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Estudio

Santa Teresa de Jesús: ni fea, ni legañosa

La colaboración entre ciencia, arte y fe permiten crear el retrato más exacto de la religiosa española más celebre de la historia

La santa española más universal de todos los tiempos no dudó en echarle en cara a Fray Juan de la Miseria que el único retrato que le hicieron en vida no se correspondía con la imagen que ella tenía de sí misma. «¡Cuán fea y legañosa me habéis pintado!». Esta queja de Teresa de Jesús bien podría identificarse como un golpe de coquetería o de ego, a sabiendas de que aquel lienzo se quedaría por los siglos de los siglos como el semblante único y verdadero de la doctora de la Iglesia. Hasta que un estudio forense hace unos meses vino a confirmar que la fundadora de la Orden de Carmelitas Descalzas tenía razón. La monja emprendedora no sufría una dismorfia, un deje que sí parecía tener el pincel del fraile. Al menos, si se comparaba con la minuciosa recreación que ayer se presentó en la basílica de la Asunción de Alba de Tormes, el lugar donde se conserva el cuerpo incorrupto de la escritora abulense del siglo XVI y donde falleció en octubre de 1582. Y justo, cuando se cumplían 510 años de su nacimiento.

La escultora e investigadora australiana Jennifer Mann dio a conocer la que puede considerarse la representación «más exacta» de su rostro, en tanto que se ha cincelado a partir de los datos obtenidos tras la apertura de su sepulcro el pasado verano para analizar su estado.

Busto de terracota

El busto de terracota que puede contemplarse refleja a Teresa de Jesús cuando tenía 50 años, cuando residía en el Monasterio de San José de Ávila. Perfila a una mujer de una estructura ósea sólida, con ojos negros, vivos y ligeramente almendrados, la nariz redonda, recta y bien definida, pómulos prominentes, labios gruesos, nariz señorial y las cejas anchas y algo arqueadas. También se han incorporado los tres lunares distintivos que poseía en el rostro. El velo, la toca y el hábito de Santa Teresa de Jesús están inspirados en pinturas de la época en que vivió.

«He conjugado armónicamente todas las fuentes de datos que tenía sobre el rostro comenzando por medidas antropomórficas e imágenes de las radiografías, pero también un retrato pictórico de la santa y una descripción de la madre María de San José, que convivió con ella», detalla Mann desde Oceanía, que a trabajado mano a mano con el profesor Ruggero D’Anastasio, de la Universidad Gabriele d’Annunzio de Chieti-Pescara.

Para el prior de los carmelitas descalzos de Alba de Tormes y Salamanca, Miguel Ángel González, esta imagen es «testimonio físico y un reflejo del alma de la santa, con ciencia y mística, una ‘vera efigie’ de cuando estaba en plenitud humana y espiritual». En esta misma línea, destaca que la apuesta por aunar ciencia, arte y fe en este proyecto «nos ayuda a acercarnos más a nuestra madre, a sus escritos, porque desde el realismo de rostros nos permite ver a una santa contemplativa, pero a la vez extrovertida, que refleja serenidad, dulzura y paz».

De esta manera, la «nueva» santa Teresa sí se asemejaría más con la descripción que hizo de ella una de sus máximas colaboradoras, de San José: «Tuvo en su mocedad fama de muy hermosa y hasta su última edad mostraba serlo; era su rostro no nada común sino extraordinario, y de suerte que no se puede decir redondo ni aguileño, los tercios de él iguales, la frente ancha e igual, y muy hermosa».

Redescubrir su figura

«Contemplar este rostro es mirar a la Madre Teresa de Jesús en su humanidad plena, en su carne y en su espíritu. Es una invitación a redescubrir su mensaje, siempre vivo y actual», certifica el padre Francisco Sánchez Oreja, provincial de los carmelitas descalzos. «Unos tuvieron la dicha de conocerla y poder ver su verdadero rostro en pleno siglo XVI, otros tenemos este regalo de poder consolarnos con lo que es la aproximación exacta, más fiel a lo que sería el rostro de la Santa»», apostilla el consagrado.

Más allá de los datos aportados para elaborar el busto, el estudio del cuerpo de Teresa de Jesús ha podido ahondar en otro tipo de detalles sobre cómo era la fundadora. «Superaba la media de estatura para las mujeres de la época, es decir, tenía presencia», subraya el prior, que explica además cómo «siempre estuvo enferma, pero nunca enfermiza, porque fue capaz de superar toda dificultad, y los inconvenientes de su salud no fueron obstáculo para la tarea que llevó a cabo». Es más, apunta que «el hecho de ponerse de pie llegó a ser para ella extremadamente doloroso, pero eso no le impidió caminar hasta los últimos instantes de su vida, lo que nos vuelve a demostrar que era una mujer impresionante dentro de una complexión física frágil».