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Tecnología

Elon Musk tiene un nuevo plan para la órbita terrestre y es aterrador: los astrónomos están muy asustados

Elon Musk sigue dando de qué hablar y ahora ha encendido las alarmas al proponer convertir la órbita terrestre en un laboratorio de IA y un escudo climático

SpaceX planea su primer viaje tripulado en 2019 SpaceX planea su primer viaje tripulado en 2019

Justo después de hablar sobre el lanzamiento de Grok 5 y de sus expectativas con el modelo, Musk ha vuelto sobre el futuro de la IA, pues desde intervenciones previas, ha advertido que un sistema suficientemente avanzado podría incluso alterar el equilibrio geopolítico y tecnológico hasta un punto comparable al dominio del espacio o la capacidad de abandonar la órbita terrestre. Con esta visión de fondo, la IA se convertiría no solo en una herramienta de automatización o productividad, sino en una fuerza transformadora capaz de redefinir los límites de lo posible.

Aunque lo de la órbita terrestre parece una metáfora, el magnate ha planteado un plan orbital que desestimaría esta idea para acercarla a la realidad, pues, según afirma, podría ayudar a resolver algunos de los desafíos más urgentes del planeta. Su propuesta pretende aprovechar la red de satélites Starlink, que ya domina el espacio próximo a la Tierra, para alojar centros de datos dedicados a la IA y, de forma paralela, desplegar una constelación controlada por IA para enfriar el planeta mediante la gestión de radiación solar.

Si bien su planteamiento pretende responder a crisis reales como lo son la demanda energética creciente de la IA, por un lado, y el avance del calentamiento global, por otro, su ejecución podría implicar la multiplicación del número de satélites en una órbita que ya muestra signos de saturación, lo que ha resultado preocupante para astrónomos organismos internacionales.

El problema de la saturación no es menor, porque ya existe

Actualmente, SpaceX controla el 70% de los cerca de 12.500 satélites activos, lo que ya altera las condiciones para la observación científica desde la Tierra. Además, el traslado de centros de datos al espacio se enfrenta a problemáticas técnicas funamentales debido a que, como afirma la astrónoma Samantha Lawler, son infraestructuras que requieren mantenimiento constante y sustitución de componentes, tareas casi imposibles de realizar en órbita.

Sumado a esto, el impacto medioambiental y operativo que implicaría el lenzamiento de miles de nuevos dispositivos incrementa, notablemente, el riesgo de basura espacial y de colisiones. Por esto, aunque algunos investigadores ven posible aprovechar la infraestructura existente, insisten en que la viabilidad técnica no basta, ya que un despliegue masivo de satélites orientados a la IA podría agravar aún más el fragil equilibrio orbital.

Un espacio sin reglas, la pesadilla de los astrónomos

La propuesta de Elon Musk para "enfriar el planeta" a través de una constelación de satélites controlados por IA ha enendido el mayor foco de alarma entre científicos y expertos en clima. Su idea consiste en desplegar miles de dispositivos solares capaces de modular la cantidad de radiación que llega a la superficie terrestre, un enfoque que se aproxima a la geoingeniería solar, una de las estrategias más controvertidas en el ámbito climático.

De hecho, investigadores de la Universidad de Columbia advierten que manipular la luz solar podría desencadenar alteraciones imprevisibles en las dinámicas atmosféricas, con efectos potencialmente irreversibles. Lawler, por su parte, advierte que la iniciativa es, además de todo, errónea conceptualmente, ya que reducir la luz que llega a la tierra sin disminuir antes las emisiones de dióxido de carbono, sería un parche peligroso que no atacaría la raíz del problema.

Y, por si fuera poco, al ser necesario el lanzamiento de suficientes satélites, las posibilidades de colisiones críticas aumentarían hasta niveles insostenibles, adiverte Lawler. Sumado a esto, la órbita terrestre baja enfrenta una situación crítica a causa del crecimiento de Starlink, la megaconstelación de Musk, cuyos satélites ya alteran las observaciones astronómicas, saturan el espacio y elevan drásticamente el riesgo de colisiones en cadena.

La complejidad es tal que, de las 50.000 maniobras evasivas reportadas por SpaceX entre 2019 y 2023, se estimaría su multiplicación considerablemente en los próximos años, mientras cientos de satélites desintegrados liberan partículas cuyo impacto medioambiental se desconoce aún. Ante esto, organismos internacionales ya piden regulaciones con urgencia.