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Por qué un coche eléctrico o híbrido pierde autonomía con el frío: el consejo de los expertos para que no ocurra
El descenso de las temperaturas pone de manifiesto la necesidad de conocer de antemano los sistemas de los que dispone un vehículo antes de atreverse o no a comprarlo

A la hora de adquirir un coche, uno de los factores que más solemos tener en cuenta como clientes es la autonomía de este. En otras palabras, siempre va a priorizar un vehículo que pueda recorrer una mayor distancia por carga o depósito. Un claro ejemplo del peso de esta decisión lo encontramos en el sector de los eléctricos: no todos los coches aprovechan la electricidad de la misma forma.
El frío, un pasajero desafortunado
Las baterías de los vehículos rinden mejor entre 15 °C y 25 °C, un rango en el que sus reacciones químicas funcionan con normalidad. Fuera de esos límites, su eficiencia cae, y el frío es especialmente perjudicial: las bajas temperaturas inhiben las reacciones en el interior de cada celda, lo que aumenta la resistencia interna y provoca pérdidas de potencia y autonomía.
A este efecto se suma la demanda extra de climatización. En los coches eléctricos, a diferencia de los de combustión, no existe un calor residual abundante que pueda aprovecharse para calentar el habitáculo, por lo que la energía debe obtenerse directamente de la batería. El resultado es un consumo adicional que, en días fríos, reduce aún más la autonomía disponible.
¿Qué modelo es el más recomendable?
Un informe de la compañía Recurrent ha puesto cifras a este problema, que se acrecienta a medida que las temperaturas bajan. En el contexto de las posibles soluciones para hacer frente a esta problemática, el estudio subraya el papel decisivo de la bomba de calor, un sistema capaz de climatizar el habitáculo y optimizar la temperatura de las baterías incluso en condiciones extremas. Esto, evidentemente, se traduce en una mayor eficiencia global del vehículo.
Según los datos recopilados, los modelos equipados con bomba de calor alcanzaron, de media, el 83 % de su autonomía homologada en frío intenso. En cambio, los coches que carecen de este sistema se quedaron en torno al 75 %, una diferencia que confirma la relevancia de esta tecnología para mantener el rendimiento cuando las temperaturas caen.
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