Conferencia Episcopal

Los obispos españoles buscan nuevo presidente: de lo posible a la sorpresa

A partir de mañana, la Conferencia Episcopal elige a su líder. Con el cardenal José Cobo autoexcluido, se mira a los arzobispos Luis Argüello y José María Gil Tamayo

José María Gil Tamayo, obispo de Ávila
José María Gil Tamayo, obispo de ÁvilaZIPIAgencia EFE

Los obispos buscan presidente. A partir de este lunes se reúne la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal en la que están llamados a elegir quién llevará el timón de la Iglesia española durante los próximos cuatro años. El martes se conocerá el nombre de quien tomará el relevo del cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, que asumirá, entre otras encrucijadas, el aterrizaje algo tímido de las reformas del Papa Francisco –con los seminarios al frente–, la polarización existente en el seno del catolicismo español o asentar la lucha contra la lacra de los abusos sexuales o las siempre complejas relaciones con la Moncloa de Pedro Sánchez.

En principio, 79 obispos tienen derecho a votos pero solo 49 pueden ser elegidos… ¿el motivo? El pontífice argentino ha determinado que solo podrán ser candidatos a pastores los obispos titulares que no hayan presentado su renuncia; es decir, aquellos menores de 75 años. Además, es aconsejable, aunque no obligatorio, que el elegido no cumpla esta edad durante el cargo. De hecho, el arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, el principal nombre que suena hasta ahora como principal candidato, se salva por poco de esta recomendación en tanto que el 10 de mayo cumple 71 años.

Lo cierto es que prácticamente desde hace un año, cuando en el horizonte se vislumbraban las elecciones del lunes, los obispos comenzaron a buscar candidatos. Las miradas comenzaron a apuntar a Valladolid. Como aval de Argüello, su experiencia como secretario general del Episcopado durante cuatro años, como aquel que se encarga de pilotar el día a día de la Casa de la Iglesia, tanto de puertas para adentro como en las relaciones institucionales. Con una gestión reconocida en estos menesteres, sus compañeros de bancada le aprecia por su liderazgo intelectual que se plasmó en el documento pastoral titulado «El Dios fiel mantiene su alianza», una obra colegial del Episcopado, pero que lleva su sello personal en fondo y forma. Tal es su predicamento que se llegó a hablar de él como posible arzobispo de Madrid. Su designación para Valladolid le llevó a dejar la Secretaría General, para sorpresa de quienes pensaban que podría compatibilizar ambas tareas. Fue entonces cuando se le vislumbró como candidato natural a la presidencia.

Sin embargo, el pasado junio Francisco nombró a José Cobo arzobispo de Madrid. Justo un mes después le creaba cardenal. Roma apuntaba (y apunta) a una regeneración eclesial para España por la vía Cobo y los obispos tomaban nota. La confianza del Papa hacia el nuevo purpurado se certificó al designarle miembro del Dicasterio para los Obispos y el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Dos tareas no menores, en tanto que implican, entre otras cosas, supervisar los movimientos católicos emergente y reconducir el «casting» de los nuevos prelados españoles ante el descontento romano por una misión que corresponde al nuncio, Bernardito Auza, encargado de elaborar las correspondientes ternas de candidatos.

Con su nombre como cabeza de un cartel electoral imaginario, Cobo se autoexcluyó de la carrera presidencial de inmediato. En público y en privado manifestó que no es el momento de asumir el timón de la Conferencia Episcopal. Su objetivo prioritario pasa por la puesta a punto de Madrid y no despistarse de las complejas encomiendas vaticanas. «Con 57 años no tiene prisa por ser presidente. Podría ser elegido en varias ocasiones hasta los 75», expone a LA RAZÓN un obispo con canas, que aplaude la decisión del nuevo cardenal «para no quemarse con tantos frentes abiertos, porque bastantes zancadillas le quieren poner y ha aprendido de las minas que le pusieron al cardenal Osoro», su predecesor en Madrid.

Con Cobo fuera de juego «motu proprio», de nuevo se ponían las miradas en Argüello. Para aderezar la terna, solo para aderezar, se han dejado caer en los mentideros eclesiales algunos habituales de las quinielas (Burgos, Oviedo, Getafe…) a los que se han sumado otras figuras emergentes (Bilbao, Santiago de Compostela, Sevilla…).

