Religión

Seminarios antiabusos: educación sexual para el celibato

Los obispos plantean en su informe «rigor» para elegir a los futuros curas, más la formación afectiva y ayuda psicológica frente a patologías

Un joven, en la capilla de una casa de formación para sacerdotes
Un joven, en la capilla de una casa de formación para sacerdotesCedida

Con la publicación del informe del Defensor del Pueblo y de la auditoría del bufete Cremades & Calvo-Sotelo, la Conferencia Episcopal Española ya ha elaborado su hoja de ruta para atajar las crisis de los abusos sexuales a través de la macro síntesis «Para dar luz II», que publicó este jueves. En este estudio de más de mil páginas, no solo se analizan los dos estudios previos, sino que formula hasta 47 recomendaciones que desarrollan y argumentas medidas a implementar en aspectos tan diversos como la reparación integral a las víctimas con indemnizaciones incluso cuando no hay sentencia de por medio, una propuesta de reforma del Código de Derecho Canónico o reformar las oficinas diocesanas de atención para que sean algo más que meras ventanillas de denuncias.

Entre los puntos que se desarrollan con más profusión en «Para dar luz II», se presenta como « «urgente» el hecho de «favorecer una formación adecuada y específica (transversal y multidisciplinar) para la protección de los menores y de las personas vulnerables». «Importante es velar por la formación en los seminarios diocesanos (menores y mayores) y en los noviciados y casa de formación de los Institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica», se expone en este documento, que pretende ser una guía para implementar en los próximos años por toda la Iglesia.

En este sentido se llama a «extremar el celo y la exigencia en la selección de los aspirantes desde un punto de vista psíquico y espiritual». El informe aterriza en «la necesidad de procurar una educación integral de la persona». Es más, en la recomendación 9 de «Para dar luz II», se explicita que «en la línea de abordar los problemas derivados de la patología de los abusos sexuales desde una perspectiva integral y en sus verdaderas causas desencadenantes, se recomienda con especial énfasis poner una atención específica en la cuestión relativa a la selección y formación de los aspirantes al sacerdocio, la vida consagrada y el diaconado». O lo que es lo mismo, la Iglesia se impone a sí misma una mayor rigurosidad en el «casting» y formación de los futuribles curas: «El seminarista debe tener un adecuado grado de madurez psíquica y sexual, así como una vida asidua y auténtica de oración».

Este extremo habría estado sobre la mesa de la cumbre que el Papa mantuvo con los obispos españoles el pasado 28 de noviembre. Francisco les habría instado a tomar medidas, con especial atención en lo que al trasvase de candidatos se refiere. Esto es, a seminaristas que son expulsados de una congregación o diócesis y han encontrado una segunda oportunidad en otro centro sin haber pedido un expediente previo de su salida, con los riesgos que ello conlleva. No en vano, este asunto es uno de los ejes de la «Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis» aprobada en 2016 por el Vaticano para reformar la formación en los seminarios de todo el planeta.

No es de extrañar que el nuevo informe antiabusos subraye que «deben cuidarse con especial rigor, diligencia y esmero las tareas relativas al seguimiento, acompañamiento y formación de los aspirantes». Así, se llama realizar «un correcto discernimiento vocacional y a una adecuada formación humana y espiritual de los aspirantes». «En particular, debe buscarse que éstos aprecien en su dimensión más plena y profunda la castidad, el celibato y las responsabilidades del clérigo relativas a la paternidad espiritual», se explicita en el macro estudio.

Esta referencia a la condición célibe del sacerdote no es un asunto baladí, puesto que en no pocos foros sociales lo han vinculado como causa de los abusos. El propio Papa Francisco ha tumbado esta premisa en varias ocasiones: «Entre el 32% y el 26% de los abusos se dan en la familia. No tiene nada que ver, porque los tíos y los abuelos están casados y a veces son ellos los primeros violadores. No digo que todos los tíos y los abuelos lo sean, hablo de las estadísticas».

Formas de asistencia

En cualquier caso, para borrar cualquier duda, otra de las recomendaciones defiende acompañar la dirección espiritual de «formas de asistencia o ayuda psicológica» que permita cultivar cualidades humanas necesarias para conformar «personalidades equilibradas, sólidas y libres, capaces de llevar el peso de las responsabilidades pastorales». Lo que busca la Iglesia es una «madurez afectiva» de los futuros curas, lo que exige una «educación al amor verdadero y responsable» que incluya una «educación sexual bien entendida». En el estudio se cuestiona, eso sí, el actual contexto social que «banaliza en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta».

Por eso, los obispos españoles, a través de «Para dar luz II» reivindican para sus seminarias «una educación en la sexualidad que sea verdadera y plenamente personal y que, por ello, favorezca la estima y el amor a la castidad». «El celibato sacerdotal no se puede considerar simplemente como una norma o precepto jurídico, ni tampoco como una condición totalmente extrínseca para ser admitidos a la ordenación, sino como un valor profundamente ligado con la sagrada ordenación», se subraya.

Es más, el documento llega a asegurar que los formadores del seminario deben presentar el celibato «con claridad, sin ninguna ambigüedad y de forma positiva». Entre los materiales que se invita a utilizar se encuentran la llamada «Teología del cuerpo» de Juan Pablo II. En esta apuesta educativa se incluyen, por supuesto, unos módulos específicos sobre «el magisterio y la disciplina canónica de la Iglesia sobre el tema relativo a los abusos».

En un tiempo de carestía vocacional, el documento antiabusos de la Conferencia Episcopal Española deja caer a los obispos y a los rectores de seminarios que han de ser capaces de frenar en seco a aquellos candidatos con falta de madurez: «Deben arbitrarse medios o procedimientos específicos adecuados para determinar la suficiencia e idoneidad de los aspirantes al sacerdocio, a la vida religiosa y al diaconado, impidiendo la ordenación o que profesen votos las personas no aptas».

«Para dar luz II» no se detiene en los seminaristas, sino que exige que se amplíe la formación antiabusos y el acompañamiento a los curas de cualquier edad. «Frecuentemente, el sacerdote sufre una especie de cansancio interior peligroso, fruto de dificultades y fracasos», se admite, ofreciendo como medios para hacer frente a estas situaciones «la importancia de la oración y de la fraternidad sacerdotal y de la vida consagrada, así como la renovación constante de su formación en sus diversas dimensiones, humana, espiritual, intelectual y pastoral».