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Eurovisión 2023: Blanca Paloma: vuelo rasante y aterrizaje forzoso

La sueca Loreen gana por segunda vez el añejo festival con su canción ‘Tattoo’, mientras que España queda en el puesto 17 con 100 puntos

La nota más aguda, con una afinación impecable. La mano en alto. La cámara descansa en ella. De repente, la imagen va a negro. Final del trance en el desbordante escenario de Liverpool. Todo acaba para Blanca Paloma. O quizá empiece después de tres minutos de infarto que bordó con su aplomo y dominio de su garganta. Escudriñados al extremo. No hay plano que no se haya estudiado y que no se haya peleado con la BBC hasta el último segundo para conformar una apuesta tan diferente como arriesgada.

Conseguir que el primer minuto de la actuación pase volando con una única cámara solo se logra cuando hay una mente detrás estudiando frame a frame. ¿El genio de todo esto? José Pablo Polo, compositor e ingeniero del espectáculo, que además es eurofán. Anoche, mano a mano con sus realizadores, convirtió una nana flamenca tecno en un cortometraje que parecía haber supervisado el Almodóvar más manchego o el Saura más sevillano. Hasta 35 planos con doce cámaras para evocar a las ancestras, con la ‘yaya’ Carmen, abuela de Blanca Paloma, al frente. Intimista y a la vez expansiva. Tradición y vanguardia. Autenticidad. Emoción. Arte. Que puede ser votado o no. Pero no discutido ni cuestionado. Ese ‘Ea, ea’ impecable en ejecución por la ilicitana se vuelve hoy a España con un puesto 17 y 100 puntos que saben a poco. Eurodrama tras el Chanelazo.

El jurado profesional le otorgó 95 puntos situándola en un noveno puesto, con un goteo constante de más de una veintena de países, del voto de Albania a los 10 de Portugal. Eso sí, se le resistieron los ‘twelve points’. El televoto de toda Europa le castigó con solo 5 puntos.

Pichona aparte, las apuestas de Eurovisión nunca fallan. Ojalá aprendiera Tezanos. Se cumplió lo esperado. La sueca Loreen se llevó de calle el festival con 583 puntos, haciéndose con el favor de jurado y público. Once años después de ganar con ‘Euphoria’, se remasterizó y regresó con ‘Tattoo’. Aquello sonaba a lo mismo, pero no era lo mismo. Aunque solo fuera por el ingenio de una puesta en escena tan impactante como la de entonces. Ella sola, con su sandwichera de arena y pantalla plana, sus garras y sus piruetas vocales, llena cualquier escenario kilométrico y hace vibrar lo mismo a un lituano que una griega.

Solo un puesto por detrás, el representante finés. Será un mamarracho que empieza como un heavy de frenopático y acaba como un Teletubbie, pero es un mamarracho Deluxe. La Fábrica de la Tele, en versión nórdica, capaz de enganchar con un ‘Chachachá’ que taladra el cerebro y se quedará de por vida almacenado en el hipocampo, al igual que el hipnótico ‘Coco Guagua’.

Luego estaba la francesa. Cante lo que cante ‘La zarra’, su arte para recrearse en cada sílaba de ‘Évidemment’ con un estilazo tal que podría robarte la cartera y los fondos de recuperación europea, y ni te enteras. Tan digerible como el ‘Coração’ de la vecina portuguesa. Tampoco se quedaron atrás el italiano y el chipriota, que añadían percha a un derroche de voz en falsete que fue recompensado en el escrutinio final.

Nota al pie para aquellas que quisieron imitar el Chanelazo con divas clónicas que buscaron dejar ojiplático al respetable a golpe de cadera. Véanse la armenia, la israelí y la polaca. Las dos últimas, alumnas aventajadas de español. Una, venga a repetir «Fenomenal» como mantra de autoestima y la otra, pidiendo un café ‘solo, solo’.

A partir de ahí, Eurovisión sin lexatines ni protectores de estómago. A saber, un Horteralia, con permiso del dignísimo festival extremeño. Exceso de decibelios, engolamientos de voz, empacho purpurina, fuegos artificiales a raudales... Todo revuelto en un eclecticismo propio de los montones del difunto Sepu. Lo encarnó a la perfección Serbia, con su apocalipsis nuclear mientras descansaba en una flor de loto. O los moldavos, con un espectáculo que se tendría que vetar en breve en una España que ha condenado al ostracismo al ‘bombero torero’. Hicieron méritos el ejército croata al más puro estilo Ojete Calor o los metálicos alemanes, que parecían un ‘spin-off’ trasnochado ‘Stranger Things’, con Demogorgon de protagonista. Capítulo aparte para los albanos, que eran algo así como la Kelly Family, pero en siniestro. O la ‘british» anfitriona, que debe estar tan acostumbrada a tirar de auto-tune que no fue capaz de descubrir que no dio un acorde en su sitio. Con ‘Sálvame’ en plena operación desahucio, ya solo nos quedará Eurovisión como refugio para hacer la croqueta en medio de una tele que se avecina triste hasta dentro de 364 días. ‘Eaea’.

...y Putin atacó el pueblo del dúo ucraniano

La invasión de Rusia a Ucrania en febrero del año pasado tuvo un doble efecto. La antigua URSS fue expulsada de Eurovisión y los ucranianos ganaron el certamen gracias al apoyo de todo el continente. Ayer Putin se cobró la venganza. Rusia bombardeó Ternópil, la ciudad de los representantes ucranianos de este año. El ataque tuvo lugar durante la actuación del dúo Tvorchi sobre el escenario de Liverpool, según denunciaron los artistas a través de las redes sociales.