Punto y final
Así ha sido la caída en picado de "Sin Gluten" tras el mejor estreno en una década
El último capítulo de la comedia desata conflictos, verdades incómodas y pone a prueba la redención del personaje de Diego Martín
La comedia "Sin Gluten" ha llegado a su última noche en La 1 con un capítulo que lo mezcla todo: triángulos incómodos, herencias malgastadas, programas de cocina y secretos a punto de explotar. Lo que empezó como el mejor estreno de una comedia en diez años, termina como una montaña rusa de audiencias.
En el episodio final, el personaje de Diego Martín, ese chef caído del pedestal, toca fondo emocional mientras trata de rearmarse entre hornos, adicciones y traiciones. Jaime le propone a Ricardo irse a vivir con él y Sonia, lo que suena a convivencia moderna pero se cocina a fuego de culpa. Y, por si fuera poco, el director de la escuela de cocina empieza a sospechar que algo no encaja.
A todo esto, los alumnos se preparan para la semifinal de "Kitchen Talent", el reality culinario dentro de la serie que sirve como excusa para que se revelen mentiras, alianzas rotas y verdades incómodas. Mientras tanto, Mapi, uno de los personajes más delirantes del reparto, enfrenta una crisis inesperada: se ha fundido la herencia de los gatos en retoques estéticos y ahora vienen a cobrárselo.
Pese a su arranque arrollador con un 17% de cuota y más de un millón de fieles, "Sin Gluten" ha ido perdiendo fuelle semana a semana. Del 13,7% en su segundo episodio pasó al 11% en el tercero, con 799.000 espectadores de media. Aun así, ha mantenido el liderato de su franja, lo que no es poca cosa para una cadena que llevaba años sin levantar cabeza en comedia.
La serie, producida por Onza junto a RTVE y Prime Video, y también disponible en la plataforma, ha apostado por un reparto coral donde se mezclan nombres consolidados como Antonio Resines o Fernando Tejero con nuevos talentos, en una combinación de humor gamberro, diversidad cultural y situaciones al borde del absurdo.
"Sin Gluten" ha funcionado como espejo exagerado de un mundo cada vez más politizado, más sensible y más obsesionado con la imagen. Pero también ha sido, en sus mejores momentos, una sátira divertida sobre las segundas oportunidades, esas que uno solo consigue cuando acepta que ha fallado.