
Historia de la tecnología
15 años del Galaxy S: el pionero que puso a Android en el mapa (y plantó cara al iPhone)
Un repaso por la historia del primer smartphone de gama alta de Samsung con Android, que este domingo celebra su decimoquinto aniversario

Este domingo 23 de marzo, se cumple el decimoquinto aniversario de un hito que marcó un antes y un después en la telefonía móvil: el lanzamiento del Samsung Galaxy S. Aquel dispositivo, que hoy puede parecer modesto en especificaciones, fue mucho más que un simple teléfono. Fue el primer buque insignia de la serie más exitosa del universo Android, el catalizador que impulsó el sistema operativo de Google hacia la cima y el contendiente que plantó cara al todopoderoso iPhone, redefiniendo para siempre el panorama tecnológico.
Hoy, con la serie Galaxy S25 ya en nuestras manos desde hace unos meses, es el momento perfecto para recordar aquel pionero y reflexionar sobre la increíble evolución que ha experimentado la tecnología móvil en estos tres lustros.
Los cimientos de una leyenda: el Galaxy S y su concepción en 2009
Corría el año 2009 cuando Samsung, un gigante de la electrónica con una creciente ambición en el sector móvil, se enfrentaba a un mercado dominado por la estética y la experiencia de usuario del iPhone. Android, aunque prometedor, aún carecía de un dispositivo estrella que realmente pudiera competir en la liga de los smartphones de gama alta. Modelos como los HTC Hero y Motorola Droid intentaban hacerse un hueco y consiguieron generar expectación, pero osu éxito fue relativo.
Fue en este contexto donde nació la idea del Galaxy S. La visión era clara: crear un dispositivo que combinara la excelencia en la fabricación de pantallas y componentes de Samsung con la apertura y la creciente popularidad de Android, ofreciendo una alternativa convincente y atractiva para los consumidores. El objetivo no era solo lanzar un teléfono, sino establecer un nuevo estándar para la gama alta, un terminal que pudiera seducir a los usuarios con un diseño atractivo, un rendimiento sobresaliente y una experiencia de usuario intuitiva y personalizable.

Curiosamente, el proyecto inicial del Galaxy S se conocía internamente en Samsung con el nombre en clave "Project Supernova", reflejando la ambición de la compañía de que este dispositivo realmente brillara en el mercado.
Sin embargo, el camino hacia el Galaxy S estuvo plagado de desafíos. Samsung se enfrentó a la necesidad de integrar tecnologías punteras que aún estaban en sus primeras etapas de desarrollo. La adopción de una pantalla Super AMOLED, que ofrecía una calidad de imagen inédita en aquel momento, supuso un esfuerzo considerable en términos de producción y optimización.
De hecho, Samsung invirtió fuertemente en el desarrollo de esta tecnología, que inicialmente generó cierto escepticismo en la industria por su posible consumo energético, pero que finalmente se convirtió en una de las señas de identidad de la marca. ¿Quién iba a decir entonces que las pantallas AMOLED dominarían el mercado?
Además, la propia naturaleza de Android, un sistema operativo en constante evolución, requería una adaptación y personalización exhaustivas para garantizar un rendimiento fluido y una experiencia coherente (Android "stock" no era lo que es a día de hoy). La competencia con el iPhone, ya establecido como un referente en diseño y usabilidad, añadía una presión adicional. La ambición de Samsung era alta: no solo querían competir, sino liderar la nueva era de los smartphones Android.
De Supernova a Galaxia con más de 25 millones de unidades vendidas
El lanzamiento del Galaxy S en marzo de 2010 no solo fue un éxito comercial, sino que también supuso un punto de inflexión para Android. El dispositivo demostró el potencial del sistema operativo de Google en un formato mucho más atractivo y funcional de lo que veníamos viendo en otras marcas, captando la atención de desarrolladores y usuarios. Su interfaz TouchWiz, aunque en sus primeras versiones generó cierta controversia, ofrecía una capa de personalización que diferenciaba al Galaxy S de otros dispositivos Android de la época. Fue, junto con HTC (ahora casi desaparecida en combate), el primer gran embajador de Android, el terminal que convenció a muchos de que el sistema operativo de Google era una alternativa seria y capaz al iOS de Apple.

