Asuntos sociales

Sólo la niñera llora a Asunta

Carmen Amarelle, cuidadora de la pequeña, es la única que mantiene vivo su recuerdo. Cuida el improvisado altar que aún permanece en la pista de Teo.

El lugar donde apareció el cadáver de Asunta esta lleno de flores y muñecos
El lugar donde apareció el cadáver de Asunta esta lleno de flores y muñecoslarazon

Carmen Amarelle, cuidadora de la pequeña, es la única que mantiene vivo su recuerdo. Cuida el improvisado altar que aún permanece en la pista de Teo.

A diferencia de otros juicios mediáticos de padres acusados de matar a sus hijos, en el caso de Asunta Basterra llama la atención la soledad de la víctima. Uno de los crímenes que también sacudió recientemente al país fue el de Ruth y José, los niños de Córdoba. Su madre, Ruth Ortiz acompañada de familiares, escuchaba aliviada el veredicto del jurado que declaraba a José Bretón culpable de asesinar a sus dos hijos. Muy distinto a lo sucedido en Santiago el pasado viernes. Nadie cercano, ni familiares ni amigos, fueron a los juzgados para oír si los padres eran culpables del crimen. Es otra de las notas tristes de este proceso. Y entre las lágrimas vertidas durante el proceso, las de su niñera fueron especialmene expresivas. Ha sido la única que, desde su muerte, se ha encargado de mantener vivo el recuerdo de la pequeña.

Asunta Basterra Porto era adoptada. Su madre, hija única de una «familia bien» de Santiago y de profesión, abogada. Su padre, un periodista «freelance» nacido en Bilbao y afincado en la capital gallega. Presumían de haber adoptado a la primera niña china en Santiago. Hasta un programa de televisión les entrevistó. Asunta era brillante: se matriculó en el instituto con un año de adelanto, era una niña de altas capacidades, tocaba el piano, el violín, daba clases de ballet, estudiaba francés, inglés, chino y alemán... Lo tenía todo para triunfar a sus casi 13 años. Pero algo se truncó en su camino. De ser una niña feliz dentro de una familia acomodada pasó a ser el objetivo de unos padres a los que el jurado acusa de haber acabado con su vida. Quería a sus abuelos maternos con locura. Cuando viajaba con ellos y sus padres, dormía en una cama supletoria en la habitación de los abuelos. Siempre aparece sonriente en las fotos en las que sale con ellos. «Los abuelos no hubiesen soportado la muerte de la niña», dicen sus allegados. Falleció primero la madre de Rosario y luego el padre, con poco tiempo de diferencia. Asunta comenzaba a quedarse sola.

En esta estampa familiar figuran dos personas no tan conocidas pero igual de importantes en su vida. La madrina, María Isabel Veliz, con la que pasó casi todo el mes de agosto de 2013 en Vilanova de Arousa. María Isabel recordó con cariño a la niña: «Era inteligente y espabilada, comía como una lima y estaba bien de salud, como un roble», dijo en el juicio. Nunca ha querido hablar de Asunta fuera de los juzgados y, aunque pasaba mucho tiempo con ella, no la vimos emocionada al declarar. Al contrario que su niñera, Carmen Amarelle, una de las personas que más querían a la pequeña.

Carmen era la asistenta de Rosario, pero para Asunta era su cuidadora. La niña la adoraba. Con ella pasó unos días en el pueblo de Val do Dubra durante un mes de septiembre, el mismo en el que falleció. Los vecinos de esta pequeña aldea la recuerdan como «una niña muy simpática, Carmen la quería mucho y ha llorado mucho por ella. La hubiese cuidado como a una hija si sus padres no la querían. No supera que la hayan matado».

Cuando declaró en el juicio, la cuidadora se emocionó hablando de la niña. Y Rosario tampoco pudo reprimir las lágrimas. Fue uno de los momentos donde se la pudo ver más destrozada. Carmen se ha encargado estos dos años de cuidar el improvisado altar en la pista de Teo, donde apareció el cadáver. A pesar de las inclemencias del tiempo en Galicia, todo está en orden. Hasta los peluches permanecen limpios. Es el lugar donde todavía lleva flores y llora a Asunta en soledad. Es allí donde vemos carteles recordando a la pequeña, lugar al que van muchos curiosos, pero nadie públicamente llora su muerte, ni su abuelo paterno, que sigue defendiendo la inocencia de su hijo. Hay que recordar que la niña no está enterrada. Una amiga de la familia recogió las cenizas con un poder notarial de la madre, después de un mes sin ser reclamadas.

Este podría ser el epílogo que cierra uno de los casos que ha contado con mayor seguimiento en nuestro país: más de cien periodistas acreditados, alrededor de ochenta testigos y sesenta peritos pasaron por la sala durante el mes que duró el juicio. Pero ni un solo día vimos a alguien sentado que quisiera a la niña esperando a que se hiciera justicia. Una asociación, Clara Campoamor, fue la encargada de defender como acusación popular la voz de Asunta.

No hay ningún hecho del veredicto que los nueve miembros del jurado no consideren probado: los padres planificaron de forma conjunta el asesinato. El orfidal ha sido la clave. El jurado relaciona directamente la compra de lorazepam con los episodios de sedación. Y es que Asunta aparecía drogada días después de la retirada del medicamento. También consideran probado que hubo un ensayo del crimen. El 18 de septiembre, Asunta no fue a clase al encontrarse mareada. Alfonso declaró que la niña había dormido la noche anterior en casa de su madre; Rosario no estaba segura. Pero el testimonio de la cuidadora es crucial: asegura que la niña no estaba en casa, ya que había pernoctado con su padre. A partir de este punto, el jurado tomó un camino. Tenía claro que ambos suministraron el día del crimen, en un plan premeditado, una cantidad tóxica de lorazepam durante la comida.

Este hecho les lleva a una conclusión: los dos la drogaron para asesinarla pero, ¿dónde la querían matar? No hay duda para el jurado: el lugar fue la casa de Teo. La llevaron en el Mercedes de Rosario. Queda acreditado por las cámaras que captaron el recorrido y la misma madre lo reconoce: Asunta iba en el coche. Pero hay una imagen que analizan minuciosamente: una captura del vehículo donde es imposible ver la parte de atrás. Y este matiz lleva al jurado a no descartar que Alfonso viajase en la parte trasera del coche, situándolo en el escenario del crimen.

Asunta ha estado sola durante el juicio pero nadie olvidará su nombre. Y seguro que sus amigas, a las últimas que envió un whatsapp esa tarde del 21 de septiembre despidiéndose para hacer los deberes, siempre la recordarán con cariño.