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Opinión

Votar a los 16

Permitir el voto a esta edad puede fomentar una cultura cívica más sólida

Marina Castaño larazonLa Razón

La propuesta de permitir el voto a partir de los 16 años ha generado un amplio debate en varios países. Algunos gobiernos ya han implementado esta medida, mientras que otros la analizan con cautela. Uno de los argumentos más fuertes a favor es que permite una mayor inclusión democrática. A los 16 años muchos jóvenes ya trabajan, pagan impuestos y pueden casarse o asumir responsabilidades legales. Si pueden contraer esas obligaciones, quizá pudieran también participar en la elección de sus representantes. Además, permitir el voto desde los 16 puede fomentar una cultura cívica más sólida. Involucrar a los jóvenes en procesos democráticos desde temprano puede aumentar la participación electoral a largo plazo. Estudios en países como Austria, donde los jóvenes pueden votar desde los 16, muestran que los niveles de participación son comparables -o incluso superiores- a los de votantes mayores. También se argumenta que los jóvenes están cada vez más informados gracias al acceso a internet y redes sociales. Muchos tienen opiniones formadas sobre el cambio climático, la educación o los derechos humanos, temas que les afectan directamente. Sin embargo los críticos sostienen que a los 16 años aún no se tiene la madurez suficiente para tomar decisiones políticas responsables. Señalan que la adolescencia es una etapa de formación donde predominan las emociones sobre el razonamiento crítico. También existe el riesgo de que los jóvenes sean más fácilmente manipulables por campañas populistas o influencias familiares. Además, algunos expertos temen que la inclusión de votantes tan jóvenes pueda trivializar el acto de votar, convirtiéndolo en una extensión de tendencias en redes sociales, más que una reflexión informada. Así, pues, debate sobre el voto a los 16 años no tiene una respuesta única. Si bien promueve la participación y reconoce los derechos de los jóvenes, también plantea interrogantes sobre su preparación y autonomía. La clave puede estar en acompañar esta medida con una mejor educación cívica que prepare a los nuevos votantes para ejercer su derecho con responsabilidad, o quizá también valorar con sensatez que las ventajas de cargarles con semejante obligación, semejante deber, semejante compromiso pudiera dejarse como está y someterlos a esa prueba en una edad más razonable como para que contraigan ese deber con seriedad, sensatez y juicio.