
Superalimento
La planta que sobrevive al calor extremo y puedes incluirla en tu dieta: se come cruda o cocida
Mientras otras especies sufren en verano, esta hierba silvestre se convierte en un recurso nutricional de primera

Bajo el asfalto caliente, entre los surcos secos de un huerto urbano o al borde de una acera agrietada, una pequeña planta de tallo rojizo y hojas suculentas sigue creciendo con una tenacidad que asombra. Es la verdolaga (Portulaca oleracea), una de las especies más resistentes al calor que existen en el reino vegetal. Mientras el estrés hídrico castiga a la agricultura, esta planta aprovecha cada rayo de sol como un impulso vital. No solo resiste: se expande, florece y alimenta.
Su capacidad de adaptación la ha convertido en aliada de cultivos de subsistencia y de jardines sostenibles. Se comporta como una superviviente nata, ya que sus semillas germinan incluso con más de 30 °C, y sus raíces almacenan agua con eficacia. Un verdadero ejemplo de agricultura climáticamente inteligente.
Pequeña pero poderosa: el valor nutricional de la verdolaga
No hay que dejarse engañar por su aspecto humilde. Esta planta silvestre encierra un perfil nutricional que rivaliza con los llamados "superalimentos". Sus hojas, carnosas y algo mucilaginosas, contienen una concentración inusual de ácidos grasos omega‑3 de origen vegetal, especialmente ácido alfa-linolénico, beneficioso para el corazón y el sistema nervioso.

Además, es rica en minerales como potasio, magnesio, calcio y hierro, y ofrece una buena dosis de vitaminas A, C y E. Todo esto con un aporte calórico mínimo y un alto contenido de fibra, lo que la convierte en una opción ideal para dietas saludables, especialmente durante los meses más cálidos, cuando el cuerpo demanda alimentos frescos, hidratantes y ligeros.
Textura singular y sabor refrescante
La verdolaga ha sido durante siglos una planta comestible habitual en las cocinas de Europa, Asia y América Latina, aunque su uso ha caído en el olvido en muchas zonas. Hoy, algunos chefs y cocineros de proximidad están redescubriéndola por sus cualidades sensoriales: su textura es ligeramente viscosa por la presencia de mucílagos similares a los del okra, lo que la hace interesante en sopas, salteados o guisos. En crudo, su sabor es fresco, con un toque ácido y picante que recuerda al limón y al berro, ideal para ensaladas de verano.
En algunos pueblos mediterráneos, todavía se añaden sus hojas a tortillas, arroces o platos de legumbres, aprovechando su aporte mineral. Incluso en repostería se ha utilizado como ingrediente de bizcochos húmedos, donde su textura actúa como un aglutinante natural.
Sabiduría popular y ciencia: usos medicinales tradicionales
Más allá de la cocina, la verdolaga ha sido usada históricamente como planta medicinal. Se le han atribuido propiedades antiinflamatorias, cicatrizantes, digestivas y diuréticas. En muchas huertas, era costumbre machacar sus hojas y aplicarlas sobre picaduras de insectos, rozaduras o pequeñas heridas. Su efecto refrescante y antiséptico aliviaba molestias menores en tiempos en los que no abundaban las cremas ni los botiquines.

Hoy la ciencia empieza a respaldar muchas de estas prácticas. Se ha demostrado que algunos de sus compuestos tienen efectos antioxidantes, lo que podría ayudar a combatir el envejecimiento celular y enfermedades degenerativas. No obstante, como toda planta con principios activos, debe consumirse con moderación, especialmente por personas con predisposición a cálculos renales, debido a su contenido en oxalatos.
Germinar con el sol, morir con la escarcha
La vida de la verdolaga está íntimamente ligada al ciclo del calor. Florece en los días más abrasadores, cuando otras plantas se marchitan. Sus flores amarillas apenas se abren unas pocas horas al día, pero le bastan para multiplicarse de forma asombrosa, una sola planta puede producir miles de semillas, capaces de mantenerse viables en el suelo durante años.
Sin embargo, su mayor fortaleza es también su debilidad, ya que cuando el frío regresa, la verdolaga no lo soporta. Sus tejidos blandos colapsan con las primeras heladas. Pero incluso en su muerte, esta planta beneficia al ecosistema: al descomponerse, nutre el suelo que la cobijó, cerrando un ciclo ecológico ejemplar.
De maleza a planta del futuro
Durante mucho tiempo se la consideró una “maleza”, algo que arrancar del jardín. Pero en el contexto actual de cambio climático, sequía prolongada y necesidad de cultivos resilientes, la verdolaga se perfila como una aliada inesperada. Se adapta, nutre, cura y, sobre todo, enseña.
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