NY
El apagón tecnológico de 1977 que sumió a Nueva York en el caos en menos de 24 horas
En un contexto de crisis social y económica, la caída del servicio de la compañía eléctrica Edison fue la chispa que desencadenó el fuego
En la historia de los grandes apagonesde electricidad, el de 1977 en New York ocupa un lugar destacado. No fue el de mayor alcance ni el más duradero, pero es el que degeneró a velocidad de vértigo en un caos social que provocó el saqueo de 1.615 tiendas y comercios, más de un millar de incendios, 550 policías heridos y el mayor arresto masivo de la historia de la ciudad con 4.500 personas detenidas, para las que la policía no disponía de medios suficientes para custodiar. Todo sucedió en 24 horas.
La tarde del miércoles 13 de julio de 1977, Nueva York todavía es una ciudad “normal”. En medio de una gran ola de calor y con graves problemas económicos y sociales, pero aún en el lado correcto de la civilización.
Cómo se produjo el apagón que dejó los cinco distritos de Nueva York a oscuras
La chispa que desencadena el desastre es el rayo que a las 20:37 del 13 de julio impacta en una subestación eléctrica en el río Hudson de la compañía eléctrica Consolidated Edison que abastece a la ciudad. Saltan dos disyuntores y el flujo de electricidad queda interrumpido.
Un segundo rayó provoca la pérdida de dos líneas de transmisión que afecta a la planta nuclear de Indian Point que pierde potencia y capacidad de servicio. Otras dos líneas se sobrecargan y, siguiendo el procedimiento, la compañía Edison intenta iniciar de forma remota la generación de emergencia en la subestación, pero el sistema falla y no hay nadie en la instalación para hacerse cargo. Sólo han pasado ocho minutos desde el impacto inicial.
A las 20:55 un tercer rayo provoca la caída de otras dos líneas críticas de transmisión en Sprain Brook. Como consecuencia, las líneas restantes van superando sus límites de capacidad operativa. Las dificultades se acumulan, pero el sistema todavía aguanta trascurridos treinta y siete minutos del inicio del desastre.
Entonces se produce un error humano cuando los operarios de Edison malinterpretan una petición de los administradores de energía de Nueva York. Así, en lugar de abrir los alimentadores para reducir la carga en 1.500 MW de forma inmediata, Edison reduce el voltaje de forma progresiva, consiguiendo una disminución lenta de la carga y de solo unos pocos cientos de MW.
Cinco minutos más tarde, a las 21:19, cae la estación de Leeds por sobrecarga térmica. A las 21:24 colapsa la interconexión Goethals-Linden en Nueva Jersey y el sistema de Con Edison se aísla del resto de empresas eléctricas de forma automática.
Tres minutos después se apaga el Ravenswood 3, el mayor generador de la ciudad de Nueva York. A las 21:36 lo hace el todo el sistema eléctrico de Con Edison.
Los cinco distritos de la ciudad de Nueva York y sus diez millones de habitantes quedan totalmente a oscuras.
¿Dónde está el aeropuerto Kennedy?
Esa es la pregunta de un piloto al controlador aéreo cuando se prepara para aterrizar y las luces desaparecen. Al igual que muchos otros vuelos en dirección a los aeropuertos de La Guardia y Kennedy, es redirigido a Philadelphia. Los túneles que muchos neoyorkinos utilizan para entrar o salir de la isla de Manhattan tienen que ser cerrados al dejar de funcionar el sistema de ventilación. Y más de 4.000 personas han de ser evacuadas del metro de la ciudad cuando esté se detiene. Nada eléctrico funciona.
La ciudad permanece a oscuras toda la noche del 23 de julio y sin electricidad hasta el anochecer del día 24. Durante esas horas, miles de personas vandalizan, queman y saquean calles, casas y tiendas en 31 de los 53 vecindarios de la ciudad de Nuevas York.
Los disturbios comienzan en los barrios más pobres para extenderse por otras partes de la ciudad: “los habitantes de los barrios deprimidos bajaron en riadas hacia las zonas más ricas. Incendiaron cientos de casas y saquearon miles de tiendas” escribe la revista Times en 1977.
En Crown Heist, uno de los barrios más perjudicados, se saquean 75 tiendas en un radio de solo cinco manzanas. Brooklyn, Bronx, Queens y Manhattan agrupan buena parte de los más de 1.000 incendios que recorren la ciudad. En algunos casos accidentales y en muchos provocados intencionadamente en tiendas y casas.
En Broadway, 35 bloques son destruidos y 134 tiendas saqueadas. En un concesionario del Bronx se roban 50 coches del fabricante Pointiac por un valor total de 200.000 dólares, más de 800.000 euros a día de hoy. En Brooklyn, los ladrones atan las verjas de los comercios a sus vehículos para poder arrancarlas y entrar al interior. El caos es total.
La respuesta de las fuerzas del orden
Las escenas de anarquía son constantes mientras que la policía, por su parte, se ve en enormes dificultades para controlar la situación. Las reducciones de personal acometidas en los dos años previos han disminuido su capacidad y su moral. El apagón también les afecta a ellos y la falta de coordinación provoca el envío de policías a zonas en las que no les necesitan, dejando desprotegidas otras.
A pesar de ello, las fuerzas de seguridad detienen a unos 4.500 saqueadores para encontrarse con el problema de que semejante cantidad de arrestados supera sus recursos. Con las celdas saturadas, los detenidos van a parar a los sótanos de las comisarías y otros recintos improvisados.
“Era como tratar de atrapar el viento”, contó el policía Jack McGowan a The New York Post en el treinta aniversario del apagón, “vas allí, pillas algunos saqueadores, y viene otra llamada y otra y otra. No sabes ni a quien estás buscando ni a donde ir y estás preocupado porque hieran a los policías.” El balance final es de 550 policías heridos. Pese a toda la destrucción y violencia solo se produce una víctima mortal, un adolescente por disparo.
La compañía Edison consigue restablecer el suministro eléctrico para la mitad de la ciudad a las 13:45 del jueves 24. Y para las 22:39 Nueva York vuelve a estar operativa. Con la energía eléctrica vuelve el orden, pero el paisaje es desolador.
Los daños materiales ocasionados causaron un perjuicio a la ciudad de 300 millones de dólares de la época, más de 1.300 millones de euros actuales. El New York Times titulaba al día siguiente: “Miles de saqueadores, envalentonados por la oscuridad y la confusión, recorrieron la ciudad anoche y esta madrugada en una ola delictiva”.
¿Por qué se produjo el caos?
Se ha escrito mucho sobre un suceso que marcó a una generación de neoyorkinos y se le ha dado demasiado importancia a hechos coyunturales como la ola de calor del momento o el clima de terror impulsado por los medios en torno a los crímenes que el asesino en serie conocido como Hijo de Sam estaba realizando en esos meses.
Pero las causas por las que los ciudadanos de New York tuvieron un comportamiento radicalmente opuesto al de los apagones de 1965 y 2003, tienen más que ver con el contexto social del momento.
En 1977, la crisis económica consecuencia de la crisis de energía lastraba la actividad económica de una ciudad con altos índices de desempleo e inseguridad. La heroína se hacía dueña de la vida de miles de jóvenes, los problemas raciales generaban las mismas tensiones que en otras partes del país y seguían creciendo las diferencias abismales entre barrios ricos y pobres que el apagón igualó durante unas horas. En esas circunstancias, el rayo que golpeó la subestación del río Hudson fue la chispa que provocó el estallido social.
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