Sucesos

Nuevas pistas sobre la desaparición de Emanuela Orlandi en el Vaticano

Su presunto secuestro, hace 40 años, continúa siendo un misterio

El hermano de la joven desaparecida, Pietro Orlandi
El hermano de la joven desaparecida, Pietro OrlandiGregorio BorgiaAgencia AP

Han pasado 40 años desde que Emanuela Orlandi, la hija de 15 años de un funcionario de la Santa Sede cercano al Papa Juan Pablo II, desapareció sin dejar rastro tras salir de su clase de música en el conservatorio de la Plaza de San Apolinar, en el centro de Roma. El presunto secuestro de la joven salpicó al Vaticano, a la Mafia y hasta a los servicios secretos italianos, sin que la Justicia haya logrado hasta ahora descifrar el misterio.

En enero el Vaticano reabrió la investigación y ayer confirmó que existen nuevas pistas que podrían esclarecer uno de los mayores enigmas italianos. «En los últimos meses se han recogido todas las pruebas disponibles en las estructuras del Vaticano y de la Santa Sede y, tras examinar el material, se han confirmado algunas líneas de investigación dignas de ser profundizadas», confirmó en una nota.

En abril, por primera vez desde la desaparición, el hermano de la joven desaparecida, Pietro Orlandi, declaró durante ocho horas ante el fiscal vaticano, Alessandro Diddi. «He percibido la voluntad de esclarecer los hechos», confesó a las puertas del Tribunal. Pero esa misma noche, durante una entrevista en televisión, Orlandi insinuó que el Papa Juan Pablo II estaba detrás de la desaparición de su hermana. «Me han contado que Wojtyla cada cierto tiempo salía con dos monseñores polacos de noche y no iba claramente a bendecir casas», explicó desatando una tormenta en el Vaticano.

En el pasado, algunas teorías hipotetizaron que la adolescente había sido víctima de un crimen de naturaleza sexual, pero hasta entonces nadie se había atrevido a señalar al pontífice polaco en público. En cambio, una de las primeras hipótesis investigadas tras su desaparición el 22 de junio de 1983 apuntaba al secuestro de la adolescente por parte de un grupo criminal para pedir la liberación de Ali Agca, el terrorista turco que el 13 de mayo de 1981 disparó contra Wojtyla en la Plaza de San Pedro.

La Fiscalía de Roma investigó sin éxito la presunta relación de la desaparición de la adolescente con la Banda de la Magliana. Algunos indicios sugerían que la joven podría haber sido secuestrada por este grupo mafioso para presionar al Vaticano con el fin de que les restituyera el dinero que habían perdido con la quiebra del Banco Ambrosiano, donde habían invertido a través del Instituto para las Obras Religiosas (IOR), el conocido como Banco Vaticano.

Durante años se creyó que el cuerpo de la adolescente podría encontrarse en la Basílica de San Apolinar, cerca de la escuela de música donde se la vio por última vez. En ese mismo templo permanecían sepultados los restos mortales de Enrico De Pedis, alias «Renatino», uno de los principales «capos» de la organización, que consiguió ser enterrado en la basílica gracias a la intermediación del cardenal Ugo Poletti, entonces vicario del Papa Juan Pablo II. Sin embargo, cuando en 2012 las autoridades vaticanas accedieron a exhumar la tumba del mafioso, no encontraron ni rastro de Emanuela.

La última vez que el Vaticano siguió una pista fue en 2018, cuando el Vaticano autorizó la apertura de las tumbas de dos princesas alemanas fallecidas en el siglo XIX y enterradas en el interior de los muros vaticanos. La familia recibió una carta anónima que sugería que los restos de la joven podían hallarse en uno de los sepulcros, pero cuando los abrieron las tumbas estaban completamente vacías.