

Sobre su papel en Haití, no tiene dudas: "He aprendido que mi tarea no es hacer y resolver, sino de estar y acompañar. Claro que se valoran nuestros proyectos para el desarrollo, pero lo que aprecian de verdad es que, con tu presencia les estás diciendo: ‘Me importas, tú no me das la espalda, el mundo no me ignora’". Y es que Valle quiso ser misionera desde pequeña. Ni mucho menos se arrepiente. "Cuando aterricé en mi primer destino, Guinea Ecuatorial, me llevé mi primera bofetada, porque, en el fondo siempre hay algo dentro que te hace pensar que vas allí de salvadora. Ni nos necesitan como rescatadores, ni vas a evangelizar, porque en realidad son ellos quienes te evangelizan. El concepto de mí misma, de la misión y de Dios, se rompió y se reconstruyó con la gente".

Haití ha supuesto para ella un salto más: "He entrado en una realidad a la intemperie. Teniendo esa seguridad que nos da ser extranjeros con un pasaporte y determinados recursos que no tienen mis vecinos, tocas la pobreza de verdad. La imagen de los niños del tercer mundo sonriendo es mentira, mi día a día es ver a familias pasándolo muy muy mal, la pobreza no es bonita, es dolorosa".

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La misionera Valle Chías es perfectamente consciente de que su vida está en juego, puesto que la tierra que pisa es la misma en la que, hace apenas ocho años, fue asesinada su compañera Isa Solá, religiosa de Jesús-María que ejercía de enfermera. "Me siento formando parte de algo que es más grande que yo, que es hacer realidad el Reino de Dios entre los últimos desde el compromiso de mi congregación. De hecho, las religiosas de Jesús-María podían haber dicho hasta aquí y haberse marchado y, sin embargo, se ha optado por la misericordia y por continuar. La gente que acompañamos no es la gente que asesinó a Isa", expresa sin temor alguno. Es más, apunta cómo "hay muchas mujeres que a lo mejor no han dado su vida con un tiro en la nuca como Isa, pero sí están desgastándose en el día a día, en lo pequeño".