Giro inesperado

Sin embargo, algo podría haber cambiado en estos días, a medida que se acerca el lunes. Si el nuevo hombre del Papa en España renunció a la batuta presidencial, sí podría ejercer en esta recta final preelectoral de lo que en los cónclaves se denomina «gran elector». Esto es, sus sugerencias podrían tomarse como referencia para tener en cuenta por su autoridad púrpura y romana. Cobo ha guardado silencio hasta esta semana. Sin embargo, este martes compareció ante los micrófonos de Radio Nacional de España, donde fue preguntado por el perfil del nuevo presidente: «Tenemos el reto de tener a alguien que aglutine, con mucha capacidad de diálogo, tanto entre los obispos, con el mundo y la Administración, y alguien que conozca bien el funcionamiento interno de la Conferencia Episcopal». Con estas pistas, Argüello encajaría en esas pinceladas. Pero añadió otro matiz: «Puestos a pedir, pienso en alguien que además sea joven».

Esta reflexión en voz alta podría ir en la línea, de alguna manera, con el comentario que deja caer el presidente saliente, Juan José Omella, en una entrevista a «Vida Nueva». Preguntado por su candidato, se inhibe: «Con este retrato tampoco me atrevo, porque ni soy Dios ni soy el más sabio como para elaborar un perfil». Sin embargo, poco después apunta: «Busquemos nombres más jóvenes».

Pistas para cazar al vuelo, en tanto que los obispos españoles conforman un gremio al que no le gustan las imposiciones ni las murmuraciones explícitas. O lo que es lo mismo, «que nadie me diga a quién tengo que votar». Sin embargo, esas dejadas de Cobo y Omella podrían apuntar a un nombre que siempre ha estado pululando en el imaginario episcopal correspondería con este perfil: José María Gil Tamayo. El arzobispo de Granada podría ser la alternativa. Al igual que Argüello, conoce de arriba abajo la Casa de la Iglesia porque como él fue secretario general. También es arzobispo, esto es, el mismo «rango», un detalle no menor para el gremio episcopal. Eso sí, cinco años más joven que el prelado de Valladolid, la apostilla que parecían lanzar los purpurados. Destinado a la región andaluza en julio de 2022, se ha hecho con las riendas de un territorio eclesial con rasguños que ha revertido a través de una puesta a punto en lo económico, revitalizando a un clero desanimado, limando asperezas con la vida religiosa y reforzando a las cofradías y hermandades. Perteneciente a Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, este extremeño es además periodista y se mueve con soltura por la Santa Sede, donde creó unas redes de contactos significativas puesto que fue el responsable de comunicación en habla española del último cónclave, lo que le ha permitido tener también entrada directa con el Papa Francisco.

Con Argüello consolidado y Gil Tamayo como emergente, ¿habría dos bloques enfrentados entre los obispos? «No, y mucho menos entendido en categorías políticas. Son sensibilidades diferentes y matices a la hora de situarse ante la sociedad, el Gobierno y el pontificado de Francisco», expone un votante que asegura haber cambiado en estos días el sentido de su papeleta. «Argüello va a ser presidente por inercia, no tengo dudas», añade otro pastor consultado, que no se ha puesto a contar avales pero dice ser voz de un sentimiento colectivo. Otro pastor que tiene decidido apostar por Gil Tamayo alerta de que «están utilizando a Argüello como un dardo contra Cobo y una bofetada contra el Papa a la manera que ocurrió con la elección del presidente de los obispos de Estados Unidos». «Argüello es listo y sabrá mantenerse al margen de estas maniobras», defiende un cuarto obispo consultado.

Lo que suceda cuando se inicie la votación de sondeo de la Asamblea Plenaria solo lo saben los pastores españoles. Incluso que surja una tercera vía inesperada que acabe siendo el nuevo presidente de los obispos, algo poco probable. En cualquier caso, nada puede darse por sentado. Ni tan siquiera lo predecible. Lo dejaba caer el cardenal Cobo en su intervención radiofónica: «La historia nos dice que ha habido muchos grandes giros dentro de las votaciones. El Espíritu hará lo que pueda».