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«Infiel»: la prueba de que el amor tiene el enemigo en casa
Filmin estrena la revisitación de la obra de Ingmar Bergman y la película de Liv Ullman hecha por Tomas Alfredson

El concepto de pasión arrolladora no es ni mucho menos falaz. Cuando este instinto animal se apodera del ser humano, arrasa, destroza y avanza sin miramientos hasta no dejar ni pizca de humanidad a su alrededor. La pasión no entiende de épocas, edad, sexo, religión o política. Es una pulsión voraz que aliena a la persona que se deja dominar por ella y mina cualquier atisbo de normalidad, fidelidad o amor que pueda existir a su alrededor dejándolo morir como una flor sin agua. Y dónde hubo un jardín, ahora mora un yermo terreno en el que campa a sus anchas la desconfianza y la mentira. Así de real y descarnada es «Infiel», la serie de seis episodios que estrena mañana Filmin en exclusiva en España, un relato de amor y traición que adapta una historia escrita por Ingmar Bergman hace 30 años. En esta ocasión es su compatriota Tomas Alfredson («Déjame entrar») quien dirige esta nueva versión de un libreto que ya fue llevado al cine en 2000 por Liv Ullmann, en una película titulada con el mismo nombre.
Cuatro víctimas
La trama está totalmente reconstruida manteniendo la historia original. La serie nos transporta 40 años atrás cuando conocemos a David (Gustav Lindh), un director sin mucho trabajo que decide retomar un antiguo guion y acaba adaptando un libro que le regala Marianne (Frida Gustavsson), la bellísima esposa de su mejor amigo, Markus (August Wittgenstein). David fichará a la mujer de su amigo para protagonizar una escandalosa película que incluye un desnudo integral y una escena de seducción que planta la semilla del deseo entre el director y su musa. Pero este triángulo de pasión tiene un ángulo más: la hija de Markus y Marianne, Isabelle (Poppy Klintenberg). Esta relación destrozará todas y cada una de las vidas de los implicados y la onda expansiva durará hasta el reencuentro 40 años después de Marienne (Lena Endre) y David (Jesper Christensen), y ambos se enfrentan a silencios y conversaciones que pretenden sanar. En las escenas del pasado el director, que tenía una cuenta pendiente con esta historia, ha usado colores y ubicaciones bucólicos que nos sumergen en una ensoñación muy parecida a la de un amor de verano. David pasa el tiempo en casa del matrimonio amigo leyendo y escribiendo. Establece con Isabelle una relación que los cambiará a los dos para siempre. La admiración hecha adoración da amargos golpes. Y ahí los colores serán sustituidos por escenas frías e invernales.
En esta historia en la que orbitamos alrededor de la pasión entre David y Marianne, y que tarda varios episodios en cristalizar, descubriremos también la mirada de Markus, liviana y feliz hasta que exterioriza que sospecha de la infidelidad de su mujer (la escena que sigue es turbadora, silenciosa e hiriente). Pero la que nos interesa como espectadores es la de Isabella, con la nariz pegada constantemente al cristal. Unos ojos que todo lo ven a una edad a la que absorbe lo bueno y lo malo del ser humano en bocanadas del mismo tamaño. Se enamorará de David y nunca perdonará la traición de él por revelar un secreto y personificarlo en el cuerpo desnudo de su madre, mientras la observa en la penumbra sin permiso. Las interpretaciones de todos los actores son de tamaña perfección que los sentimientos nos atraviesan de la cabeza a los pies mientras contenemos la respiración. David resulta hasta repulsivo mientras se comporta como un chiquillo de joven, antes de reflexionar sobre su vida casi al final. Marianne de joven es como deben ser las musas, bellas, por dentro y por fuera, pero con cierta tendencia al dramatismo. Ambos se dejan llevar por la pasión arrolladora de la que hablábamos, imposible de esquivar, placentera y dolorosa a partes iguales. El traicionado Markus también acabará por sucumbir a sus instintos más básicos en un giro dramático muy incómodo.
El director y los actores son dueños absolutos de su tiempo en pantalla, y el espectador se dejará llevar por la calidez hasta que «Infiel» se vuelva incómoda. Luego cada escena es casi mejor que la anterior. El viaje visual que ofrece la serie es uno de sus grandes aciertos, y también uno de los primeros que nos traicionan en cuanto vamos observando que llega el momento en lo que todo estalla; todos sufren, todos mueren un poco. Pero también hay espacio para el perdón en la serie y aunque llega en el último episodio, la redención se encuentra en paseos por arboledas ya sin hojas como metáfora del paso del tiempo sin remedio, cuando el amor y la pasión arrebatadora se han transformado en otra cosa. Algo mucho más útil, menos dañino, mejor.
La cuenta pendiente de Tomas Alfredson
►Hace 20 años que el director Tomas Alfredson se sintió identificado con la historia de Ingmar Bergman en un momento en el que sufrió terribles celos en una relación y no pudo soportarlo, y tampoco sabía por qué le pasaba. Cuando la televisión sueca le ofreció la posibilidad de hacer un proyecto recuperó esta antigua idea, pero con un punto de vista muy diferente que le ha dado la experiencia y reconoce sentirse más identificado con el viejo David que con el joven irracional e impulsivo.
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