Tecnología
El poder del móvil es superior, incluso, al de La isla de las tentaciones. Y, ojo, no es baladí. El programa de Telecinco ha conseguido a golpe de infidelidad y algún que otro toque morboso lo que la televisión no ha sido capaz de repetir más allá de Gran Hermano, Hotel Glam o ¿Quién quiere casarse con mi hijo?Sin embargo, entre los gritos de Melodie, los flirteos de Alessandro y los arrumacos de Melyssa en esta ya finalizada segunda edición, aparecía un elemento que los dejaba completamente en un plano secundario. Sí, sí. ¿Quién lo diría teniendo en cuenta que su final promedió un 28,1% de share? Pues el teléfono no sólo ha sido su principal competidor, sino también el que ha impedido que alcance los datos de las entregas presentadas por Mónica Naranjo a principios de año.
Pero no sólo eso. Seguramente, les impida también leer este artículo de corrido. O escuchar de un tirón el último disco de La Oreja de Van Gogh. También cocinar en un santiamén el arroz con leche favorito de su hija. O disfrutar del último capítulo de Veneno palomita tras palomita. Y, lo peor de todo, es que tiene su lógica. Según el estudio ¿Estamos hiperconectados?, de Ikea España, una de cada tres personas mira este aparato más de 100 veces tal día, lo que se traduce en una vez cada diez minutos. Una cifra que disminuye en el caso de los menores de 26, que lo hacen tan sólo cada seis. “Estamos completamente enamorados de nuestras pantallas”, subraya Andrés del Campo, psicólogo social, sobre una práctica que comienza a mostrar sus consecuencias negativas.
“Vivimos enganchados a ellas y eso ha convertido nuestras vidas en una distracción constante frente a los móviles. En vez de ser al contrario”, apunta. Es lo que se conoce técnicamente como phubbing, una mezcla entre phone (teléfono) y snubbing (despreciar). Este anglicismo inventado por el australiano Alex Haigh define la atención obsesiva que prestamos a internet en detrimento de todo lo demás. Se podría decir que, cuando estamos navegando, no existe otra cosa. Ni las salidas de tono de Cristina Ortiz ni las canciones de Leire Martínez. Todo queda bajo la dictadura de los algoritmos que nacieron para acercarnos y que, poco a poco, nos van distanciado cada vez más. “Da igual la televisión, la comida o los amigos. Cuando usamos estos dispositivos, nuestras interacciones reales se reducen a monosílabos y a gestos mecanizados sin ninguna trascendencia”, apunta Del Campo.
Esto que, aparentemente, sólo presenta repercusiones negativas para la persona con la que compartimos un determinado momento, también las tiene para su protagonista, ya que constituye un foco de estrés y ansiedad. “Algunas llegan a sentirse sobrepasadas cuando no llegan a controlar todos los perfiles, todas las novedades y todas las conversaciones. Su mundo se acorta y se centra en lo que ocurre en esas seis pulgadas, lo que lentamente va trayendo sus repercusiones”, apunta Sergio López, experto en marketing emocional. El caso más extremo lo vivimos todos a diario: el culto a estos aparatos resulta tan grande que no nos separamos de ellos ni para ir al baño. “El móvil lo está invadiendo todo, incluidas nuestras relaciones”, añade. De hecho, tal y como recoge un estudio publicado por la Universidad de Baylor (Estados Unidos), un 46% de los participantes afirmó haber sido víctima de phubbing por parte de su conviviente, mientras que el 22% asegura que esta conducta ha sido una fuente de peleas.
También en el sexo
“Lo que descubrimos fue que, cuando alguien percibe que su pareja les ignora, esto crea conflictos y conduce a los niveles más bajos de satisfacción con la relación”, explicó en su presentación James Roberts, líder de la investigación. “Estos datos, a su vez, condujo a los niveles más bajos de satisfacción con la vida y, en definitiva, los niveles más altos de depresión”. Pero la cosa no queda aquí, el 17% de las mujeres europeas utiliza su smartphone mientras practica sexo. Así lo revela una encuesta realizada por eBay y enfemenino.com, que al mismo tiempo refleja el origen de este problema: el teléfono nos ha permitido resolver muchos de nuestros problemas en cuestión de segundos, lo que al final nos libera de las cargas laborales y sociales en un par de clicks. O dicho de otra forma, preferimos estar constantemente quitándonos peso que limitarnos a disfrutar del momento. Sin darnos cuenta de que, de esa forma, estamos perdiendo momentos que luego no podremos recuperar.
Ocurre, principalmente, con el trabajo. “Hemos acostumbrado a las empresas a que pueden disponer de nosotros a cualquier hora y eso es un error. Pensamos que, de la noche a la mañana, nos hemos vuelto imprescindibles y que nada puede salir adelante sin nosotros, pero no es así. No responder un correo electrónico fuera del horario laboral no debería ser la excepción, sino la norma general”, mantiene Elena Ramírez, terapeuta. El problema viene cuando uno de los miembros de la pareja accede a hacerlo, pero el otro no. “Lo mejor, en esos casos, es avisar de que vas a consultar el email o incluso establecer una hora para que ambos se aíslen conjuntamente, así nadie se queda solo en un molesto y solitario limbo. Lo mismo con el resto de situaciones: esa es la única forma de conseguir vivir sin las condiciones que impone el móvil”. Y quien dice pareja, también lo hace con La isla de las tentaciones, La Oreja de Van Gogh o Veneno. Incluso este artículo.
Los ‘smartphonedependientes’, al alza
Cada vez son más las personas adictas a la tecnología. Tanto es así que ya proliferan las primeras clínicas de desintoxicación digital, lugares en los que los smartphonedependientes tienen una nueva oportunidad para empezar de cero. A ellas acuden sujetos que están completamente enganchados a su móvil o su ordenador. Una situación que no les deja llevar una vida normal y que, en muchos casos, ha puesto al límite a sus seres más queridos. La primera medida que toman en estos centros pasa, precisamente, por retirar el terminal a sus usuarios. Después, superado este trance para muchos, se plantean terapias psicológicas personalizadas y se practica deporte para suplir la necesidad de estar 24 horas conectado.
“Podemos encontrarnos diferentes tipos de situaciones: la technomnia es la incapacidad de conciliar el sueño sin el dispositivo bajo la almohada, la nomofobia es el miedo irracional a salir de casa sin él y el FOMO es el temor a pederse algo en la red”, alerta Ana Martín, socióloga y experta en actitudes virtuales. A pesar de no ser una enfermedad oficialmente reconocida, la realidad es que, con el paso del tiempo, hay más jóvenes que pasan la mayor parte del día frente a una pantalla. ¿Eso ya es una dato concluyente o hay que prestar atención a algún dato más? “Algunas señales de alerta son los comportamientos como la ira cuando la conexión falla, esconder el uso de las redes sociales a los padres o distanciarse tajantemente de los amigos”.