La rivalidad entre el Galaxy S y el iPhone marcó el inicio de una de las mayores batallas tecnológicas de la historia. Mientras que Apple apostaba por un ecosistema cerrado y una experiencia de usuario altamente curada, Samsung ofrecía una mayor libertad de elección y personalización, atrayendo a un público que valoraba la flexibilidad y la capacidad de adaptar el dispositivo a sus propias necesidades. Esta competencia constante, lejos de ser perjudicial, impulsó la innovación en ambos bandos, beneficiando en última instancia a los consumidores, que con cada nueva generación vieron cómo sus dispositivos eran cada vez más potentes y avanzados.
Quince años después, la evolución de los smartphones ha sido sencillamente espectacular. Aquel Galaxy S, con su pantalla de 4 pulgadas, su resolución de 480 x 800 píxeles, su cámara de 5 megapíxeles y su procesador de un solo núcleo a 1 GHz, parece un fósil tecnológico si lo comparamos con el recién llegado Samsung Galaxy S25 Ultra, lanzado a principios de este año. Un dato interesante es que, a pesar de su enfoque en la innovación, el Galaxy S original no incluía algunas características que hoy consideramos básicas, como un flash LED para la cámara.

El S25 Ultra, que ya se ha consolidado como uno de los referentes del mercado en este 2025, cuenta con una pantalla Dynamic AMOLED 2X de 6,8 pulgadas con una resolución Quad HD+ y una tasa de refresco adaptativa de 120 Hz, ofreciendo una calidad de imagen, nitidez y fluidez que eran impensables en 2010. Su sistema de cámaras es una auténtica maravilla de la ingeniería, con un sensor principal de 200 megapíxeles, acompañado de no uno, sino dos teleobjetivos con zoom óptico de hasta cinco aumentos gracias a una lente que simula la estructura de un periscopio, y capacidades de grabación de vídeo en 8K con estabilización óptica de imagen. El Galaxy S original solo podía grabar vídeo a resolución 720p.
Pero la evolución no se detiene en las especificaciones técnicas. El Galaxy S25 Ultra incorpora un conjunto de funciones impulsadas por inteligencia artificial cuya existencia era simplemente inimaginable en el momento del lanzamiento del Galaxy S original. Desde herramientas de edición fotográfica y de vídeo inteligentes hasta asistentes virtuales más conversacionales y predictivos como Gemini Live, pasando por funciones de traducción instantánea y la integración con un ecosistema de dispositivos conectados a través de SmartThings, la inteligencia artificial se ha convertido en un elemento central de la experiencia del usuario.
Incluso se han implementado avances significativos en la integración de la IA para la gestión de la batería y la optimización del rendimiento en función de los hábitos del usuario, algo que en 2010 se consideraba ciencia ficción. Si tienes unos cuantos años, seguro que recuerdas las primeras "apps" que intentaban hacer algo parecido... con resultados bastante limitados, por definirlos de una forma.
Bajo el capó, el S25 Ultra integra un procesador de última generación, el Snapdragon 8 Elite de Qualcomm, acompañado de hasta 16 GB de memoria RAM y opciones de almacenamiento que superan el terabyte. La conectividad 5G permite velocidades de descarga y carga ultrarrápidas, mientras que la batería de 5000 mAh con carga de 45 W garantiza una autonomía para todo el día e incluso más. En contraste, el Galaxy S original contaba con una batería de 1500 mAh, y era necesario mantener el dispositivo conectado al cargador durante varias horas para recargarla por completo.
La diferencia entre el Galaxy S original y el Galaxy S25 Ultra es abismal, un testimonio del ritmo implacable de la innovación en la industria móvil. Lo que hace quince años era considerado tecnología punta, hoy es apenas un recuerdo nostálgico.
Pero lo cierto es que el Samsung Galaxy S original fue mucho más que un simple teléfono (uno que, por cierto, llegó a vender más de 25 millones de unidades en todo el mundo). Fue el primer paso de un largo camino que ha llevado a los smartphones a convertirse en herramientas indispensables en nuestras vidas y dio comienzo a la batalla comercial que ha acabado beneficiando a consumidores de medio mundo.
Marcó el inicio de una era dorada para Android, consolidándolo como el sistema operativo móvil más utilizado del mundo, y sentó las bases para la legendaria serie Galaxy S, que año tras año continúa situándose en lo más alto de los rankings de ventas a nivel global, plantando cara al modelo que desde un principio estuvo destinado a vencer: el iPhone.
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