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Psicología
Tomar fotos de todo lo que nos rodea se ha vuelto una práctica común. Pero mientras algunos lo ven como una distracción o una forma de validación social, la psicología propone otra lectura. Detrás de ese gesto aparentemente superficial puede haber rasgos de personalidad muy definidos y en algunos casos, una estrategia emocional inconsciente para relacionarse con el presente.
Según la psicóloga estadounidense Linda Henke de la Universidad de Fairfield, el acto de tomar fotografías está estrechamente vinculado a cómo recordamos, sentimos y procesamos la realidad. En su investigación, Henkel descubrió que al fotografiar se activan mecanismos complejos de atención, memoria y emoción.
A partir de esta y otras investigaciones en el campo de la psicología cognitiva y emocional, se identifican ciertos rasgos comunes en quienes sienten el impulso de registrar todo lo que viven:
Estas personas suelen tener una mirada atenta. No fotografían por inercia, sino porque notan detalles que otros no ven. "Su ojo está entrenado para capturar lo sutil: una sombra curiosa, una combinación de colores, una escena efímera", asegura la experta.
Fotografiar puede ser un canal emocional. "Algunas personas se sienten más cómodas expresando lo que sienten a través de lo visual que con palabras", dice Henke. Cada imagen cargada de intención funciona como un espejo emocional.
Capturar el momento también puede funcionar como un mecanismo de seguridad. En contextos de incertidumbre o ansiedad, tomar una foto genera la sensación de control: nada se pierde, todo queda registrado.
El componente social también cuenta. Publicar esas imágenes permite recibir feedback, sentirse visto, reafirmar quién se es. Según la psicóloga, este tipo de prácticas ayuda a reforzar la identidad en comunidad.
Más allá de lo técnico, muchos desarrollan una mirada estética del mundo. Encuadran, eligen, componen. Aunque no se consideren artistas, usan la cámara como una extensión de su creatividad cotidiana.
Uno de los riesgos más mencionados por psicólogos como Henkel es la dificultad para experimentar el presente sin necesidad de capturarlo. Se crea una especie de filtro constante entre la persona y la vivencia real, donde el teléfono interrumpe la conexión emocional directa.
Paradójicamente, aunque algunos estudios advierten que fotografiar en exceso puede afectar la memoria de ciertos detalles, también se ha observado que quienes mantienen un "diario visual" tienen una narrativa más clara de sus propias experiencias vitales.
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