Técnica audiovisual
¿Por qué este anuncio navideño se siente diferente a todo lo anterior? 2.900 fotos en 78 días
Una producción milimétrica que combina creatividad, técnica artesanal y una mirada honesta a las formas de celebrar en España
Olvídate de la Navidad edulcorada y los mensajes de postal. El anuncio de Suchard de este año apuesta por otro tipo de magia: la que se construye a base de técnica, paciencia y una narrativa visual que huye del artificio. Detrás del minuto de animación final hay 78 días de rodaje y 2.900 fotografías, con cada fotograma ajustado a mano. Nada de efectos digitales, nada de atajos: solo el rigor del stop motion como lenguaje narrativo.
El estudio Pangur, con sede en Valencia, ha sido el encargado de dar vida a esta pieza que, más que un spot, parece un pequeño milagro audiovisual. Allí, equipos de costureras, escultores y animadores trabajaron en miniatura durante semanas. Cada personaje fue modelado con una estructura interna, cubierto con espuma para generar volumen y personalizado con detalles que apenas se perciben en pantalla, pero que dotan de verdad a cada gesto.
Cada ojo, cada boca, cada mechón de pelo fue manipulado manualmente para conseguir la expresividad deseada. Hasta los fonemas fueron sincronizados con bocas imantadas hechas a medida. Todo el rodaje se organizó en un taller con precisión casi quirúrgica, con cajas clasificadas por personaje y accesorios, evitando errores que podían echar a perder días enteros de trabajo.
La agencia Ogilvy planteó la campaña como un doble reto: presentar los nuevos bombones de la marca y redefinir el lugar emocional que ocupa Suchard en la memoria colectiva. Para ello, recuperaron el jingle clásico, reimaginado ahora por Mafalda Cardenal, que además protagoniza el spot. Y construyeron una historia coral que refleja algo más real: no hay una sola Navidad posible, sino muchas formas legítimas de celebrarla.
El uso del stop motion no fue un capricho retro. Es, en sí mismo, una declaración de intenciones. La producción artesanal se convierte en metáfora de una "expresión cultural" viva, que se adapta sin perder su esencia. Desde los servilleteros de bar hasta los azucarillos, el spot está lleno de guiños al imaginario español. No hay decorado que no esté pensado. No hay plano sin construcción previa.
Valencia emerge aquí como epicentro de una escena creativa que no necesita validación internacional. Pangur ha demostrado que la animación española tiene nivel técnico, mirada propia y capacidad para emocionar sin recurrir a fórmulas fáciles. Tal vez esa sea la magia de este anuncio navideño: no pretende convencernos de nada. Solo mostrar que, incluso en un mercado saturado de mensajes, aún se puede contar una historia con verdad.